OpiniónPedro Peñaloza

¿Diálogo, para qué?

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¿Diálogo, para qué?

Pedro Peñaloza

“Tenemos dos orejas y una sola boca,

justamente para oír más y hablar menos”.

Zenón de Citio

 

Por iniciativa del PAN, el gobierno de López Obrador inició un diálogo con dicho partido político en las oficinas del Secretario de Gobernación, Adán Augusto López. Por supuesto, este evento es correcto, siempre hay que mantener la interlocución entre el poder y opositores. De eso hay múltiples ejemplos, incluso entre grupos que están en conflictos armados.

El problema no está en los actos simbólicos como éste, las interrogantes emergen cuando los protagonistas del diálogo asisten con posturas dogmáticas e infranqueables. Es decir, si lo que se pretende es transmitir imágenes para aparentar, es evidente que estamos en presencia de una simulación y nada más. Pero, llama la atención que tuvieron que pasar tres años para que el gobierno lopezobradorista se sentara a hablar con un partido contrario. No debe haber ingenuidad en su cambio de actitud: AMLO necesita de votos para que transiten sus iniciativas en el poder legislativo y vender su presunta “vocación incluyente”.

Pero más allá del desfile de disfraces que subyace en estos encuentros, lo trascendente es saber los resultados prácticos del diálogo. Se entiende que en la ronda inicial no pueden extraerse conclusiones. Lo que debemos preguntarnos es: ¿las partes están dispuestas a ceder en sus posturas y negociar realmente los puntos neurálgicos de las principales asignaturas de la agenda nacional? En concreto: ¿la reforma eléctrica soporta cambios de fondo? Si es así, que se diga qué puntos. Otro tema clave, ¿el gobierno está dispuesto a modificar su anémico paradigma de “abrazos, no balazos”, incluida la iniciativa de que la Guardia Nacional se integre a la Secretaría de la Defensa?, ¿es negociable la anunciada reforma electoral?

Estos son algunos de los puntos que debería incluir un diálogo trascendente que supere la comedia mediática. Lo demás es cretinismo pasajero. Como se sabe, Adán Augusto no dirá ni hará nada que no le autorice su jefe. El inquilino de Palacio Nacional ya señaló el modelo de diálogo que concibe, en la misa del pasado martes sentenció que los encuentros son para que “depongan su actitud extremista de votar contra todo”. Está claro, el tabasqueño no quiere negociación ni concesiones mutuas, quiere sumisión a sus iniciativas.

Pronto, según se anuncia, el PRI seguirá en la ronda. Bien, ahora que el tricolor “le dio una patada al Neoliberalismo”, no sería extraño que encontrara coincidencias con la 4T. Es evidente, que el diálogo en gobernación no es ninguna infantilada, es, también, una maniobra para romper la escuálida unidad opositora. Ya lo veremos.

pedropenaloza@yahoo.com/Twitter:@pedro_penaloz