DIGNIDAD, HONOR Y TOLERANCIA
DIGNIDAD, HONOR Y TOLERANCIA
Uriel Flores Aguayo
La ciudadanía
consciente no debe permanecer impasible ante los abusos de poder vengan de
donde sea, a cualquier nivel, incluso si provienen del Presidente. Son dichos y
actos cotidianos de López Obrador, sus gobernadores y la clase política en el
poder contra todo aquel que no piense como ellos. Ofenden, se burlan, niegan y
desafían tanto la inteligencia de la gente como al sentido común. Han
normalizado una actitud despótica e intolerable hacia la ciudadanía.
Son gobernantes que
habitan su propio mundo y lejanos a la realidad. Son autoridades disfuncionales
que mandan en sus oficinas, pero no ejercen mayor influencia en la sociedad. Lo
suyo es el control y los negocios. Sería exagerado pedirles líneas ideológicas,
ya renunciaron a mínimos de coherencia.
Cualquier ciudadano
se indigna ante el abuso del poder. Puede ser Xóchitl Gálvez o cualquier
persona, no es cuestión electoral o partidista. Es asunto de honor. Ante los
sucios ataques de los que van que vuelan para ocupar los lugares de los
arcaicos dinosaurios, el deber de la gente es el repudio. No se trata de
impugnarlos únicamente en términos políticos, es más severo el reclamo moral.
Su crisis ética los desnuda en su pequeñez y les quita justificaciones. Si
ofenden, merecen ser tratados con dureza. No son mejores que nosotros, su
calidad humana es deficitaria. Es perfectamente claro que están lejísimos de
estándares de los hombres de Estado, se estancaron en papeles simples y
repetitivos, de jefes de facción y partido. Cuando uno es testigo de bajezas
debe reaccionar y tomar posición; es una obligación moral. Quedarse en la
inmovilidad es la ruta segura a los malestares de salud individual; los abusos
enferman. Si no denuncia y no protesta, la ciudadanía se enferma y se vuelve
cómplice. Los demócratas, las mujeres y los medios deben repudiar la violencia
de género y los discursos de odio. Porque de eso se trata la verborrea del
poder: descalificar tus méritos, atemorizarte y echarte encima a las hordas de
fanáticos u oportunistas. Hablamos del honor de mucha gente, lastimado por el
autoritarismo. No somos un país totalitario afortunadamente, eso permite
aspirar a elecciones limpias y a la participación ciudadana. También es
cuestión de vergüenza y congruencia. La ciudadanía libre dirá algo y defenderá
a las víctimas; los que se mueven por consigna e interés del poder vigente, en
cambio, serán incondicionales y clientes de la ignominia. Son tiempos de
definiciones donde cada quien elegirá el lugar que quiere en la historia. Ante
lo grotesco de las calumnias y las mentiras, se espera valentía. Son de esos
tiempos que pone de un lado a los ciudadanos activos, a los rebeldes y
valerosos, mientras que del otro están los tontos útiles, los malosos leves,
los oportunistas y los fanáticos. Lamentablemente volvimos al sistema despótico
y represor. Solo con votos y participación ciudadana se abrirán paso la
reconciliación, los equilibrios, la tolerancia y el respeto a la pluralidad. No
debemos dejar pasar ningún abuso del poder.
Recadito: son su
equivalente quienes piensan que los árboles son adornos.