Opinión

El abrazo de Acatempan

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La Historia de México no cambia, permanece por los años, pero hay que recordarla para vivirla: “El abrazo de Acatempan” en un día 10 de Febrero de 1821.

Dejemos un poco la política y vamos a recordar un poco de nuestra historia.

El domingo pasado se conmemoro “El abrazo de Acatempan”, hoy viernes 15 es el momento de que sus hijos lean el Semanario “El Regional” de Coatepec, Ver. Junto con ustedes; es un suceso de la historia de México ocurrido el 10 de febrero de 1821,​ en el que participaron Agustín de Iturbide, comandante en jefe del ejército del Virreinato de Nueva España (gobernado entonces por Juan Ruiz de Apodaca) y Vicente Guerrero, jefe de las fuerzas que peleaban por la Independencia de México. Este abrazo marcó la reconciliación entre las fuerzas virreinales (integradas mayoritariamente por criollos)​ y el ejército insurgente.

Antecedentes: Al ser relevado Félix María Calleja como virrey en septiembre de 1816, tomó el cargo el capitán general de Cuba, un marino: Juan Ruiz de Apodaca.

Apodaca instrumentó una política distinta a la de sus predecesores: Venegas y Calleja. Creó el indulto, que le fue concedido a la mayoría de los líderes insurgentes, como Nicolás Bravo e Ignacio López Rayón. Sólo se negaron a acogerse a esta política: Pedro Moreno, Guerrero, Victoria, Andrés Quintana Roo y Leona Vicario. Gracias a esta política, la Nueva España vivió casi tranquilamente hasta finales de 1819.

El 1 de enero de 1820 en Las Cabezas de San Juan (Andalucía, España) el coronel Rafael de Riego se levantó en armas, proclamando que el rey Fernando VII debía jurar la Constitución de Cádiz, que las Cortes Generales proclamaron en 1812. El 26 de mayo el intendente de la provincia de Veracruz, José Dávila proclamó la Constitución de Cádiz. Apodaca hizo lo mismo en la capital el 31 de mayo, provocando con ello protestas y motines.

En la Nueva España esta noticia tomó por sorpresa a los novohispanos. Se temía que se suprimieran los privilegios del clero y del ejército, y que una nueva época liberal llegara al país. Los criollos, acaudillados por el inquisidor general Matías de Monteagudo y por Apodaca, se reunieron en la Iglesia de la Profesa, y ahí conspiraron y resolvieron separarse de España.

Cuando Guerrero se enteró de la situación, intentó convencer al coronel José Gabriel de Armijo, comandante realista en el sur, de unirse a su movimiento. Armijo permaneció leal al gobierno español. Guerrero intentó nuevamente persuadirlo a través de una carta fechada el 17 de agosto, que le fue enviada a Armijo con el coronel Carlos Moya.3​

El 9 de noviembre renunció Armijo, comandante de las operaciones en el sur del país, por diferencias habidas con el virrey Apodaca, quien lo transfirió a Sevilla de inmediato.​

Guadalupe Victoria, por otra parte, se ocultaba en las cuevas de la sierra de Veracruz. De este modo, el frente permanecía tranquilo, pero la captura del líder guerrillero se antojaba casi imposible.

Apodaca, por consejo de Monteagudo, nombró a Iturbide como reemplazo de Armijo, y el 16 de noviembre Iturbide salió de la Ciudad de México y estableció su cuartel general en Teloloapan. Llevaba consigo doce mil pesos de oro.5​

El abrazo. Existía el antecedente de una negativa por parte de Vicente Guerrero de pactar la paz, cuando Apodaca envió al padre del caudillo al campo de batalla para suplicarle que aceptara el indulto. Ante esa situación, Guerrero había pronunciado su frase más conocida: «La Patria es primero»». Iturbide empezó a planificar sus acciones militares, con la intención de destruir a las fuerzas insurgentes. Sus primeros combates resultaron desastrosos, pues fue derrotado en prácticamente todas las batallas.

Se dio cuenta que Guerrero y sus hombres conocían como nadie las montañas del Sur, y que en ese terreno sería casi imposible derrotarlos. Comprendió entonces que la Independencia «sólo se lograría si los militares insurgentes se aliaran con las fuerzas que militamos bajo las órdenes del Rey», como había dicho a un subordinado tras sufrir su única derrota, en el fuerte del Cóporo.

Empleó pues, una nueva estrategia: escribió a Guerrero el 10 de enero,6​ pidiéndole que se retirara de la lucha, que el gobierno respetaría su cargo militar y le concedería el indulto. Guerrero se negó terminantemente.

Los hombres al mando del coronel Berdejo fueron derrotados nuevamente el 27 de enero de 1821, por las fuerzas insurgentes. Iturbide había enviado una carta fechada el 25 de enero en Teloloapan,7​ en la que le solicitaba una entrevista y le exponía los puntos de su programa político, posteriormente recogido en el Plan de Iguala.

El encuentro se realizó en la población de Acatempan (localizado hoy en el municipio de Teloloapan), el 10 de febrero, ante las respectivas tropas de Iturbide y de Guerrero. Según el relato de Lorenzo de Zavala, se entabló un breve diálogo entre ambos caudillos, tras el cual se produjo el abrazo.​

No puedo explicar la satisfacción que experimento al encontrarme con un patriota que ha sostenido la noble causa de la independencia y ha sobrevivido él solo a tantos desastres, manteniendo vivo el fuego sagrado de la libertad. Recibid este justo homenaje de vuestro valor y de vuestras virtudes.

Agustín de Iturbide, refiriéndose a Vicente Guerrero, durante el Abrazo de Acatempan

Yo señor, le digo, felicito a mi patria porque recobra en este día un hijo cuyo valor y conocimientos le han sido tan funestos.

Vicente Guerrero, refiriéndose a Agustín de Iturbide, durante el Abrazo de Acatempan

Lucas Alamán da otra versión. Según él, Iturbide no logró inspirar suficiente confianza en Guerrero, y éste envió en su lugar al teniente José Figueroa, quien estaba facultado por Guerrero para arreglar todas las condiciones.​

Consecuencias: El 24 de febrero Iturbide proclamó su Plan de las Tres Garantías y lidera el primer pelotón de la época independiente y surge la Bandera del Ejército Trigarante.

Poco después, Apodaca fue relevado como virrey y en su lugar llegó Juan O’Donojú, quien sería el último virrey. Iturbide se entrevistó con él en Córdoba, el 24 de agosto, y le hizo ver que la causa hispánica ya estaba perdida y que tenían pocos (menos de la décima parte del ejército) de su lado. O’Donojú comprendió y se suscribieron los Tratados de Córdoba, que dieron fin a la Guerra de Independencia y que reconocían la soberanía de México.

Finalmente, el 27 de septiembre el Ejército Trigarante, con Iturbide a la cabeza, hizo su entrada triunfal a la Ciudad de México. Fuente:. De mi Biblioteca.

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