El adiós a nuestra María Enriqueta
La otra versión:
René Sánchez García
Hace exactamente 50 años corría el mes de febrero de 1968. Desde unos meses antes se sabía ya de la enfermedad y vejez que aquejaba a la poetisa coatepecana María Enriqueta Camarillo y Roa Vda. De Pereyra, allá en su vieja casona de la ciudad de México. Los medios informativos de circulación nacional dieron noticia también de que algunas personalidades de la cultura, políticos veracruzanos y paisanos de la escritora, le recomendaban y le ofrecían pasara sus últimos instantes en esta su ciudad natal, asunto que ella nunca aceptó debido al cariño y recuerdos que tenía a su hogar.
El día 13 de ese mismo mes, a las 7 de la mañana, el corazón de la poeta y escritora dio su último latido. El gobierno del Estado de Veracruz decidió que su cuerpo fuera trasladado al lugar que la vio nacer en el año de 1872. Al día siguiente, el Gobierno Federal le organiza un homenaje en el Teatro Nacional, de allí una carroza traslada su féretro a la ciudad de Perote, donde es recibida por las autoridades de Veracruz. Llega al medio día a las instalaciones de la Escuela Normal Veracruzana “Enrique C. Rebsamen”, donde igual se le rinde honores. Las palabras póstumas corren a cargo del Maestro Carlo Antonio Castro Guevara.
Recuerdo que más o menos como a las 5 de la tarde llegaron sus restos a Coatepec. Era una tarde lluviosa, nublada y triste. Todos los niños y niñas de los jardines de infantes, de las escuelas primarias, secundarias y del bachillerato, formamos una valla desde la entrada hasta el palacio municipal. No sólo los estudiantes hicieron acto de presencia, sino también cientos de personas jóvenes y adultas, por las calles de Constitución, Jiménez del Campillo y Luis de San José. En el Cabildo se realizó el acto fúnebre oficial, allí estuvo el Licenciado Fernando López Arias (Gobernador), el Mayor Joaquín Alcántara Tolentino (Presidente Municipal), el Licenciado Rómulo Campillo (Rector de la Universidad Veracruzana) y el Profesor Ángel J. Hermida Ruíz (Director de Educación Popular), entre otros más.
Nuevamente los estudiantes y público nos fuimos a las calles de Miguel Lerdo y Cuauhtémoc para formar esa valla. Recuerdo que como alumno de bachillerato me ubicaron primero a la entrada de la ciudad y después muy cerca del cementerio municipal. Todos uniformados y con una flor blanca entre las manos. En el momento de ser bajado el ataúd, la señora Matilde Sánchez de Cervantes pronunció una oración, al igual que otras personas más. Las niñas del Colegio J. de Jesús Rebolledo interpretaron con su coro una interpretación musical.
Como estudiante de primaria no conocí sus Rosas de la Infancia (libros de lectura obligatorios en México en los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado), ni tampoco supe nada de su poesía, cuento, ensayo y novela. Lo que recuerdo es que siempre observaba la placa conmemorativa a su nacimiento y el monumento que se encuentra en el parque que data de 1934 y por ello me intrigaba saber sobre su trabajo literario. Más tarde, siempre que visitaba a mis seres queridos en el cementerio, llevaba una flor a la tumba de María Enriqueta. Confieso que fue hasta el año de 1986 cuando empecé a recopilar información acerca de mi paisana, que en su momento fue una de las escritoras más apreciadas del país. Hoy quise escribir sobre ese día inolvidable en mi vida estudiantil.
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