El camino del desastre
El camino del desastre
Por Aurelio
Contreras Moreno
Es verdaderamente pavoroso lo que está sucediendo en
México en relación con la gestión de la pandemia de la covid-19 por parte del
gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
Por la tarde de este domingo, el presidente anunció desde
el estado de Guerrero que su gobierno había “aceptado” una “recomendación” de
la Organización de las Naciones Unidas para reducir la dotación de vacunas para
el coronavirus SARS-Cov2 contratadas por México con la farmacéutica Pfizer y,
en su lugar, enviarlas a los “países más pobres” y evitar el “acaparamiento”.
Esta vez ni la gastada retórica pseudosocial usada por
López Obrador sirve para convencer a nadie. Las condiciones de pobreza en
México –que en lo que va de este sexenio se han recrudecido- son tan altas en
algunas regiones y entidades que superan las de países africanos. ¿Cómo podría
justificarse que se anteponga el interés de otras naciones al de una población
depauperada y, además, asolada como pocas por la emergencia?
Pero el pretexto de ayudar a los “países pobres” pretende
encubrir la realidad de una estrategia sanitaria desastrosa y fracasada. Y probablemente
algo todavía peor: que ni siquiera se hayan comprado las vacunas necesarias y que
esa irresponsabilidad estén buscando ocultarla con una mentira más de las que
acostumbran proferir con singular facilidad y rapidez.
Y para abonar al “sospechocismo” solo baste mirar a un
hecho contundente: la Secretaría de Salud y la Cancillería declararon como
información reservada por cinco años los contratos para la compra de vacunas
contra la covid-19 con tres farmacéuticas: CanSino Biologics, AztraZeneca y,
precisamente, Pfizer/BioNTech.
¿La justificación? Que los acuerdos con esos laboratorios “están en proceso” y
darlos a conocer “afectaría” las negociaciones. Así se las gasta el gobierno
que pretende desaparecer al Instituto Nacional de Acceso a la Información.
Pero algo debe estar verdaderamente podrido
dentro de la “estrategia” del régimen de la mal llamada “cuarta transformación”
que unas cuantas horas después del anuncio presidencial de la “reducción” del
número de dosis de las vacunas de Pfizer, renunció a su cargo Miriam Esther
Veras Godoy, quien asumió apenas en el mes de diciembre la encomienda como la
encargada a nivel nacional del Programa de Vacunación Universal del gobierno
federal.
Aunque oficialmente se aducen las clásicas
“razones personales”, la dimisión solo puede deberse a una razón: que Veras
Godoy no esté dispuesta a cargar con la responsabilidad –que puede llegar a ser
incluso de tipo penal- por las decisiones que se están tomando en el gobierno
de Andrés Manuel López Obrador y que a todas luces son rayanas a la criminalidad.
Porque en sentido completamente contrario a
su discurso –y al que abusivamente utiliza Morena en su propaganda electoral-,
sí hay influyentismo y corrupción en la aplicación de las vacunas por parte del
gobierno. Solo hay que voltear a ver el uso proselitista que se le está dando a
las jornadas de vacunación, en las que se está dando un papel protagónico a los
llamados “servidores de la nación” –la estructura gubernamental-electoral del
lopezobradorismo- en lugar del personal médico, con los riesgos sanitarios que
ello implica. Ni qué decir de los abusos de los “honestos” funcionarios de la
“4t” que han traficado influencias para ser vacunados antes de su turno, como por
ejemplo una regidora de Morena del Ayuntamiento de Acapulco que hasta lo presumió
en redes sociales.
El camino hacia el desastre ha estado
marcado desde que el gobierno decidió gestionar la pandemia con criterios
políticos y no sanitarios. Y las consecuencias, irrefutables, inocultables e
inexcusables, se pueden resumir así: hasta la noche de este domingo hay 140 mil
704 muertos –reconocidos oficialmente- a causa de la covid-19, 11 mil 170
nuevos contagios en un solo día y un total acumulado de un millón 641 mil
infecciones.
¿En qué realidad alterna esto no es una catástrofe?