Ars ScribendiPLUMAS DE COATEPEC

EL CAMINO SE ACORTA

Comparte

EL CAMINO SE ACORTA

Por Rafael Rojas Colorado

            En el año de 1968 ingresé a la Compañía Nestlé. Me integré a un grupo de compañeros en los que se encontraban pioneros de la primera generación de trabajadores. Todos los departamentos tenían vida, nadie era viejo. La juventud resplandecía a la mayoría de obreros. La fuerza de trabajo hacía posible la producción y la calidad de un producto, “la Lechera”. Estas generaciones escribimos nuestra historia laboral en las últimas décadas del siglo XX.  Dentro de la empresa pocos son los que cruzaron el umbral para asomarse al tercer milenio. Los que lo hicieron fue por ser de más reciente ingreso, por lo tanto, mucho más jóvenes; pero igual, la tercera edad los alcanzó y se regocijan en la jubilación. Los compañeros de aquellos lejanos años comenzaron a fallecer. Primero uno luego otro y así sucesivamente en el paso de los años han sido llamados a mejor vida, según nuestras creencias religiosas. A estas alturas son contados los que viven y recuerdan su historia de trabajo. Todavía a cuatro compañeros de la primera generación se les puede saludar; se les aprecia su naturaleza física y mental y se encuentran lúcidos a pesar de los años que los acompañan.

            Sin embargo, se presiente que el camino por recorrer ya es muy corto. La muerte ronda, acecha, se acerca, tarde o temprano se deberá de enfrentar, no se tiene la capacidad de eludirla, pues solo somos seres humanos, por lo mismo finitos. La vida fue nuestra y en ese ayer la juventud le daba la espalda a la muerte, la ignoraba, pero a estas alturas solo resta mirarla de frente cuando venga a buscarnos. Valoramos lo poco que nos queda de existencia, como dice el poeta, “Que suerte he tenido de nacer”. Hoy que el camino se acorta sabemos lo bella que es la vida, fue nuestra y la disfrutamos cada cual a su forma y a su manera de entenderla. Los que quedamos somos muy pocos, una lucecita, que a veces parece debilitarse, aún nos ilumina.

            Cada compañero que se marcha al más allá, nos deja un vacío, porque formó parte de nuestra historia de trabajo, se siente su partida y se avivan los gratos recuerdos, la reflexión se hace presente, también la nostalgia. A veces desearíamos retroceder el tiempo para volver a recorrer departamento por departamento y saludar a cada uno de ellos, darles un abrazo y una palabra de aliento o quizá hacerles alguna broma, ¡imposible! Solo lo hacemos en el recuerdo, estancia de la que jamás se marcharán mientras tengamos vida.

            Las viejas generaciones ya reposan en un cementerio adormecidos por el sueño eterno y la paz; mismas que fueron cimiento y pilar para iniciar la producción en la fábrica Nestlé en Coatepec. Nuevas generaciones han tomado la estafeta, el futuro las espera. rafaelrojascolorado@yahoo.com.mx