El Chayote Veracruzano
Por Edgar Hernández
El llamado “chayote” que se entrega a los periodistas, también llamado “embute”, “dádiva”, “soborno” o “compra de conciencias”, siempre ha existido y que se recuerde, jamás fue privilegio de la “Mafia del Poder” o patente de corzo de los gobiernos priistas.
Simplemente a lo largo de nuestra historia ha sido una práctica común en las relaciones prensa estado, digamos del México independiente para acá –no más de diez mil años, como diría el atarantado mayor, Andrés Manuel López Obrador-.
En Veracruz el referente que consta a quien esto escribe data de tres décadas atrás cuando recibo una invitación del candidato a gobernador Fernando Gutiérrez Barrios, para encargarme del manejo de los medios estatales y nacionales.
Con el compromiso encima y sin mayor recato –así eran los usos y costumbres- acudí a visitar a ese señorón, Angel Leodegario Gutiérrez, el legendario “Yayo”, quien sin más dispuso en favor del candidato un staff de lujo –Manuel Rosete, Raúl Torres, Miguel Reneaum y Arturo Reyes Isidoro-, así como una pléyade de fotógrafos y camarógrafos.
Estamos hablando del partido en el gobierno y, así, con esa coordinación de lujo nos fuimos a la campaña.
El responsable de finanzas de la campaña Raúl Ojeda Mestre se encargó de los gastos… ¿Qué eran los gastos? Bueno, pues era el hospedaje, la alimentación, el transporte y un apoyo económico a los enviados en cada etapa del recorrido.
No era mucho, pero sí de gran ayuda para el reportero que –como hasta ahora- es enviado a cubrir la información sin un centavo de viáticos y siempre confiados sus jefes en el “ahí te van a dar”.
Bien sabía el editor o dueño del medio que ellos por su lado atenderían lo suyo via convenios con el candidato o el jefe de finanzas.
Tanto en campaña como ya gobierno, que se recuerde, no había necesidad de dar indicaciones o línea informativa al reportero. Bien se sabía el enviado que era la versión oficial cuyo toque diferente lo daba, no el boletín, sino la reporteada que hacían por jornada electoral.
En escasas ocasiones el señor Gutiérrez Barrios me encargaba que de manera particular destacara tal o cual pronunciamiento, pero no más. Entonces acudía a los jefes de redacción –acaso uno o dos- para “recomendar” la nota.
En cierta ocasión, ya gobierno, le pedí a dueño del Diario de Xalapa, Rubén Pabello Acosta, destacara una declaración del gobernador inserta en un boletín de prensa.
Así lo hizo, fotografió a una plana el boletín y así lo publicó al día siguiente haciendo grotesca la versión oficial del gobernador Fernando Gutiérrez Barrios, quien al verla publicada me dijo: “Está bien que le recomiende mis declaraciones, pero no de esa forma”…Nunca más regresé a pedir nada a este gruñón amigo.
Ya gobierno, insisto, de acuerdo a los usos y costumbres, se apoyaba mensualmente a los reporteros que cubrían la “fuente” y de manera particular a articulistas y columnistas, pero no en cantidades desproporcionadas ya que solo eran eso, “apoyos”.
Cuando había algún periodista fallecido o familiar cercano, el gobierno del estado cubría los gastos funerarios y a petición de parte se les daban facilidades para la compra de terrenos para casa habitación o casas de interés social.
“Hay que ayudarlos en lo fundamental, en su patrimonio, más que en los centavos; eso nunca lo olvidarán”, decía don Fernando.
En alguna oportunidad se patrocinó al hijo de un colega que tenía a su hijo postrado por un padecimiento de espina dorsal que obligaba a su intervención en Houston.
En otra ocasión se apoyó a otro editor para la fundación de un diario en el sur de la entidad, mismo que fue pagado con una bola de infamias y descalificaciones a Gutiérrez Barrios luego que dejó el poder.
Pero así era el circo, de tres pistas y sin red de protección.
A la vuelta de los años el tema de los chayoteros se volvió grotesco. Hoy si no estamos de acuerdo somos hampones; quien habla y escribe en contra de la 4T, es chayotero; quien no está en favor de determinada política pública es chayotero; quien a través del análisis, comentario y crítica censura, es chayotero, quien no aplaude las payasadas de Cuitláhuac, es chayotero; quien disiente en las redes, sea o no periodista, es chayotero, y quien no ve inteligente al “Bola ocho”, Eric Cisneros, es chayotero.
Lo grave es que solo somos chayoteros de nombre porque en los hechos no se recibe nada del actual gobierno.
Sin embargo, como todo en la vida hay excepciones. Hay colegas que han sido alemanistas, fidelistas, duartistas, miguelistas y, ahora, cuitlahuistas que son chayoteros, digamos chingones.
Son aliados del gobierno que simplemente supieron publicar lo que los respectivos gobierno quisieron escuchar y leer. Esos son los chayoteros más listos, los que aplauden no los que critican.
Habrá que insistir en que la práctica del chayote –en remedo a la fruta de la chayotera motejada así ya que es espinoso por fuera, pero muy jugoso por dentro- no habrá de extinguirse, ni se va acabará por mandato o decreto de gobierno.
Si el gobierno de Cuitlàhuac no da o da a quienes le conviene, otros morenos disidentes, panistas y priistas en busca del poder y políticos ricos interesados en figurar, así como corporaciones que requieren promoción periodística o los mismos opositores a la 4T, sí estarán muy dispuestos a soltar chayotes.
¿Cinismo?
No, simplemente una realidad en las reglas de juego entre sociedad y gobierno.
Acaso en lo futuro no será el chayote, sino la empresa periodística o no periodística. Tal vez lo sea la nueva relación del periodistas con la autoridad que fije un salario mínimo profesional, que los dote de seguridad y servicios sociales, que tengan derecho a una propiedad, que pague su retiro y seguro de invalidez y muerte… o nada.
Simplemente que se respete al gremio aunque seamos chayoteros sin chayote.
Tiempo al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo