Línea Caliente

El cuartel de “San José”, cueva de asesinos

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Por Edgar Hernández*

 

¡Debe desaparecer ese centro de tortura!

Unánime repudio entre la ciudadanía jalapeña y la misma opinión pública veracruzana ha provocado la muerte a golpes del joven Carlos Andrés Navarro, tundido a golpes por elementos de la Secretaría de Seguridad Pública hasta provocarle la muerte.

La versión oficial fue que el muchacho de 33 años sufrió un infarto en una celda del cuartel de “San José” en la ciudad capital donde fue llevado el pasado fin de semana por “alterar el orden público”.

Lo cierto es que  de nueva cuenta la legendaria “Fraternidad de la SSP” cumple con ese rito criminal impuesto por lustros en San José de parte de diferentes titulares de la dependencia, para cumplir “encarguitos” y hacer justicia por propia mano.

Carlos Navarro ayer sepultado, acometió dos graves pecados: pretender agredir con un palo a uno de los seis policías que lo detuvieron y gritar al momento de su aprehensión que lo querían secuestrar.

En realidad así fue. Fue llevado a San José sin mediar acusación alguna lugar donde fue tundido a macanazos y golpes contusos en la cabeza y rostro hasta provocarle la muerte.

Le fue negada la autopsia. No hubo reporte por escrito de violencia de parte del médico legista y del lado de la corporación solo hubo un: “¡llévense a ese cabrón para que lo identifiquen sus familiares!”.

Caso cerrado.

Su madre María del Carmen se presentó en San José para que le entregaran el cadáver que presentaba hematomas y heridas en el rostro, así como golpes y heridas en el pecho y estómago.

En declaraciones a los medios la afligida madre, María del Carmen, entre lágrimas dijo a al portal “Silla Rota”:

“Ni el maquillaje de la morgue pudo disimular los hematomas de mi hijo en su rostro. Un color violeta grisáceo tiñe su frente y desciende por la mejilla y se pierde entre los rasguños de su pómulo. Su nariz fue desviada y un rojo intenso contornea sus pupilas”.

Un video compartido el sábado anterior en las redes sociales muestra a Carlos rodeado por elementos de Seguridad mientras gritaba que lo querían secuestrar.

Al momento de ser detenido la grabación se corta.

Eso fue el sábado. Ya para el domingo la familia de Carlos recibe una llamada de Seguridad Pública en donde les informan que el detenido sufrió un infarto que le costó la vida.

El cuerpo habría sido entregado sin identificaciones y sin celular.

Ya para la tarde de ayer la presión de la opinión pública jalapeña provocó que la SSP adelantara que abriría una investigación y que daba a la familia el pésame “reiterando nuestro apoyo y colaboración para atender sus legítimos requerimientos”.

¿Requerimientos?.. Si lo que hicieron fue entregarles a un muerto.

Así, como en los mejores tiempos del “Negro” Durazo, la fraternidad de la Secretaría de Seguridad Pública se hace presente en complicidades, hurtos, violencia y muerte.

Lo de Carlos Navarro no hace más que remitirnos al asesinato, nunca aclarado en 2014, del cantante denominado la “Voz de México”, Gibrán Martiz Díaz de 22 años, también muerto a golpes por tres policías por haber osado coquetear en un antro con una amiga del sobrino de entonces secretario de Seguridad Pública, Arturo Bermúdez Zurita.

El cuerpo de Gibrán, al momento de ser entregado a su padre Efraín Martiz, presentaba quemaduras en la espalda, producto de choques eléctricos con cables de alta tensión, probablemente de 220 voltios.

“Me entregaron a mi hijo con la mandíbula fracturada por los golpes y las piernas. Los glúteos con diversos hematomas y marcas, producto de varios tablazos y el tiro de gracia”, expuso Martiz, por cierto médico de profesión, quien llevó de manera personal una investigación con evidencias de que había sido levantado por policías de la SSP.

40 meses después la SSP reconoce no que fue el sobrino de Bermúdez el autor intelectual, sino tres policías de la hermandad.

Esa es la Secretaría de Seguridad Pública que en esta época de cambios en el marco de la Cuarta Transformación encabeza el “doctor” Hugo Gutiérrez Maldonado, el que habló de cambios y censuró el famoso zoológico que tenía puesto para sus devaneos el exquisito “general” Arturo Bermúdez.

Incapaz de poner un alto a los criminales con uniforme.

Tiempo al tiempo.

*Premio Nacional de Periodismo

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