Especial

El De San Miguel

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San Miguel de Allende, Guanajuato, es una de las ciudades más bellas de nuestro país. Ubicada a tan solo 510 kilómetros de nuestra capital Jalapa, fue fundada a mediados del siglo XVI con el nombre de San Miguel el Grande en honor al santo patrono el arcángel san Miguel, el soldado príncipe de la milicia celestial, cuyo enemigo Satanás, tiembla tan solo con escuchar su nombre. Cuenta la leyenda que, cuando el ángel Luzbel salió a proclamarse más que dios, el grito de guerra fue ¡Quién como yo! por lo que el arcángel san Miguel, con la espada desenvainada, salió a su encuentro para anunciarle: Quist ut Deus, o sea ¡Quién como dios! Y precisamente ese es el significado de Miguel.

Cuando cursamos nuestra educación primaria, nos enseñaron que San Miguel Allende, fue cuna de la independencia. Aprendimos que alhóndiga quiere decir almacén y granaditas, son los granos o semillas ahí acopiadas para su comercialización. En esas mismas lecciones conocimos al Pípila, el pirómano de la región que, con su laja a cuestas y antorcha encendida, alcanzó el invulnerable portón. Nos impresionó el relato de las cabezas enjauladas de los insurgentes, suspendidas en cada una de las esquinas de aquel recinto fortificado.

SMA, también fue cuna del queridísimo tenor don Pedro Vargas, cuyo verdadero nombre fue Pedro Cruz Mata, nacido el 29 de abril de 1906. El llamado Tenor Continental, o El Samurái de la Canción —apodo ganado por el ingenio de su tocayo el locutor Pedro de Lille—  cuando estaba en la cresta de su carrera y como buen amante de su tierra natal, invitó a sus amigos  inversionistas que compraran inmuebles en SMA. El convidado Cantinflas, adquirió una casa vieja y la convirtió en un parador, hoy llamado Hotel La Ermita. Las fiestas, agasajos, convites, que montaron los artistas, toreros, intelectuales, poetas, músicos y cantantes de la época dorada, quedaron plasmados en hermosos murales, siendo este hotel, hoy en día, un extraordinario atractivo turístico, que bien vale la pena visitarlo.

Don Pedro quedó inmortalizado en infinitas fotografías; en una de las que conozco, se puede apreciar al ecuánime cantante junto con su compadre el talabartero coatepecano don César Guzmán Ruíz, y otras personalidades de la fiesta brava, libando del inseparable cuerno de la abundancia, los brebajes mágicos que acostumbra el compadrito. El complemento del retrato, es el apolillado y telarañudo marco de madera que, colgado con un mecate de ixtle del enmohecido clavo, le sigue dando vida al vetusto despacho de nuestro amigo César. Es factible pasar al negocio de la calle Jiménez del Campillo, a dar fe de esta afirmación y es seguro que, después de observar con buenos ojos el entorno, y escuchar la entretenida charla del convidante bigotón, no menospreciarán la oportunidad de quitarse la carraspera, dándole un trago a la pócima del apreciado cuerno. No habrá arrepentimiento, pues este evento es uno de los gratos atractivos que hacen magia en este mi Coatepec.

Gentiles amigos míos, muy agradecido, muy agradecido, muy agradecido, aprovecho para recordarles aquello que decían los de antes: “Mostacho gacho, señal de borracho” Que conste que aquí no se dirige ninguna alusión personal. Bendiciones amigo César.

¡Ánimo ingao…!

Con el respeto de siempre Julio Contreras Díaz.

 

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