El desenlace
Por: Norma Carretero Rojano
Capitulo tres: Romper el hielo
A la vez, Julio la enteraba que se encontraba ya en su cama y en compañía de sus perros leyendo el periódico…
Pasaron muchos días en donde Julio y Laura intercambiaban alguna información de sus actividades. Se platicaban sus experiencias cotidianas y, cada vez se hacían ya indispensables sus mensajes por whatsapp, ambos lo disfrutaban y servía para irse conociendo más y más, aunque el hielo aún no se había roto del todo. Cierto día, Julio le decía a Laura: -Cuando Usted estuvo en Medina por un periodo prolongado, nunca se nos ocurrió entablar esta amistad que ahora se da, se nos fue únicamente en hablar de trabajo y los asuntos pendientes de la oficina, pero cuando nos veamos, en diez minutos nos contaremos nuestras vidas y los demás de temas varios, según nos lleve la plática. –Si Julio, fuimos muy profesionales y, además, cada uno estaba en su mundo.
–Laura, ¿ya nos podemos hablar de tu?. –Sip, fue la respuesta corta de Laura, acompañada de una carita de asombro y otra con las mejillas encendidas. –Con los primeros “whats” –decía Julio- nos vamos a acostumbrar, ya verá, verás –corregía-.-Yo creo que si Julio. –¿Te gusta que te llamen por tu nombre, Laura?, o, ¿le buscamos otro? –Jaja, siempre me han dicho por mi nombre, pero a ver, leo propuestas. Laura se sentía extraña y turbada, pero detrás del celular, la pena era menos. Julio, toda una institución de su oficina, años de tratarse sin ir más allá o pensar en algún romance, etcétera, etcétera, eran motivos suficientes para que a Laura le costara trabajo asimilar su nueva “relación” con Julio. –Tu nombre está bien, sin diminutivos –replicaba Julio– Somos personas adultas y ya estamos más allá del bien y del mal. -Por nuestros nombres de pila está bien. Laura temblaba como una adolescente, las charlas con Julio ya eran todo el día y todos los días y, además ahora ¡le hablaba de tu!, ¿Qué sensaciones más bonitas!, a veces, lamentaba no encontrarse en Medina, pero entendía que el destino, es así, que era ahora y no antes que se daba esto con Julio, aquel hombre con el que trató siempre con cortesía, educación y respeto. Aquel que parecía no verla tan solo por cuestiones de trabajo, aquel que podía atender también cortésmente al que llegaba a su oficina y ayudaba a resolver dudas. Laura recordaba que algún día, Julio le dijo: que bien se ve hoy, pocas mujeres son tan arregladas como usted, eso es muy bonito. Pero Laura lo tomo como una mera atención de alguien educado y caballeroso.
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