El Gurú: dinero, vil metal (2)
Por Sergio González Levet
Y en efecto en nuestro siguiente encuentro el Gurú y yo seguimos hablando sobre el dinero, o seguí yo, porque en este tema se cambiaron los papeles y era yo el interrogado.
—Bueno, pero ¿qué contestas específicamente a la pregunta de si el dinero es importante o no? —me arrinconó el Gurú.
—Pues para mí es importante como medio de cambio. En esencia, deberíamos obtenerlo como una justa retribución en justo pago a nuestros servicios, pero el principio se ha corrompido al grado de que muchos ganan enormes cantidades por no hacer nada y otros se soban el lomo la mayor parte del día o de la noche, y apenas les alcanza para sobrevivir, o ni para eso.
—Pues no has respondido a mi satisfacción. Lo que quiero que me digas es si para ti vale la pena vivir atrás de un buen sueldo o un gran ingreso, o si estarías por la libertad que te deja el no tener que sacrificar tu tiempo y tus esfuerzos para ganar dinero.
—Ni lo uno ni lo otro —le dije triunfante al pensador—. Es importante que hagamos lo que nos gusta, pero no tanto como para que dejemos de subsistir. Por el contrario, obtener dinero suficiente nos deja tiempo para no tener que perder el tiempo buscando dinero. Y con ese tiempo libre podríamos hacer muchas cosas satisfactorias. Yo lo que digo es que debemos aprender a vender bien nuestro trabajo, a cobrar lo justo que vale lo que hacemos. Y, claro, tenemos que hacer cosas valiosas para que nos paguen bien.
—Entonces, por lo que me dices, crees que el dinero es crucial para la vida moderna… o para tu vida, no pequemos de soberbia intelectual —el Gurú no estaba nada contento con mi línea de pensamiento.
—Tanto como crucial, no. Sí se me hace necesario. Y aparte, me doy cuenta de que quienes dicen que el dinero no sirve para nada o que tratar de obtenerlo va en contra de la libertad humana, por lo general son gente que trata de ocultar su inmensa flojera atrás de razonamientos que parecen filosóficos. Los perezosos, los irresponsables, los fiesteros, los ignorantes, que por lo general son unos muertos de hambre (si me disculpa el término), son los que más abogan en contra del trabajo remunerador. Una cosa sí le digo, obtener dinero cuesta mucho esfuerzo.
—Y ser libre también es muy caro —me atacó.
—Convengo con usted, maestro, pero esa libertad le termina costando a alguien más, porque el flojo tiene que sobrevivir y lo hace a expensas de los demás, por lo general personas que cumplen un horario y reciben un emolumento. Es muy digno a la hora de ser libre, pero indigno a la hora de tener que pedir que lo mantengan. Recuerdo un amigo de mi pueblo que tenía ya más de 30 años y no daba muestras de querer hacer algo de provecho. Su abuelo, con el que vivía y del que vivía, un día le reconvino: “Güicho, mira la edad que tienes y aún no trabajas. ¿No te da pena?” Y el otro le contestó: “Mira, abuelo, de darme pena, sí me da… ¡pero me la aguanto como los machos!”
Hice una pausa, miré al maestro, no hallé una gran satisfacción en su rostro, y a cambio le hice una concesión a manera de despedida:
—Eso sí, recuerde al clásico: “El dinero es un bien que no nos sirve de nada, hasta que nos separamos de él”.