El inframundo
El pueblo se vistió de colores en la fiesta de Todos los santos. Fue un trajín el ir y venir de la gente comprando en el mercado, calles y diversos negocios las flores de Cempasúchil, la rama tinaja, la masa, las hojas de totomoxtle, el jamoncillo y todo lo necesario para decorar el altar y recibir a los fieles difuntos en su visita anual.
Dentro de la ancestral tradición en la Casa de altos –que al parecer es la más antigua construcción de este estilo arquitectónico del pueblo– se montó una obra de teatro en la que se muestran esas costumbres y tradiciones que nos ponen en contacto con los difuntos, que en estas fechas nos visitan en nuestro hogar.
Penetrar en la añeja casona en plena oscuridad para luego andar entre antorchas que iluminan tenuemente el jardín central eriza la piel. Escuchar voces y lamentos que parecen emerger del mismo infierno bajo la luna llena se torna aterrador. Con la fría resonancia de sus voces esos seres sobrenaturales nos condujeron hasta una remota época, para conocer su forma de vida: la que los condenó a penar por generaciones en los pasillos del añoso inmueble, clamando una oración que haga descansar su alma. Esos espíritus nos tomaron de la mano para conducirnos por los oscuros pasajes del inframundo, parecíamos hipnotizados, pero vivíamos la realidad, el corazón amenazaba con romper el pecho al estar en contacto con ellos.
Es espeluznante el tormento que sufren esas almas que protagonizaron su historia en esta casona en la que aún se escucha en el jardín el eco de sus risas y lamentos, un eco que no cesa desde aquellos años. Los cuartos, las recamaras y los túneles son espacios en los que esos espíritus arrepentidos desahogaron en nosotros sus pecados y la forma en la que rigieron sus vidas guiados por la convivencia personal y social de la época.
Sin embargo, fue inesperado el momento en el que la muerte nos entrelazó de la mano y con cierta dulzura cantó invocando al cielo y a nuestros difuntos con solemnes plegarias para renacer en nosotros el amor hacia ellos y poder reencontrarlos en lo más hondo de nuestro ser.
Seguramente el próximo año la sombría aventura de la casa de altos nos estará esperando con los brazos abiertos para convivir nuevamente con esas almas que habitan el inframundo. Hasta entonces.