EL NIÑO QUE HACIA RUIDO
EL NIÑO QUE HACIA RUIDO
Por: Javier Larios Proa
Vamos
a la fiesta, me dijeron, es la Kermesse del Colegio Cipactli, su patio era
enorme. En la verbena, había juegos, venta de golosinas, casa de los sustos,
registro civil y una disco para bailar, emocionado entré, y lo primero que vi
fueron instrumentos musicales listos para tocar, alcé la vista y el escenario
estaba también esperando a los músicos. Una emoción recorrió mi cuerpo. Quién
iba a decir fue mi primer concierto.
Sorprendido
preguntaba quién tocaría, y esa curiosidad por saber más me hizo esperar, en
esa tarde de fiesta colegial llena de alumnos de primaria, secundaria y algunas
familias llenaban el salón.
La
emoción crecía con la espera cuando aparecieron unos chavales entre 12 y 15
años, se hacían llamar “White Roof”, armados con guitarra, bajo, órgano,
congas y batería, tocaban rock de aquellos años setentas.
Mi
atención fue para dos personas, un niño de estatura baja tocando las congas sin
miedo, que se movía con buen ritmo en el escenario, era Marquitos,
estaba clavado en su papel. El otro era el baterista, un chavo flaco con lentes
oscuros, chamarra de piel, pegándole a la batería disfrutaba.
Así
conocí a Yuyi gozando con la música, a cada golpe parecía que platicaba
con tambores y platillos de su batería, era increíble como aquellos
instrumentos aguardaban una fiesta de sonidos armónicos fuertes y rítmicos que
hacían mover al auditorio.
50
años después Yuyi sigue tocando la batería, juega con las baquetas, nos
hace vibrar de emoción, es la música, es la amistad.
Me
refiero a Rodolfo Sanroman Pérez, para sus amigos, “Yuyi”. Es todo un personaje
de la colonia Claveria, hijo del Dr. Rodolfo Sanroman Campos, hombre de
gran corazón, padre y esposo ejemplar, que fue director de la farmacéutica Ciba
Geigy, hoy Novartis.
Su
madre, Concepción Pérez Sánchez, consentidora, responsable, amorosa y
musical conserva la chispa de vida a sus 94 años.
Concepción
“Conchis” Sanroman Pérez, es la hermana
que todos quisiéramos tener. Ejemplo de amor y cariño hacia la familia y en
especial al cuidado de su mamá, sus mimos hacen que la vida se extienda
amorosamente. Conchis es cariño hecho mujer.
Platicamos
como tantas veces, pero esta vez hablamos solo de él y su batería.
¿Quién
te inició en la música?
Como
en muchos hogares la radio estaba encendida muchas horas, mi madre la prendía para acompañarse en sus
actividades del hogar. Me gustaba oír la música desde niño, cuenta Rodolfo.
¿Qué
estación, recuerdas?
Radio
Variedades, transmitía música en español y me
imaginaba estar tocando las canciones. Es mi mamá es la que indirectamente me
introduce al mundo de la música, ya que en mi familia no había músicos.
¿Cuándo
empiezas a tocar?
Empecé
a hacer ruido como a los 4 años, cuenta mi madre. Siempre andaba buscando unos
pedazos de madera que convertía en baquetas, ollas, sartenes, cazuelas y todo
aquello que se pareciera a una batería, a mis padres les llamaba la atención.
Era el niño que hacía ruido por toda la casa.
La
batería improvisada, despertaban mi inquietud y cada vez, descubría nuevos
sonidos. Así creció mi interés por los diferentes sonidos de percusión, fuera
un sartén, olla o lo que hubiera.
¿Quién
fue el músico que te motiva al instrumento y qué banda atrajo tu atención?
Ringo
Starr, me impresionó su forma muy personal de tocar la batería. Además, el
mundo artístico se llamaba onda Beatles, te hablo de los psicodélicos años sesentas.
Los
Beatles me llevaron de la mano al mundo musical y tiempo más tarde cuando
conozco a más grupos ingleses cambié de conceptos musicales y olvidé a los
famosos Beatles.
Cuando
escuché por primera vez Inagada la Vida, era 1968 imaginaba que
yo era el baterista Ron Bushy.
Fue
ese momento giro total. Siempre existen muchas influencias de músicos a músicos,
esa no era la excepción. Una vez más, confirmo que vas cambiando musicalmente,
entre más escuchas hay nuevas propuestas y te abre un panorama más amplio.
Es el
mundo infinito de la creatividad.
¿Cuál
fue tu primera batería?
Le pedí
a mi padre que me comprara una batería. Me llevó a casa Veerkamp en la Condesa,
en la calle de Álvaro Obregón, aún lo recuerdo, incluso veía el tranvía
circular por esa avenida.
Al
llegar a esa imponente casa de música, la cantidad de instrumentos y accesorios
musicales. Ver toda clase de baterías, marcas, colores y tamaños. Me produjo
una emoción, que siento nostalgia cada vez que entro a una tienda de
instrumentos musicales, llega inevitablemente, ese momento me veo entrar a la
tienda con mi papá.
¿Le
puedo ayudar señor? Le dijo el vendedor a mi padre le contesta con una
seguridad que era muy común en él, por ello su gran personalidad de empresario.
“Qué baterías tiene y cuál me recomienda para mi hijo?
Inmediatamente,
respondo una Ludwig, yo quería una como la del baterista que tocaba “indagaba
la vida”, se sorprende de mi respuesta y nos lleva donde estaba. Era un escenario
completamente iluminado, la batería brillaba como el sol. ¡Esa! Exclamé.
Era
blanca, hermosa, tenía una tarola, tom de piso y aire, bombo y un par de
platillos. Todo un tesoro para un niño de diez años.
No recuerdo su precio, pero de seguro no fue barata,
ríe Rodolfo conservando la alegría que le distingue, con elegancia y sobriedad.
Nos comenta, en algún momento de mi vida esa batería desapareció, se fue de mi
lado, y mucho tiempo después la recuperé, la restauré y ahora es parte de mí.
YuYi
como todo buen artista está en una búsqueda constante de sonidos.
¿Cómo
los descubres?
Experimenté
con diversas baterías, marcas, platillos, uno quiere seguir percibiendo sonidos
diferentes. Te vuelves enfermo y atesoras instrumentos. Hoy tengo 5 baterías, que
disfruto enormemente.
¿Tu
primer grupo?
Lo
hicimos en familia, con mis primos. Mis tíos los habían enviado a tomar clases
de piano y empezamos a tocar en fiestas familiares. Nos hacíamos llamar los “Clovers”,
era el nombre de un grupo de los años 50s y 60s, nos divertíamos mucho y la
familia disfrutaba vernos tocar.
¿Qué
bateristas te influenciaron?
He
admirado a muchos, sin embargo, desde niño escuché mucho a Ringo, a John Bonham
baterista de Led Zeppelin, al gran Budy Richie, a Krupa, baterista clásico, al extraordinario
baterista mexicano Tino Contreras. De todos aprendes mucho, ellos formaron mi esencia
musical.
¿Cómo
era la vida de un niño baterista?
Mi
padre me presumía con sus familiares y amigos. No era muy común ver a un niño baterista
de 10 años.
En ese
tiempo mi papá contacta al baterista de los hermanos Castro,” Álvaro López”,
cabe mencionar que mi padre fue un fan de este grupazo de música, de enorme calidad
artística, en voces y conceptos diferentes que hicieron época.
Lo
llevó a casa a escucharme tocar, frente a mí me dice: ¿qué canción vas a tocar?
-Todo
nervioso le contesté, “Born to be wild” del grupo de rock “Steeppenwolf”.
¿Y qué
dijo?
Nada,
el cabrón seguramente le dijo algo a mi papá, nunca me comentó nada, por ello,
supongo que mi papá le dio una lana.
Presentarte
en el escenario es difícil, y a esa edad creo más, ¿cómo lo viviste?
Sufrí
por mucho tiempo de pánico escénico, incluso cuando tocaba en las fiestas de la
familia, me colocaba debajo de las escaleras para que no me vieran procurando
no sentir pánico. Recuerdo que ponía un disco y tocaba como si fueran pistas.
¿Cómo
controlaste esas emociones y pensamientos negativos?
Tuvo
que pasar mucho tiempo, un día un baterista muy reconocido, Héctor Navarrete, musico
de Alejandra Guzmán, Alex Sintek entre muchos otros, me enseñó a mirar al
público cuando estas tocando. “Observa
cómo disfrutan. En ese preciso momento es cuando sabes que ya los tienes
atrapados y empiezas a sentirte libre”, me dijo, sus palabras nunca las
olvidaré.
Me
sirvió, porque automáticamente los nervios desaparecen, llega una ola de
seguridad que te invade ahí empiezas a disfrutar. Es algo increíble y muy padre
transformar sensaciones negativas en algo positivo, es catártico.
¿Tu
colección de discos?
Antes
de ser baterista soy melómano hasta la raíz, imagínate que tengo alrededor de
5000 LP en excelente estado entre cassetes y cds. Compraba los discos en una
tienda en Insurgentes que se llamaba “Hip 70”, eran discos de de
importación de todas partes del mundo, sus precios no eran baratos. En aquellos
años existía el mercado negro de discos, la “fayuca”, costaban más baratos.
Los conseguía
por el rumbo de Tlatelolco, desde niño me apasione por los discos que eran influencias
musicales y así descubría grupos, ritmos o lo que estuviera en boga, rock o
cualquier otro género del momento.
También
me involucré en otras de mis pasiones, el audio de alta fidelidad, y experimenté
la calidad auditiva en cada marca de amplificadores, bocinas, ecualizadores, tornamesas,
grabadoras, etc. Al escuchar un disco LP el sonido era algo sin igual es una delicia
escuchar estas obras de arte.
¿Qué sientes
cuándo tocas en público?
La música
me hace sentir vivo, hace que afloren todos mis sentidos afloran mis
sentimientos y se fusionan al tocar la batería. Es estar aquí en el ahora, que podría
ser como la gloria metafóricamente, comenta emocionado.
¿Cuál debe
ser el perfil de un baterista?
Sentimiento,
técnica, disciplina. No solo para la batería, sino para todos los instrumentos
y la vida misma.
Si
volvieras a nacer, ¿qué te hubiera gustaría ser?
No me
veo con otra actividad. Desde niño descubrí la música, me quedo con ella, quise
ser baterista, lo soy y disfruto a lo máximo.
Los
sonidos de percusión me transmiten tiempos, acompañan las armonías, dan ritmo a
la música y a mi vida.
Los
sonidos de los tambores, metales y platillos en conjunto son la coordinación de
tu cuerpo, brazos manos y piernas, se mezclan para cocinar un manjar de ritmos.
Son sensaciones personales que van fluyendo con los ritmos, que al alzar la
vista para ver al público puedes ver esas emociones brincar, gritar, bailar,
cantar. Es maravillosamente increíble,
es una conexión mágica cuando se logra.
¿Ser
baterista le ha dado un plus a tu vida?
Gracias
a ser músico he conocido a gente muy talentosa, con una sencillez única y de
gran corazón. Ser baterista me abrió las puertas para proyectos de trabajo, en
otros giros. También he tenido mis bajadas y muchas caídas como cualquier
persona. He tocado fondo en todos los sentidos, pero ser baterista me ayudó a conseguir
nuevamente mi equilibrio emocional.
¿Un
momento difícil profesionalmente?
En
1985 en un proyecto del BABY O, me invitaron a un proyecto musical mi
amigo Rafael Vita, los integrantes eran de primer nivel, la super banda
americana “The Pointer Sister”, imagínate le hacían los coros,
nada menos que, a los “Manhathan Transfer”. Los ensayos eran de 8 horas
diarias, músicos de sesión, ganando 3 mil dólares semanales. Una competencia enorme
entre músicos, me invitaron a tocar la parte de batería, esa fue la parte más
triste de mi vida.
Rodolfo
hace una pausa, su mente vuela en el tiempo para sincerarse…
No
pude con la batería, ellos estaban por arriba de mí, me quedé corto, recuerda
nostálgico Yuyi.
¿Qué
te dijeron?
“Amigo, tocas muy bien, pero te
falta aún más práctica, saber leer. Gracias”.
Todo lo
sacaba de oreja como decimos los músicos, eso me ayudó a superarme musicalmente
y en la vida.
¿Qué
aprendiste?
A ser más disciplinado y constante.
Sin
embargo, no me di por vencido al proyecto, me hice la maqueta de la batería, así
como mezclar los instrumentos en las grabaciones, que es otra actividad musical
que me apasiona.
Un año
más tarde, me invita un gran amigo al proyecto de un LP “Kicks Joe Hood” este proyecto, fue el disco que contenía la canción del mundial
86 “Bienvenidos” el disco tenía una producción de gran calidad y
fue muy aceptada en el público, sonaba en radio y televisión.
Después trabajé en otro proyecto con la banda “November
The Day”, éramos: Roberto Reynoso, en el bajo; yo en la batería, Rafael Vita quien me invito, además de ser un gran amigo y musico
de elite; el cantante y compositor era nada menos que el “Negro”
Alejandro González Iñarritu.
Ya formada la banda emprendimos la salida a tocar, en
Cuernavaca, Morelos, en un lugar muy exclusivo abrimos a “Kenny & Los
Eléctricos”.
Posteriormente me involucré en la producción musical,
con “Flans, Timbiriche” “Piporro” Olga Breeskin, organizado el Festival
de Jazz y Blues en Naucalli, entre otros proyectos.
Actualmente Rodolfo participa con grupos de blues,
rock, y una Big Band.
¿Qué faltó hacer musicalmente?
Ese sueño me persiguió por mucho tiempo, ir a Berkley,
la Universidad mundial de música. No cabe duda que la preparación para ser un músico
completo es el estudio, disciplina y constancia. Como artista siempre estas
estudiando y practicando, eso te hace dominar tu instrumento, desarrollas habilidades
que mejoran la actividad profesional.
Existen casos que músicos de gran trayectoria que nunca
tuvieron maestros o bien, que no estudiaron en escuelas, son liricos, esas
genialidades se les llama virtuosos.
Rodolfo Sanroman, musico, niño
prodigio, empresario, productor musical, amante de la música, admirador de
autos, motos, apasionado por las armas y la milicia, gran hijo, hermano, hombre
de enorme corazón y mejor amigo.