El (nuevo) dominio militar
“La justicia sobre la fuerza, es la impotencia, la fuerza sin justicia es tiranía”
Blaise Pascal
- 1. El lenguaje de la venganza. Cinco soldados fueron asesinados el pasado primero de octubre en Culiacán, Sinaloa. Este hecho disparó un torrente de reacciones del Gobierno y de diversos sectores, todos coincidieron en repudiar el múltiple atentado. No era para menos. Sin embargo, a partir de ello, el presidente Peña y de manera especial el secretario de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos, expresaron un conjunto de calificativos en contra los presuntos homicidas, lo que refleja la desesperación que campea en la élite del poder político, ya que no pueden explicarse de otra manera estos desplantes vengativos que ambos personajes difundieron en los últimos días.
Por supuesto, no se trata de justificar ni dejar pasarla muerte de los militares, pero, lo que sí es imprescindible es definir una clara postura acerca del papel de un Estado constitucional que debe alejarse de las tentaciones persecutoras impulsadas por reflejos simplemente reactivos. Así, todo indica que la sensatez institucional no es una característica de los dirigentes de este Gobierno.
- Hegemonía y correlación de fuerzas. Ni duda cabe que la delicada situación que se vive en el país en materia de violación a los derechos humanos y la expansión de la delincuencia molecular y organizada, está provocando tentaciones y ocurrencias peligrosas para tratar de contener la abultada necrofilia que ya atraviesa la geografía nacional.
Bajo este contexto de debilidad de las fuerzas policíacas en todos los niveles, se ha facilitado que la cúpula de las Fuerzas Armadas obtenga privilegios e imponga condiciones al grupo político civil. Esta hegemonía se fue consolidando desde el periodo de Calderón, quien decidió sacar de sus cuarteles al Ejército y a la Marina para combatir al narcotráfico. El saldo está a la vista y no es nada gratificante. Hoy las fuerzas castrenses están diseminadas en gran parte del territorio nacional, y con ello, la toma de decisiones ha salido de la esfera de las fuerzas policíacas y ministeriales regulares, otorgando a las fuerzas armadas un metapoder inconstitucional y desproporcionado que vulnera al tan cacareado Estado de Derecho.
- Los peligros que nos acechan. Está clarísimo que la mayoría de las Policías de los tres niveles de Gobierno han resultado incapaces para enfrentar con éxito a la criminalidad organizada, la explicación es de carácter multifactorial e histórica, aunque no debemos perder de vista que el elemento nuclear de la amplificada crisis de la llamada seguridad pública se localiza en la connivencia de elementos del Estado con las estructuras e intereses específicamente del narcotráfico, lo que da sustento al concepto de delincuencia organizada.
La incapacidad sistémica de la clase política dominante, preocupada más por conservar el poder mediante el clientelismo y el corporativismo, no puso el interés debido en la preparación de cuerpos policíacos y mucho menos en los órganos ministeriales, lo cual ha dado como resultado que hoy la única vía para contener al narcotráfico sean las Fuerzas Armadas, que por cierto, no están capacitadas para encarar las violencias urbanas y las tareas que se derivan de las acciones de las delincuencias, con lo que estamos en el peor de los mundos: mayoría de policías corrompidas, desarticuladas e impreparadas, y; por otro lado, soldados y marinos improvisados en tareas que no están en sus funciones primarias. Y como colofón preocupante, una cúpula militar soberbia y vengativa. ¿Qué no espera bajo este panorama?
pedropenaloza@yahoo.com/Twitter: @pedro_penaloz