EL OBRADORATO, CONTRA LOS TRABAJADORES
EL OBRADORATO, CONTRA LOS TRABAJADORES
Por Aurelio Contreras Moreno
Un argumento central en la defensa de los
fideicomisos del Poder Judicial de la Federación (PJF) es que su desaparición
lo que afecta, en realidad, son los derechos de los trabajadores y no, como
falazmente difundió el régimen obradorista, los “privilegios” de los ministros
de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, los cuales ni siquiera rozó.
No por nada, fueron los trabajadores del Poder
Judicial federal los que encabezaron las protestas desde la semana pasada
contra la decisión que, inevitablemente, aprobó un Congreso de la Unión
dominado por infames legisladores levantadedos en su perjuicio.
Una senadora que de última hora recuperó un
gramo de cordura –para la de dignidad aún le faltaría admitir que avaló y
participó en un gobierno que está destruyendo la democracia en México-, la ex
ministra Olga Sánchez Cordero, votó en contra de la infamia morenista para
saciar los ánimos de venganza de López Obrador, bajo la base de que,
efectivamente, lo que se desaparece son derechos y conquistas de los empleados
del Poder Judicial. O sea, del pueblo, para hablar en los términos del
obradorato.
“Son oficiales, secretarios de tribunales y
juzgados, jueces, magistrados y defensores públicos, un total de 46 mil 931
trabajadores, capital humano altamente especializado, al que afectaremos
gravemente si en el Senado desaparecemos todos los fideicomisos que administra
el PJF”, advirtió durante la discusión en el Senado la primera secretaria de
Gobernación del sexenio.
Fue en ese sentido que pidió reconsiderar la
extinción de los fideicomisos para el Desarrollo de
Infraestructura que Implementa las Reformas Constitucionales en Materia de
Justicia Federal; para la casa habitación de personas juzgadoras cuando son
reubicadas a zonas de alto riesgo; de Pensiones Complementarias de
Magistradas y Jueces jubilados; y el de Apoyos Médicos y de Apoyo Económico
Extraordinario para Servidores Públicos del PJF, este último integrado por
recursos propios de las y los trabajadores para situaciones de emergencia.
Nada de eso le importó a los abyectos personeros
del régimen que, en los hechos, le terminaron robando, con todas sus letras, su
dinero y sus conquistas labores a los trabajadores. Con todo y las vacuas
promesas del presidente, cuya palabra empeñada de no afectar a los empleados –a
los que luego mandó acusar de ser “manipulados” por salir a protestar-, a estas
alturas, no vale un centavo.
Pero no fue éste el único atentado cometido
contra los derechos de la clase trabajadora en la “sesión negra” de este martes
en el Senado.
De manera por demás inverosímil, y aprovechando
que el reflector estaba dirigido a la venganza de López Obrador contra el Poder
Judicial por defender la Constitución, fue aprobada una contrarreforma laboral
inaudita, motejada ya como la “Ley Napito”, ya que su principal impulsor es el dirigente
del Sindicato Minero, el impresentable Napoleón Gómez Urrutia, a quien López
Obrador le “perdonó” haberse birlado 55 millones de dólares de sus afiliados
para huir a Canadá.
La reforma de marras a la Ley Federal del
Trabajo obliga de nuevo a los trabajadores afiliados a cualquier sindicato a
entregar cuotas a su organización gremial. Y no van a tener opción de
elegir. El descuento irá directo a su salario, vía nómina.
La “justificación” de semejante atrocidad es que
es “potestad de los trabajadores ingresar o no a una organización sindical, por
lo que en caso de ser parte de una, expresamente acepta que será sujeto de
derechos y obligaciones”.
Además, juran que “los recursos que aportan las
y los afiliados se emplean en la operación, administración y crecimiento de su
sindicato, lo que se traduce en mayor protección y beneficios laborales. Sin
las cuotas sindicales, las organizaciones de los trabajadores carecerían de
recursos para ejercer su responsabilidad en la defensa de los derechos de los
trabajadores”.
La realidad es que esas cuotas han servido para
amasar multimillonarias fortunas de los líderes de sindicatos como el
petrolero, el magisterial y por supuesto, el minero, cuyo líder farfulló que “quien
no se encuentra al corriente en sus cuotas, no forma parte del sindicato y no
tiene el derecho a la protección y la seguridad laboral”.
En particular, esta última reforma es un
“regalazo” de Morena y López Obrador para los líderes sindicales del país, que
podrán seguir medrando como lo hicieron sin medida Carlos Romero Deschamps
–quien falleció la semana pasada, impune-, Elba Esther Gordillo –quien hoy goza
de su fortuna en libertad y hasta se da “chance” de seguir haciendo política- y
el propio Gómez Urrutia. A cambio, los sindicatos deberán regirse en las
próximas elecciones bajo la lógica corporativista clientelar: como peones del
partido en el poder. Como en los años de “gloria” del PRI.
Lo más cabrón es que muchísimos de esos
trabajadores votaron por Morena. ¿Seguirá siendo un “honor”?
Email: aureliocontreras@gmail.com
Twitter: @yeyocontreras