EL OCTAVO CÍRCULO
EL OCTAVO CÍRCULO
Por Héctor Guerrero
La adulación se define como un
elogio excesivo y recurrente de las “cualidades” de otro.
A través del tiempo, la
humanidad siempre ha padecido de tener entre su núcleo social un ser
indeseable, despreciable, adulador, besamanos, palero, gorrón, come cuando hay,
queda bien y todos los motes por el estilo.
La historia se encarga de
poner el mote a tal o cual, lo que es cierto es que todos lo conocemos, lo
detectamos, a pesar de la vergüenza o la repulsión que cause, existe y de
alguna extraña manera los acogemos y ya lo increíble es que, a veces los
encumbramos al poder.
Toda sociedad, está condenada
a tener a a algunos de ellos, a veces solo uno, o se juntan dos o tres o cuatro
de un jalón, pero siempre están.
¿Por qué subsisten? Porque
siempre hay alguien dispuesto a ser adulado, venerado, adorado y que a la vez
construye un séquito de lacayos que practican un servilismo hasta grosero,
exagerado, humillante a veces.
Lo anterior pasa incluso con
personas ya fallecidas, actores, actrices, músicos, cantantes, artistas o
figuras públicas de alto impacto.
Por ahí dicen que para lo
único que no está preparado el cerebro es para lidiar con eso que llaman
“fama”.
Así, desde faraones,
emperadores, reyes mayas o aztecas, hasta aberraciones como Franco, Maduro, Kim,
Pinochet, Putin, China y un laaaargo etc.
Cada sociedad tiene el suyo,
cada uno de ustedes puede imaginarlo, desde el comisariado ejidal, hasta donde
apunte su horizonte. Es más, en casa todos tenemos un aspirante a dictador ¿O
no?, quizá a veces somos nosotros.
El encogido, pequeñito ego del
adulado necesita al adulador, pues así es la adulación, no puede existir si no
quien la demande, son simbióticos, pero al revés.
El Adulado siempre tiene un
aprecio divino, sobrenatural, hacia sí mismo, como los bebés, que tienen la
necesidad de ser el centro del mundo y manifiestan un total desinterés por la
situación de los demás. Los que somos padres saben de lo que hablo.
En fin, el ser servil,
adulador, todos sabemos que es una manera de menospreciarse, de tener la
certeza de ser poca cosa, con tal de formar parte de esa grandeza, de ser
cobijado por el manto protector del mesías en turno.
Con la sola idea de que eso
puede suceder, el adulador se siente más que pagado, más que con alguna dádiva
o torta o frutsi, ya no digamos un cargo político, mucho menos la posibilidad
de ser el segundo o la marioneta.
Una vez que ya se siente
instalado en su “Pandora”, el adulador ya no le importa si se humilla o no ya
su horizonte apunta a buscar la aceptación, reconocimiento, bendición de su
objeto de deseo.
Quiere mutar, ser esa
crisálida que va a renacer a imagen y semejanza del ególatra que adula. Es como
narcisismo, pero al revés. En fin.
Sin duda que la adulación es
un mal muy despreciable, por eso quizá el gran Dante Alighieri ubicó a los
aduladores en lo más profundo del infierno, más profundo que el de los homicidas
y ladrones.
¿Y cuál es su condena? encontrarse inmersos en excrementos humanos,
ahí en esa parte se narra que encontró a dos personajes, uno de ellos, Alessio
Interminelli, y otro una prostituta de nombre Thais.
¿Cómo habrá sido el
comportamiento de estos seres?, la sumisión, la adulación, el sometimiento y
demás conductas para terminar ahí?
Yo me pregunto en el infierno
mexicano ¿quiénes estarían compartiendo la misma suerte?
O mejor aún, ¿quiénes van para
allá?
¿Habrá tanto espacio en el infierno
para todos nosotros?
Sin duda, dice un buen amigo
que: “en el infierno cabremos todos” (y todas, claro).
No sé ni siquiera por qué
estoy hablando del tema, yo quería no fallarles y ser experto en terrorismo
subterráneo, pero creo que ya no tengo mucho espacio.
Quería hablarles del perfil
criminal y la mente siniestra de la señora que fue detenida por aventar unas
aspas de plástico a las vías.
Iba a hablar del espectáculo
lamentable que día con día se convierte Claudia Shienbaum y los que denuncian
sabotaje.
Pero, bueno, creo que hay
bastante sobre el tema. No creo que mi comentario cambie al mundo, lo que si
puedo decir en una palabra es lamentable, lo que pasa en el metro, la señora
cantando en los vagones, los que defienden lo indefendible.
Para ellos les espera sin duda
en vida el octavo círculo de Dante.
Esos aduladores que van desde
quien toca la puerta del palacio, hasta quien recibe las migajas que avienta el
aciano a sus palomas. Se las comen todas. TODAS.
Ya para cerrar el tema decía
ese loquillo de Freud: “Uno puede defenderse de los ataques; contra el elogio
se está indefenso.”
¿Será?
Tiempo al tiempo.
@hecguerrero