El poder de a de veras
El poder de a de veras
La agenda de las mujeres
Si creíamos que con la paridad sería
suficiente para garantizar nuestro acceso al poder político, ha sido claro que
no es así.
Cada acción,
decisión y omisión política que se ha llevado a cabo tanto a nivel federal como
en las entidades federativas y municipales, así lo ha evidenciado.
Las mujeres son
colocadas en posiciones de representación, pero sin decisión política real y
sin incidencia. Solo para el ornato, solo para la impostura.
Mujeres que les
permiten a ellos –los señores del poder– llenarse la boca con el discurso de
una inclusión que sirve solo para la foto, porque en la práctica, en el terreno
mismo donde el poder se hace real, ni estamos incluidas ni somos consideradas.
El perverso juego de los “lores” tiene
reglas muy claras para ellos, por eso las acciones que realizan los “grandes
señores” son repetidas por los pequeños “príncipes”, quienes tratan de imitar
la escena una y mil veces con gabinetes en apariencia paritarios, congresos
mitad y mitad solo en la forma y posiciones entregadas a mujeres que, o bien
reafirman el poder de aquellos que ahí las colocan, o que son utilizadas para
guardar las formas en un tiempo en donde no ser paritario es ser incorrecto,
política y legalmente hablando.
Pero las mujeres
no mandamos y ésa es la cruel verdad. Seguimos dando las “gracias” a esos
caballeros que “generosamente” confiaron en nosotras y que “nos dieron la
oportunidad” de ocupar este encargo que hoy desempeñamos, pasando por alto que
nadie nos ha regalado nada y que el cargo que estamos desempeñando lo vamos a
trabajar con creces, para encima de todo tener que demostrar que tenemos la
capacidad para llevarlo a cabo. Y eso es muy agotador.
En esa circunstancia, muchas de las que
llegan acaban cediendo al embate del poder de los “lores” porque en cada
ámbito, por minúsculo que sea, hay un señor que ejerce con profunda convicción
el autoritarismo y lo hace valer con los recursos de los que dispone: limitando
el presupuesto a ejercer, bloqueando las iniciativas, acosando, obligando,
presionando y para ser muy precisas: violentando.
Éste es el punto
al que quería llegar. A decir con absoluta convicción que a todas se nos
violenta de una o de otra forma porque no importa si el cargo que desempeñamos
es chico, mediano o grande: es un espacio que ellos creen que les pertenece y
por tanto su objetivo es bloquear nuestro desempeño para hacer evidente que no
nos merecemos estar ahí porque no tenemos capacidad para ejercerlo.
Y entonces, queridas amigas, caemos en
la más perversa de las trampas patriarcales: no ser sororas.
Marcela Lagarde
lo dice muy bien cuando afirma que ésta “es una experiencia de las mujeres que
conduce a la búsqueda de relaciones positivas y la alianza existencial y
política, cuerpo a cuerpo, subjetividad a subjetividad con otras mujeres, para
contribuir con acciones específicas a la eliminación social de todas formas de
opresión y al apoyo mutuo para lograr el poderío genérico de todas y el
empoderamiento vital de cada mujer”, señalando además que es una acción
política pero también ética, que requiere correspondencia, congruencia y la
profunda convicción de que la acción individual tendrá trascendencia para las
posibilidades de acceso de otras que están también enfrentando las mismas
restricciones para lograr sobrevivir en este mar de tiburones.
Por eso la sororidad es el acto político
más revolucionario que podemos llevar a cabo. Pero la sororidad implica creer
cuando alguien se llama violentado, implica no creer que tu violencia vivida es
más grave que la violencia vivida por otra y desde luego que implica que no
puedes pretender ser apoyada solo cuando a ti se te daña, si antes no has sido
sorora con las otras.
Si bien a todas
nos toca enfrentar las distintas violencias y cada una sabe cuáles tolera y
cuáles no, lo cierto es que cada mujer tiene sus propias circunstancias que
hacen que su camino tome giros distintos a los de otras, porque las condiciones
en las que su trayecto se ha conducido son distintas para cada una.
Así que la
sororidad es la única estrategia de sobrevivencia en un terreno minado para que
caigamos en las bombas que hagan explotar nuestra osadía. Y cuando una mujer
decide no serlo, además de que está actuando con las herramientas que el
patriarcado dicta, se está aislando a sí misma de la posibilidad de constituir
con otras una red que pueda servirle de apoyo cuando inevitablemente le llegue
el momento de que el sistema le dé la espalda.
Que no nos quepa duda. A todas nos
llegará el tiempo de que el sistema nos cobre la factura.
Es importante
hacer esta reflexión en el cierre de un año políticamente muy fuerte: un año
electoral, al que fuimos en condiciones de paridad, que incrementó la ya de por
sí altas dosis de violencia política que desde siempre se han vivido pero que
hoy, claramente, se recrudeció y cuya resultante significó en algunos casos sí
una mayor posibilidad de acceso –que no de distribución del poder a ejercer–, y
en otros no se tradujo en mayores espacios para las mujeres, como claramente
sucede en el ámbito municipal en donde en este estado y a nivel nacional
hubo menos mujeres que obtuvieron el triunfo como presidentas municipales,
abriendo un hueco en la base de la pirámide política que impide que se
construya la representación positiva de liderazgos femeninos que transformen la
visión de que las mujeres también gobernamos y lo hacemos bien.
El 2022 será de nuevo un año con
elecciones en varias entidades, esta vez ya no acompañado de un proceso
federal. Ojalá que para ir a ello hagamos las revisiones necesarias que
coloquen en el centro del debate y el análisis nuestra forma de asumir el
poder, de reproducirlo y de relacionarnos con otras políticamente. Porque si no
transformamos de fondo a la política y a su praxis, seguiremos ondeando la
bandera de la hipocresía con la cual se abraza una causa en apariencia, pero
con la que no se es congruente.
Y ya no tenemos
tiempo para la incongruencia. O estamos todas con todas de manera real, o que
nadie se sorprenda de no recibir el respaldo que busca solo cuando le conviene.
Para ejercer el poder de a de veras
necesitamos estar unidas realmente y no solo eso. Es indispensable que elevemos
nuestra voz pública para fijar posturas contundentes que no dejen pasar ninguna
violencia, por pequeña que ésta sea, pues ahí es en donde radica nuestra
fortaleza y porque además – como hemos podido aprender – la violencia escala,
así que ese pequeño acto que hoy se comete en contra de una, mañana será un acto
que podría nokearnos.
Es momento de
que entendamos que si seguimos simulando, sin ser realmente sororas, sin estar
articuladas, sin estar estratégicamente unidas y quedándonos calladas,
seguiremos siendo víctimas de la misoginia, sí. Pero también de nuestra propia
ingenuidad. Y a veces, de la mezquindad.
En enero
regresará la #AgendaDeLasMujeres. Toca ahora tiempo del autocuidado, de la paz
mental, de los abrazos y de los afectos vitales. Esa también es una
reivindicación política que nos hemos ganado a pulso.
@MonicaMendozaM