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“¡El poder vuelve locos a los tontos!”, López Obrador… ¿a Cuitláhuac?

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“¡El poder vuelve locos a los tontos!”, López Obrador… ¿a Cuitláhuac?

“Gobernar es un oficio superior que no pueden desempeñar los improvisados y mucho menos los improvisados soberbios”.

 Fernando Gutiérrez Barrios

 

Simplemente las formas de gobernar cambiaron.

Fue sustituida la institucionalidad por la casualidad, una aparente apertura social y una lucha contra la corrupción y el nepotismo disfrazada de propaganda panfletaria.

A la vuelta de tres años del tan esperado cambio, lo único que se observa es que hay mucho estúpido suelto. El problema es que, por lo general, el estúpido no sabe que lo es.

Hoy que la ciudadanía esperaba frutos de la nueva oferta política tras las grandes decisiones de los centros de poder, observa con azoro un regresó a lo mismo, a un pasado que sigue siendo presente.

Nos deja esa vieja lección manifiesta por los clásicos de que “el poder atonta a los inteligentes y a los tontos  vuelve locos”.

Nos deja muy en claro además, que los tontos con poder, incorporados tardía o equivocadamente a la política, son -como siempre se ha dicho en contra de López Obrador- un peligro para México.

Pretender que en aras del poder ganando se resuelven los problemas de seguridad pública, la economía familiar y la desigualdad social y de paso el gobernante, ya investido, sea el más guapo, inteligente y prudente –y tal vez hasta muy machito- es un error.

El poder no resuelve su déficit de personalidad, tampoco sus complejos y menos su falta de formación intelectual, fibras de resentimiento o ansias de venganza o su nula experiencia en asuntos públicos.

Se equivocan quienes creen que el poder crea una imagen maniquea de que ellos son los buenos y los que no se sometan los malos.

Ya nos recordaba don Fernando Gutiérrez Barrios que “gobernar exige experiencia, serenidad y vocación; gobernar es sobre todo tener la mirada y el oído alertas, gobernar es oficio superior que no pueden desempeñar los improvisados y mucho menos los improvisados soberbios”.

Hoy difícilmente alguien duda que tenemos y padecemos, a nivel federal y estatal, gobiernos incompetentes e incapaces.

Y eso es  justamente lo que se observa en quien mandata en Veracruz, encarnado por un voluntarioso abusivo y atrabiliario gobernador cuyos complejos y sed de venganza no hacen más que ver en él ese sentimiento de superioridad ilusorio que lo atrapa, que lo hace considerarse más inteligente que otras personas más preparadas, midiendo incorrectamente su habilidad por encima de lo real.

Es esa la ignorancia que genera una mayor confianza que el conocimiento, como ya en su momento lo habría previsto el propio Charles Darwin.

La hipótesis darwiniana es que, en una habilidad típica que los humanos poseen en mayor o menor grado, “los individuos incompetentes tienden a sobrestimar su propia habilidad e incapaces de reconocer la habilidad de otros”.

Se confirma, por tanto, que la ignorancia es atrevida.

Que la incompetencia se protege bajo el escudo de la incapacidad, y con ello, una forma de corrupción al autocalificarse de honestos y capaces de traicionar a la sociedad y causa ideológica, cuando lo verdaderamente grave es no reconocer que no saben, no pueden y están sobrados para ello.

Son, para acabar pronto, aludiendo el caso del gobernador Cuitláhuac García, tontos con iniciativa.

Es el caso ese tonto que nos gobierna que es más peligroso que malvado y como es tonto, no atiende razones, no actúa con lógica, ni sigue los mismos parámetros que el listo. 

El tonto actúa sin pensar demasiado las consecuencias de sus actos, porque su “tontez” lo lleva a no cuestionarse absolutamente nada. No duda jamás. No admite rectificaciones. Vive envuelto en una coraza inexpugnable y se siente del todo satisfecho porque no cree que pueda aspirar a más.

Está convencido de que sus ideas son correctas y él infalible, así que penetra en nuestro entorno como chivo en cristalería y luego nos toca a nosotros arreglar el destrozo.

No es el calibre del cañón o del fusil lo que le da el poder, sino la falsa creencia del ciudadano de que quien porta el arma tiene el derecho a usarla, según Thomas Hobbes.

En cualquier caso, los gobernantes tienen la obligación de saber sobre cuales asuntos existe un repudio, fastidio o temor, sobre los cuales hay un sentir generalizado de que no se espere más y se actúe.

Para eso es precisamente que sirven como insumo, las tomas de decisión de un mandato, las buenas ejecuciones acumuladas, el prestigio, la buena voluntad y la aprobación que se gana un gobernante de parte de sus conciudadanos.

En nuestro caso, sin embargo, puras ocurrencias y pataletas como la del personaje que nos ocupa en esta pieza, Cuitláhuac García, quien goza con insultar a la reportera Sarah Landa acusándola de “defender delincuentes” cuando es lo contrario.

Tiempo al tiempo.

 

*Premio Nacional de Periodismo