El PODER Y LA GENTE
El PODER Y LA GENTE
Por Uriel Flores Aguayo
El poder es una relación entre las personas
donde uno o unos ejercen influencia sobre los demás. Existen variadas
relaciones de poder en todos los ámbitos de la sociedad. Se ejerce distintos
tipos de poder dependiendo el espacio donde ocurra. Lo mismo es en las
familias, pasando por instituciones como las iglesias y escuelas, que en la
relación entre la ciudadanía y los gobiernos. Puede ser un ejercicio vertical u
horizontal, predominando la primera forma. Ha llevado siglos avanzar en la
democratización del poder en un gradualismo lento pero explicable en las
complejidades sociales y el ascenso civilizatorio de la humanidad. Siempre, los
experimentos mesiánicos llamados revoluciones o de concentración del poder, han
terminado en desastre despótico cuando se pretenden aplicar fórmulas rápidas,
casi mágicas, con atajos, alejados de la democracia, para llegar a un estado
idílico. A la fecha vivimos con poderes formalmente democráticos, pero con un
serio déficit cualitativo. En esencia, el ejercicio actual del poder
político es tradicional, medio arcaico y repetitivo.
Contra el discurso dominante que coloca a la
corrupción como el principal problema nacional creo que existen otros mayores y
más determinantes para el mal funcionamiento del servicio público y el atraso
en muchos ámbitos sociales. Resolver la corrupción, instalada estructuralmente,
no sólo es cuestión de la voluntad de los gobernantes. Se requieren leyes e
instituciones funcionales. No solamente en una cuestión moral. Tiene que ver
con límites débiles, permisividad y estilos políticos en donde el fin
justifica los medios. En un sistema político donde se carece de visiones de
Estado, donde se actúa fundamentalmente con criterios partidista y
electoral, lo lógico es que florezca la corrupción. Así ha sido siempre y así
continúa. Vistos eso, el discurso anti corrupción se vuelve demagogia y
propaganda. En esas condiciones hablar de una «revolución de las
conciencias» es un poquito más que histriónico.
La concentración del poder,
aquí y en China, es la antítesis del desarrollo democrático. Para que exista
como tal debe diluir la división de poderes y, por tanto, socavar el Estado de
Derecho. En esas condiciones se pierden libertades y se nubla el panorama para
la construcción de ciudadanía. Esa concentración eleva a los altares civiles al
depositario del poder, que requiere de seguidores fieles, una especie de
creyentes, que no cuestionen y se conformen con lo que reciban en términos de
programas, mensajes y libertades. La conversación entre la ciudadanía y el
poder se vuelve distante y esporádica, cuyos contenidos son mera propaganda. Es
mucho más fácil que se pierda cualquier oportunidad de diálogo y la relación
gire en torno a monólogos. No hablo de escenarios imaginarios o situaciones
abstractas, es lo que se vive actualmente, con rasgos similares, tanto a nivel
nacional como estatal.
Siempre se tiene que buscar alguna explicación a
los proyectos concentradores del poder, de tipo absolutista. Es indispensable
conocer sus motivaciones para pensar en alternativas a futuro mediato. Puede
haber la visión, no ideología, de una persona o un grupo que lucha por llevarla
a la práctica en tanto la considera correcta; puede tratarse de un proyecto de
poder en sí mismo independientemente de su justeza; puede ser la idea sucesora,
la continuidad. Los liderazgos fuertes siempre están pensando en la posteridad.
Si observamos las experiencias de ese tipo en latino América, encontramos
muchos ejemplos de gobernantes que se perpetuaron en el poder. Los liderazgos
fuertes siempre se basan en el necesariato. Es curioso el dato de que los
personajes concentradores del poder envuelven en celofán épico su proyecto,
rodeándolo de palabras gradielocuentes y de histrionismo.
En el año 2007, en Veracruz, el PRI de Fidel
Herrera, arrasó electoralmente, ganando 158 de 2012 Ayuntamientos y la mayoría
en el Congreso. Para tal fin utilizaron todos los medios posibles. Fueron
tiempos de plenitud y concentración mayor del poder. Sin embargo, en la
siguiente elección, la de gobernador en 2010, tuvieron que andar rascando votos
de donde se pudiera para ganar con apenas unos cuantos sufragios de diferencia.
La lección es clara: las coyunturas se transforman rápido y los triunfos se
vuelven de papel cuando se obtienen con presiones o dinero. Dudo que lo
entiendan los detentadores ocasionales del poder en el ámbito local. Seguirán
en su burbuja. Cuando les reviente, ya será tarde. Apenas vimos que no hay
crimen (político) perfecto.
Recadito: cuarto informe municipal, mucho engaño
y ocurrencias.