Línea Caliente

El PRI, no es despojo para carroñeros

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Por Edgar Hernández*

Discurso con motivo del 18 aniversario de la muerte del ex gobernador de Veracruz, Fernando Gutiérrez Barrios

 

Sabia virtud de conocer el tiempo, escribió en su carta renuncia Fernando Gutiérrez Barrios a la titularidad de la Secretaría de Gobernación, recordando la famosa frase de Renato Leduc, aquel 4 de enero de 1993, año en que se decidía el futuro sexenal de la República.

Simplemente el hombre del equilibrio, el centinela de la República, el hombre mejor informado de México, por su actividad de guardián de la seguridad nacional, la institución encarnada en un hombre, al que se ha considerado el “Hombre Leyenda”, era separado de su cargo por razones políticas más que por razones de estado.

Esa mala decisión presidencial, habría de dar lugar a una cascada de eventos inéditos en la historia de México al romperse el equilibrio, de manera por demás inconsecuente e insensata.

Es a partir de entonces, cuando cobraría carta de naturalización la insurgencia zapatista. Se sucederían hechos inéditos como el asesinato del cardenal Juan Jesús Posadas, el magnicidio de Luis Donaldo Colosio, que cimbró a Mexico y el crimen de José Francisco Ruiz Massieu que marcaría negativamente para siempre al PRI.

Se desmoronaba la república y hasta entonces entenderíamos con justeza el significado de la “sabia virtud de conocer el tiempo”.

Hoy, a 18 años de su muerte, evocar a Fernando Gutiérrez Barrios es reabrir la página del México contemporáneo.

Es asomarse a lo que desde el último tercio del siglo pasado, este honorable caballero de la política avizoró como una nueva época que pondría fin a la era del poder vertical, ante la incredulidad e ingenuidad de muchos políticos pragmáticos, que sólo lo entendieron hasta que en los hechos se dio la alternancia en el poder hegemónico mantenido por el PRI, en el año 2000.

A don Fernando hay que reconocerlo por sus cualidades humanas  y también recordarlo por muchas razones, que fueron parte de su personalidad política.

Como un hombre de estado que supo mantenerse más allá de su familia, de amigos o signo partidario alguno, en su propósito de servir con desinterés a su patria.

Un hombre a quien hay que tener presente por sus enseñanzas, no por el ocultamiento oficial del homenaje público.

Un hombre cuyo juramente yaqui lo hizo suyo. Un juramento que deberían tener presente todos los políticos que se precien de ello,  para actuar inspirados en su profundo contenido:

“Para ti no habrá sol, para ti no habrá muerte,
para ti no habrá dolor, para ti no habrá calor,
ni sed,  ni hambre, ni lluvia, ni aire, ni enfermedad, ni familia.

Nada te causará temor, todo ha terminado para ti,
excepto una cosa: HACER TU TRABAJO.

En el puesto que has sido asignado,
ahí te quedarás para la defensa de tu nación,
de tu gente, de tu raza, de tus costumbres, de tu religión”.

Bajo ese mandato debemos recordar la obra de Don Fernando Gutiérrez Barrios, a quien vemos en la historia como un capitán egresado del Colegio militar al servicio de la Guardia Presidencial del presidente Miguel Alemán.

Habremos de encontrarnos con un hombre al servicio de  la seguridad nacional, consciente de los movimientos sociales de los años cincuenta, de los que surge la insurgencia cubana para la liberación de la dictadura de Fulgencio Batista.

A un hombre solidario con las guerras de liberación como la sandinista en Nicaragua, en el Salvador con el Frente “Farabundo Martí” y en Argentina en la lucha contra la dictadura responsable de la guerra sucia.

A un hombre que en estricto apego a derecho y sustentado en la entonces llamada “razón de estado” entrega la información precisa de cómo se estaba gestando el llamado “Movimiento del 68”, tratando de encontrar soluciones pacíficas que contribuyeran a mantener la paz de la nación.

Algunos medios de comunicación masiva han pretendido alterar la memoria histórica, interpretando de manera injusta y dolosa el papel que desempeñó nuestro homenajeado en aquellos acontecimientos, atribuyéndole hechos que no corresponden a la realidad y, lo más importante, pretendiéndote hacerlo responsable de su acontecer.

Lo más grave, sin embargo, son las imputaciones que se le hacen cuando  él ya está muerto y no se puede defender y eso constituye una cobardía.

A don Fernando habría que recordarlo en los pasajes más importantes del surgimiento de la guerrilla, de la ofensiva de una incipiente delincuencia organizada y de la seguridad nacional en tiempos de la guerra fría.

A don Fernando habremos de traerlo a la memoria veracruzana, para conocimiento de su obra de las nuevas generaciones.

Ya gobernador, solo le bastaron dos años para consolidar la gobernabilidad sin trampas, sin mentiras, sin quimeras, ni venganzas y con un absoluto respeto a la palabra empeñada, hoy en desuso.

En dos años, sin cacarearla y sin cimbrar nada trajo la paz social, la seguridad interna bajo la bandera de “fuera de la ley nada”.

En dos años construyó un entorno de confianza a través de nuevas vías de comunicación, construcción de clínicas y un hospital de especialidades médicas.

Sentó asimismo las bases del respeto a la libertad de prensa, hoy tan minimizada, criminalizada y en donde 22 periodistas han sido asesinados a mansalva.

Don Fernando Gutiérrez Barrios hizo del diálogo y la concertación banderas de buena fe.

Recuerdo que decía que para toda negociación se requiere que las partes pongan en la mesa de diálogo su capital, sin pactos vergonzantes o negociaciones bajo la mesa.

Señoras y señores:

Hoy quiero destacar en este marco conmemorativo a casi dos décadas de la desaparición física de Fernando Gutiérrez Barrios, la singular presencia de un grupo de distinguidos veracruzanos.

Aquí presentes parte de los que construyeron Veracruz hasta antes de que llegaran los tiempos de la corrupción, del saqueo, de las mentiras, de las falsedades y crímenes sin fin.

Aquí presente la historia viva de Veracruz hasta antes del tsunami político que nos devastó a la vuelta de solo tres regímenes.

Aquí presentes los arquitectos de un Veracruz que queremos y deseamos, tal como dicen sus juglares, que vuelva a reír y cantar y que regrese la alegría a nuestra tierra.

Hoy no quiero terminar este homenaje en favor de uno de los mejores gobernadores que ha tenido Veracruz sin antes hacer un llamado en mi calidad de ciudadano a la reconciliación veracruzana.

Los invito a reflexionar que si bien llegaron los tiempos de la alternancia, la pluralidad y la participación ciudadana al más alto nivel en los puestos de elección popular, que no nos perdamos en confusiones ideológicas y revanchas políticas que dividen.

No podemos permitir el regreso del populismo.

No está en disputa si somos o no una sociedad representativa o participativa, eso está bien definido en nuestra carta suprema.

No es con criticas a las consultas ciudadanas como se resuelven nuestros problemas. No se puede alterar el respeto a la norma y el mandato supremo. No se puede virar a la izquierda o al radicalismo al gusto del gobernante.

La alternancia deberá ser nuestra constante. Demos paso a las nuevas corrientes de opinión y participación, pero no permitamos el abuso de poder, menos el autoritarismo.

Es el tiempo de la unidad, es el tiempo de los partidos políticos que ya no pueden entrar en disputa por la presión de sus tribus, ni tomar el despojo de los perdedores cual carroñeros de la política.

Estos tiempos, en efecto, son de la oposición hecha poder, pero  ahí está el recurso de la democracia que nos abrirá el anchuroso camino de la participación no perdiendo de vista, como decía don Fernando Gutiérrez Barrios que gobernar exige experiencia, que gobernar exige serenidad y vocación; que gobernar es sobre todo tener la mirada y el oído alertas ya que al final de cuentas gobernar es un oficio superior que no pueden desempeñar los improvisados y mucho menos los improvisados soberbios.

Concluyo con la frase que siempre distinguió a nuestro admirado amigo: ¡Veracruz, primero y siempre!..

Tiempo al tiempo.

 

*Premio Nacional de Periodismo

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