El PRI que nunca se fue
Pedro Peñaloza
“La demagogia es la capacidad de vestir las ideas menores con palabras mayores”.
Abraham Lincoln
1. Ritos, ceremonias y simulación. El discurso prometedor y engañoso de que existía un «nuevo» PRI, estalló en mil pedazos. Si los incautos deliberados o los ingenuos ignorantes creyeron que la etapa peñista inauguraba otra fase del tricolor, se quedaron sin argumentos. Por supuesto, ya se habían presentado rasgos y hechos del presidencialismo imperial y de las grotescas muestras de clientelismo y corporativismo, pero sin duda, el ungimiento de Manlio Fabio Beltrones como dirigente del Revolucionario Institucional exhibió en toda su dimensión los reflejos, signos y símbolos de dicho partido. Así, Peña nombra a Beltrones, desde la soledad de su poder, y su partido lo acata sin chistar, lo más que hace es sacar el libreto y colectivizar el script. Por lo tanto, el exgobernador de Sonora ya es el presidente del PRI, pero la naftalina procesal mandata que Beltrones «recoja» el apoyo de las fuerzas vivas de su partido (CTM, CNC y CNOP).
El desfile de máscaras tiene que continuar, los aplaudidores no deben cesar y la genuflexión debe demostrarse ante la mirada o la palmada del presunto presidente. Los inciensos bendicen a Beltrones y el mundo moderno palidece.
2. Trueques, cobros y vendettas. El inquilino transitorio de Los Pinos decidió colocar en el timón del barco priísta a su más duro competidor. El pragmatismo desplazó los intereses de grupo y la desconfianza de la cofradía de Atlacomulco. Parecía no quedarle otra opción a Peña, las cortinas de humo y las mediciones anímicas para proponer a su amigo el jovenzuelo Aurelio Nuño, se quedaron para el anecdotario, los tiempos no están para exponerse más al escarnio público, pero sobre todo a la real posibilidad de un desánimo priísta y quizá a una fractura. No, el joven imberbe prefirió apostar a la unidad y entregarle las llaves de su partido a quien le ha servido como bisagra para amarrar sus reformas y el control parlamentario.
Peña Nieto sabe los riesgos que implica Beltrones en la presidencia del partido, no ignora el conocimiento que tiene el sonorense de las coladeras y las azoteas del poder público, pero confía más en el poder sin límites que le otorga la Presidencia de la República. Un paso en falso de Manlio implicaría un manotazo desde Los Pinos, y por si algo faltara para un escenario de crisis, ahí está la presencia simbólica y evidente de una mujer de su confianza, Carolina Monroy del Mazo, que podrá jugar un papel decorativo, en tanto Beltrones no rompa la línea del presidente.
3. Cambio de rostro y dura realidad. El jolgorio inventado y el confeti pactado de un nuevo administrador priísta, no sirven para exorcizar el trinomio estructural que atraviesa a las instituciones y al modelo de dominación, a saber: una economía maltrecha y pigmentada de promesas incumplidas, la obscena desigualdad social y la pobreza en aumento y la inseguridad pública y las violencias expandidas, no son buenas cartas de presentación para un grupo gobernante que aspira refrendar su estancia en la casa presidencial para el 2018.
Epílogo. Hasta ahora, Peña y su reducido grupo no dan señales de modificar su visión mediocre de la política, los posibles cambios no serán trascendentes, más bien han decidido jugar con el activismo y experiencia de Beltrones para así tener mayor margen de maniobra y legitimar sus pasos y preparar sus planes. Ya veremos si la terca realidad les da oxígeno y redes de protección.
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