El reino de la simulación
Rúbrica
El reino de la simulación
Por Aurelio Contreras Moreno
Nadie que no tenga
un interés político, económico, ideológico, doctrinario o meramente pragmático se
puede tragar a estas alturas el cuento del supuesto “combate a la corrupción”
que el régimen de la autoproclamada “cuarta transformación” pregona como su
“bandera”.
La exhibición del
ex director peñista de Pemex y delincuente confeso Emilio Lozoya Austin
departiendo la noche del pasado sábado en un restaurante de lujo con sus amistades
–incluida la hija de un encumbrado empresario, dueño de una famosa marca de
tequila-, muestra de manera cruda y grotesca que la aplicación “a contentillo”
de la ley, el uso faccioso de las instituciones y los privilegios para cierto
tipo de malhechores se mantienen intactos en el régimen que dizque iba a
“transformar” las prácticas de la vida pública de nuestro país.
Emilio Lozoya no es
cualquier infractor. Fue detenido y deportado de España por haber recibido
sobornos por más de diez millones de dólares de la empresa brasileña Odebrecht
durante la campaña presidencial de Enrique Peña Nieto, en cuyo gobierno fue
director de Petróleos Mexicanos y desde donde otorgó contratos
multimillonarios… a la propia Odebrecht. Modus operandi de una compañía que
corrompió a un numeroso grupo de políticos y gobiernos por todo el mundo.
A pesar de que el
actual gobierno mexicano promovió una reforma legal para que la “corrupción” a
secas fuera considerada un delito grave y, en consecuencia, merecedor de cárcel
en automático, Lozoya no puso un pie en prisión alguna a su retorno a México.
Este delincuente
–como él mismo admitió serlo al aceptar los cargos que le imputaron- recibió un
trato privilegiado por parte de la Fiscalía General de la República, que lo
mandó para su casa con la única restricción de firmar cada 15 días y no salir
de la Ciudad de México. Ni siquiera le impuso prisión ni arraigo domiciliario,
como ha quedado claro con la “escapada” de este fin de semana que lo que en
realidad evidencia es la brutal impunidad con la que este sujeto -personificación
de todo lo que llevó a una mayoría a quebrar el sistema en las elecciones de
2018- se burla de todos los mexicanos.
Impunidad ganada a
cambio de acusar –sin presentar más pruebas que sus dichos- a opositores del
actual gobierno de haber recibido sobornos entregados ¡por él mismo! para
aprobar las reformas estructurales del primer tramo del sexenio de Peña Nieto.
Lo “premiaron” por ser un delator –un “sapo”, en el argot del crimen
organizado- y ahora anda como si nada, feliz de la vida, gozando del dinero
malhabido sin que, además, el gobierno de la “honestidad valiente” le toque un
centavo.
Muy diferente al
trato que desde el poder se le da a quien no acepta “colaborar” ni ser un
títere de la “4t”, como la comunidad académica y científica perseguida
demencialmente por el lopezobradorismo que lo mismo es capaz de imputarle
cargos de “delincuencia organizada” por manejar fondos de acuerdo con lo que la
ley establecía en su momento, que de instrumentar y alentar campañas de
linchamiento en contra de las instituciones de educación superior que no se
ciñen a los caprichos oficiales, a riesgo de provocar condiciones de
desestabilización de enorme riesgo.
Ni qué decir de
cómo se procesan los rencores en la “cuarta transformación”. A pesar de que
legalmente podría enfrentar sus cargos fuera de la cárcel –como Lozoya-,
Rosario Robles lleva dos años en el reclusorio de Santa Martha Acatitla,
producto de una venganza personal del presidente Andrés Manuel López Obrador.
Para eso se
manipulan las instituciones y se aplica justicia selectiva en el reino de la
simulación.
¿Para cuándo Benítez, Deantes, Aguirre y Del Castillo?
Lo mismo puede
decirse en el caso de la detención este fin de semana en Xalapa del ex
secretario de Finanzas y Planeación del gobierno de Veracruz, Antonio Gómez
Pelegrín, el último de la administración de Javier Duarte y quien estuvo unos
cuantos meses en el cargo.
Resulta que a él le
están cargando todas las raterías del duartismo. ¿Y para cuándo van a la cárcel
los que verdaderamente se “fueron al agua” con el erario veracruzano, como
Vicente Benítez, Gabriel Deantes, Carlos Aguirre o Juan Manuel del Castillo?
¡Ah! Es que ellos
sí se pusieron “a mano”.
Email: aureliocontreras@gmail.com
Twitter:
@yeyocontreras