EL SISTEMA Y LA VERDAD
EL SISTEMA Y LA VERDAD
Por Uriel Flores Aguayo
Conocí una parte del sistema de partido de
Estado, la de cierta tolerancia hacia la disidencia siempre y cuando no saliera
de una condición testimonial. Ese sistema se tuvo que abrir ante las demandas
internas y las presiones internacionales. Fue en forma gradual. Vino la
alternancia de algo así como la derecha política. Un poco antes había iniciado
la transición democrática. Después volvió el PRI en una de sus peores
versiones, la del saqueo desproporcionado y tímidas reformas que se
desnaturalizaron ante la carencia de altura de Estado del grupo gobernante. Por
fin en 2018 se completó el proceso, carril izquierdo, iniciado en 1988 por el Frente
Democrático Nacional. En los cuarenta y cinco años que tengo de observar y
participar activamente en la vida pública, tanto social como políticamente, he
visto momentos de desarrollo democrático al menos en intenciones y esperanzas.
Hemos avanzado en muchos aspectos, en otros casi nada, pero llegamos a un nivel
circular que puede ser, incluso, regresivo.
Cada momento sexenal tiene sus características,
fundamentalmente incide la correlación de fuerzas resultante de las elecciones
respectivas. Los votos definen aperturas, negociaciones, perfiles y estilos. La
personalidad de los gobernantes es un factor importante a considerar. En cuanto
a la integración de cámaras legislativas y equipos de gobierno, transparencia,
eficiencia y perfiles de los grupos gobernantes son de matices las diferencias
entre las distintas administraciones. Es central el origen partidista hasta los
detalles. Independientemente de las capacidades lo que importa a la hora de las
designaciones es la pertenencia al partido en el poder, el que sea. Puede ser
no sólo normal sino comprensible como práctica internacional siempre y cuando
no se utilicen los cargos y los dineros públicos para fortalecer a un partido.
Cuando una administración utiliza los colores de su partido está violentando
los derechos de la pluralidad y agrade normas básicas de convivencia
democrática. Cuando no concursa las plazas medianas para que sean los méritos y
las capacidades lo que determine quienes acceden al servicio público, está
procediendo en forma discriminatoria y anti democrática.
Sin compromiso democrático,
pensando en los intereses electorales de su partido y perpetuarse en el poder
hacen del régimen de gobierno un sistema abusivo y simulador. El sustento de su
discurso en la propaganda y la mentira. Así era antes, así es ahora. Suelen
emplear los recursos públicos para sus movilizaciones, obligar a la burocracia
oficial a todo tipo de movimientos y llenarse la boca de peroratas de cambios y
superioridad moral. Las escasas ideas y prácticas diferentes se vuelven
institucionales y se instalan como ejercicio real de la política. La mentira
surge del ajuste del discurso a una realidad distinta y cambiante. Lo hueco de
su triunfal narrativa se llena con retórica y demagogia. Ya no es partido de
Estado pero si el oficial, el de todas las ventajas; no se limita en el uso de
la violencia contra sus adversarios.
Hace unos días en VERACRUZ tuvo lugar una
concentración oficial, se habló de diez mil asistentes, para apoyar la reforma
eléctrica del Presidente Obrador. En ese acto están presentes todos los vicios
y deformaciones de un ejercicio no democrático del poder. El motivo real es el
respaldo adelantadisimo a una aspirante a la gubernatura. Se utilizan recursos
públicos en cantidades millonarias. Se acarrean a los empleados oficiales. Se
hace en el contexto de la pandemia del Covid y se elude el uso racional de las
tecnologías para que se envíe el mensaje que supuestamente les interesa
difundir. Todo eso se hace a la vista de la sociedad que observa entre
horrorizada y apática un despliegue francamente anacrónico. La obligación a
profesores y burócratas es un secreto a voces. En todo esto hay abuso pero
también muestra nítida de atraso político, de ausencia de decoro y sentido
común. Al final es un espectáculo denigrante e inútil. Es una farsa.
Cuestionado el gobernador al respecto afirma que no hubo acarreo, que tampoco
se gastó dinero público y que todo salió perfecto. Es obvio que su explicación
está demasiado lejos de la verdad.
Es cuestión del sistema de
gobierno, de una práctica política obsoleta y anti democrática. Se vuelve una
puesta en escena, la teatralidad de la política, le pongan el color y el nombre
que gusten. Tanto los organizadores como la nomenclatura saben a lo que
realmente van pero dicen otra cosa, incluso con solemnidad. Es un inmenso
ejercicio de simulación. Lo hacen por disciplina partidista y por interés
particular. Piensan en sus carreras políticas, en los futuros cargos. Si tienen
que gastar del dinero público, no importa; si tienen que abandonar sus
responsabilidades, tampoco. Ya militan en la mentira. De dignidad y decoro es
mejor no hablar. De este tipo de mediocridades no veo cómo resulten la
revolución de las conciencias y las superioridades morales que pregonan en el
discurso.
Recadito: ya va siendo tiempo de que el Cabildo
xalapeño se pronuncie sobre los retenes policiales y los operativos de las
grúas.