EL VOTO ÚTIL
EL VOTO ÚTIL
Hay distintas formas
de votar y distintos comportamientos del electorado al momento de ejercer su
sufragio y sobre ello se ha escrito y teorizado ampliamente.
En el análisis sobre
el comportamiento del votante hay desde la teoría sociodemográfica del voto,
que afirma que de acuerdo con la edad, nivel de estudios, nivel de ingresos y tipo
de ciudad en la que se habita existe una predisposición a sufragar en tal o
cual sentido, hasta otros análisis que explican el sentido del voto en función
de una ponderación de carácter económica a partir del beneficio que les
proporciona a esas personas sufragar por tal o cual opción, incluyendo además
aspectos de carácter psicológico a partir motivaciones subjetivas de la psique
de las y los votantes, que a veces prefieren al candidato “más guapo”, o al
“más masculino”, o al “abuelito” al que hay que proteger, o a la “mujer” que
podría ser nuestra madre, de acuerdo con la apelación psicológica que se
construya desde la estrategia de comunicación que en cada candidatura se maneje
y que se enfoque a los distintos segmentos de un electorado que tiene distintas
motivaciones, según sea el momento en que cada proceso ocurra.
En México, se ha
buscado atraer al voto corporativo o clientelar, o al voto verde, o al voto del
hambre, en todos los casos apelando a dos factores que son centrales para
entender al electorado mexicano: la falta de cultura política y la pobreza de
la población, que régimen político tras régimen político acaban vendiendo su
voto a quien le ofrece tres centavos más el día de la elección, ya sea en
efectivo o con despensas y otros obsequios, o por medio de la coacción de los
programas sociales que –dicho sea de paso– están ya en la Constitución y por
tanto, nadie les puede quitar.
Todas estas
estrategias a las que acuden los distintos partidos políticos lucran con la
ignorancia y la necesidad de un electorado que valora el hecho de que el
momento en que emitimos nuestro sufragio es, en realidad, el único momento en
que somos realmente iguales. El voto de un rico vale lo mismo que el de un
pobre, el de un obrero y el de una persona académica, que el de los del norte y
las del sur.
Y, además, es
secreto.
Pero pese a esos dos
aspectos tan relevantes, ¿por qué entonces se cree que el voto puede ser
cooptado?
La compra de votos
es una deformación de la realidad electoral bastante antidemocrática que ejerce
principalmente quien está en el poder y quiere quedarse con el privilegio que
éste le confiere y además, porque es quien tiene el dinero para los 500 o dos
mil o cuatro mil pesos que hoy pueden llegarse a pagar para que alguien acepte
hacer el “ratón loco”, o “embarazar urnas”, o hacer “mapacherías”, o cualquier
otro vicio electoral tan tristemente célebre del sistema electoral mexicano, al
que hay que añadir como mala praxis al “carro completo” , inaudito en un
contexto democrático de pluripartidismo.
En efecto, que un
mismo partido gane todos los cargos a elegir o que obtenga una abrumadora
mayoría, en realidad es síntoma inequívoco de que esa democracia tiene mala
salud porque –en el mejor de los casos– habla de una ciudadanía que eligió
irreflexivamente y reconoce que hubo “compra de votos” en cualquiera de las
manifestaciones que revelan la mala praxis antes mencionada.
Por ello es que la
apelación al voto útil se vuelve necesaria en el contexto mexicano, donde –a
diferencia de lo que ocurre en otros países, incluso latinoamericanos, en donde
hay segunda vuelta electoral– que en un mismo proceso se convoque a las y los
votantes a elegir entre más de cinco opciones partidistas, lo que provoca es la
pulverización del voto que, entre tantas alternativas, acaba diluyéndose y así,
quien gana lo hace por un margen menor y quienes no obtienen el triunfo tienen
poca fuerza representativa a la hora de definir espacios plurinominales.
Sería más fácil si
las fuerzas políticas no oficialistas y sus electores se pusieran de acuerdo.
Ante ello, el voto
útil se convierte en una alternativa deseable por medio de la cual se le pide
al electorado dejar de lado aspectos superficiales en su valoración de
preferencias como: el gusto por las canciones de campaña, la publicidad que
puede ser atractiva, la belleza o simpatía de tales o cuales candidatos y
candidatas, y se le pide que elijan estratégicamente no de entre la totalidad
de las opciones ofertadas, sino de entre el primer lugar, que seguramente lleva
una amplia ventaja, por la persona que está en la segunda posición. Si el voto
de quienes se sitúan en las encuestas en el tercer, cuarto, quinto y demás
sitios se concentra en esa segunda opción, ésta se fortalece y se vuelve
competitiva y así puede llegar a disputarle a quien lleva el primer lugar la
preferencia electoral en un margen más cerrado, lo que realmente permitirá que
se pueda negociar o establecer alianzas –que en política son indispensables– y
sobretodo, que haya contrapesos reales.
No se trata de
revanchismo electoral, sino de hacer valer la democracia.
En cada ciudad de
los dos estados en donde hay elecciones municipales, usted que elegirá alcaldes
o alcaldesas puede hacer de su voto un ejercicio estratégico de auténtica
democracia.
Los 70 años de un
mismo régimen no se superan con otros muchos años de un otro régimen político
que no tiene contrapesos. Eso es dictadura, no democracia.
Vayamos hacia
adelante. Hacia procesos auténticamente participativos en donde la ciudadanía
ejerce su voto en forma reflexiva.
Hay ciudades como
Xalapa, en donde el segundo lugar presenta una oferta competitiva. Quienes
apoyan a las otras fuerzas políticas pueden realmente hacer valer su voz
apoyando a una alternativa realista que presenta una oferta política seria. Y
quienes aún no deciden por quién votar, pueden fortalecer a la segunda posición
para que sea una posición conjunta, de todos y todas, por el bien de la ciudad.
Es momento de hacer
a un lado egos, fobias y filias, y valorar a las personas que presentan
candidaturas viables.
Acompaño en su
planilla a Silvio Lagos, candidato del PRI a la alcaldía de Xalapa y en estas
semanas de campaña ha sido devastador escuchar reiteradamente la petición
ciudadana de que “se respete el voto” o que “se defienda el voto”. Eso es muy grave,
pues habla de la pérdida de confianza de parte de la ciudadanía sobre el futuro
de su sufragio.
Cuando nadie quería
la candidatura por Xalapa, él levantó la mano y dijo “yo quiero”. Y con una
planilla de ciudadanas y ciudadanos –ninguno de los cuales es su familiar, a
diferencia de las otras opciones- , muchos y muchas apostaron por una
estrepitosa derrota.
Hoy, muy dignamente
cierra campaña estando en un segundo lugar, posición que es competitiva
electoralmente hablando –sobre todo en una Xalapa en donde Morena no ganó la
gubernatura-gracias a que ha demostrado tener propuesta, saber cómo hacerlo y ser
un profesional que se toma la política en serio.
Sería posible
brindarle alternancia a la capital del estado si se hace valer el voto útil,
fortaleciéndolo como la opción elegida mediante un voto razonado.
Ojalá quienes aún no
definen su voto o quienes están con alguna de las otras opciones, lo valoren y
consideren la viabilidad de hacer valer su voto en favor de un bien mayor.
Nuestra ciudad lo
vale.