Elecciones y violencia
Elecciones y violencia
Pedro
Peñaloza
“Es peligroso tener razón cuando el gobierno está
equivocado”.
Voltaire
Es sangrientamente paradójico que en un proceso
electivo, cuya génesis se sustenta en la acción pacífica y sufragista de los
ciudadanos, el país esté envuelto en actos de violencia contra candidatos y sus
partidos. Los datos disponibles indican que desde septiembre de 2020, inicio
del proceso electoral, hasta el pasado 30 de abril de 2021 suman 443 víctimas,
de las cuales 143 perdieron la vida. Y en los primeros días de mayo fueron 11
ataques armados con distintos efectos.
En comparación con las elecciones de 2018, hay un
incremento del 68.34% de actos violentos en contra de candidatos. Claro, se
dirá que en estos comicios están en disputa un mayor número de posiciones. En
cualquier caso, de ninguna manera se puede ver rutinariamente o normalizada la
violencia que se vive en distintos puntos del país.
Ahora bien, buceando en los datos, habría que
destacar que la mayoría de los ataques ocurrieron en municipios con menos de
100 mil habitantes, alejados de los centros urbanos y con poca presencia de
elementos de seguridad. La geografía de la violencia indica que han sido los
estados de Veracruz, Jalisco y Oaxaca, donde más candidatos fueron asesinados;
aunque Chihuahua, Sonora, Quintana Roo y Chiapas, entre otros, han vivido
episodios sangrientos; Acapulco va a la cabeza de los municipios con ya cuatro
atentados. En tanto, las diversas autoridades son incapaces de contener esta
ola de ataques, y no sólo eso, sino que la impunidad es el sello distintivo de
la agresiva temporada.
Lo que está claro es que este baño de sangre tiene
como promotores a integrantes de la delincuencia organizada que buscan imponer
condiciones para seguir ejerciendo su dominio y negocios. Este hecho confirma,
con absoluta claridad, la ineptitud o complicidad del gobierno federal para
combatir en serio a los carteles del narcotráfico, que actúan con libertad para
realizar ataques a los candidatos “incómodos” a sus intereses.
Bajo este contexto, la promesa de protección de la
secretaria de seguridad, Rosa Icela Rodríguez, fue un penoso desplante
demagógico, una perorata vacía. En efecto, la expresión de la violencia en esta
coyuntura tiene múltiples problemas históricos/estructurales. Los gobiernos
anteriores y éste han sido incapaces de construir una propuesta alternativa,
más allá de respuestas militaristas o meramente penales; sin olvidar, que hoy
vivimos el incremento del control y dominio de más zonas del país por parte de
diversos grupos delincuenciales, lo que significa menos libertades y más terror
y horror. El repetido fracaso de AMLO en el rubro de la inseguridad es evidente
y se exhibe con nitidez.
pedropenaloza@yahoo.com/Twitter:@pedro_penaloz