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EMILIA PÉREZ: ARRIESGADA, ILÓGICA Y RISIBLE

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EMILIA PÉREZ: ARRIESGADA, ILÓGICA Y RISIBLE

 

Rodolfo G. Zubieta                               

Agencia Reforma

 

Ciudad de México 23 enero 2025.- «Se compraaan, colchones, tambores, refrigeradores». Es lo primero que escuchamos cuando inicia Emilia Pérez, la controversial película que finalmente llega a los cines de México tras haber ganado decenas de premios y menciones en Cannes, Toronto, la Academia de Cine Europea y prácticamente en cualquier premiación estadounidense destacada. Escuchar este anuncio, ya parte de la cultura popular, provoca gracia y, de cierta forma, hace que la audiencia baje la guardia. El efecto, sin embargo, dura poco.

 

 En la primera secuencia de la película, conocemos a Rita (Zoe Saldaña, extraordinaria), una abogada venida a menos que es contactada por «Manitas» (Karla Sofía Gascón), líder de un cartel que desea transicionar a mujer y comenzar una nueva vida como Emilia Pérez. La encomienda es encontrar al mejor doctor del mundo y ayudar a reubicar a su esposa, Jessi (Selena Gomez), junto con sus hijos.

 

 El musical, dirigido por el francés Jacques Audiard y filmado en Francia, busca contar una historia de reinvención y redención mientras explora si las personas pueden cambiar realmente. Es una idea interesante, pero el recurso empleado convierte la metáfora en algo literal, y la nula reflexión reduce el proceso de transición a sus aspectos más simplistas.

 

 Tomemos, por ejemplo, la escena en el mercado donde Emilia -una ex capo- ve a una madre buscadora y, de pronto, cae en cuenta de la problemática de los desaparecidos, inspirándola a ayudar. Ese ajuste de conciencia no podría ser más superficial, y si uno cree que habrá un proceso genuino de expiación está muy equivocado. La película entera opera en esos niveles.

 

 Audiard no es, ni será, el primer extranjero en plasmar una visión crítica sobre nuestro país (Soderbergh, Villeneuve y Buñuel, entre otros, lo han hecho con mejores resultados), pero aquí su mirada roza el exotismo. Si la intención era dar visibilidad a estos problemas, en realidad la audiencia internacional se quedará en las mismas. Y es que, a pesar de incorporar una canción que busca aplacar conciencias («Para pedir perdón y perdonar»), uno no puede más que dejar caer la quijada e intentar absorber la audacia.

 

 Esa, audacia, es la palabra clave aquí. La película está llena de decisiones arriesgadas, algo que, sin duda, se aplaude, sobre todo en una primera mitad montada con mucho dinamismo que genera tanto morbo como placer culposo.

 

 Un ejemplo de esto es ese clip, compartido ampliamente en redes fuera de contexto, en el que Gómez dice: «Me duele la pinche vulva nomás de acordarme de ti.» Lamentablemente, es tan chusca la palabra que termina por perderse la verdadera intención: el disfrutar un momento diseñado intencionalmente para ser exageradamente melodramático. El hecho de que Gómez termine la frase mirando a la cámara y rompiendo la cuarta pared sugiere una intención clara de acercarse a un tono «camp». Casi todo lo relacionado con ese personaje tiene ese matiz, aunque navega en una órbita aparte.

 

 Otro clip que ha dado mucho de qué hablar es el de la canción sobre la vaginoplastia («From penis to vagiiiinaaa»), la cual, claramente, también tiene un tono jocoso y cuya intención parece ser confrontarnos con términos como mamoplastia, rinoplastia y condrolaringplastia, buscando despojar a estas palabras de cualquier aura de extrañeza o censura. Si logra o no su cometido, queda al juicio del espectador. A mí, me sacó una sonrisa.

 

 Al final de cuentas, esto no es cine al estilo Broadway, sino un tipo de musical más experimental. Las canciones no están pensadas para ser tarareadas al salir de la sala, y siguen más bien la línea del estilo utilizado por otros autores -de nuevo, con mejores resultados- como los franceses Leos Carax y Jacques Demy: conversacional y coloquial.

 

 El problema radica en la falta de consistencia en el tono, y sí, en la calidad. Pasamos de una canción surreal sobre injusticia («Yo y mis pompis mantecosas…»); a otra, sumamente ridícula, sobre añoranza («Hueles a Coca-Cola light con limón, hielo y sudor…»); a otra, que bien podría encajar en el 90s Pop Tour, sobre autonomía («Quiero, quererme a mí misma…»); a otra, la más espectacular, sobre corrupción («Miren al Gober, gobernador, ¿quién votó por él, la gente o el cártel?»), todas utilizando un lenguaje tan prosaico que termina sonando forzado. No ayuda, además, que muchas frases parecen traducciones literales de otro idioma, y al salir de las bocas de las actrices el efecto es risible.

 

 Sobre esa línea, se ha hablado mucho acerca de lo disruptivos que resultan los acentos de Gomez y Saldaña, y si hubiera sido mejor elegir actrices mexicanas para interpretar esos papeles. Aunque los argumentos son válidos, es muy común que se prioricen nombres reconocidos y que las producciones se adapten a ellos. En este contexto, el punto es muerto: Gomez interpreta a una estadounidense que no domina bien el español, mientras que Saldaña encarna a una dominicana-mexicana que lo habla con ese acento. Si acaso, Gascón sería el blanco principal, pues su entonación española es evidente.

 

 Un rayo de luz llega hacia el final de la película. Se trata de Adriana Paz, la única mexicana del cuarteto que se alzó con el premio a mejor actriz (o actrices, en este caso) en el Festival de Cannes. En ese momento, el filme cambia de rumbo y, por momentos, se convierte en una comedia romántica. Increíble, pero a esas alturas, ¿ya qué? Paz es, además, una pieza clave en el camino a un final que dice mucho sobre la idiosincrasia mexicana. Después de todo, nadie sabe quién fue en realidad Emilia Pérez.

 

 Y ahí regresamos al tema de la identidad, ese que permea toda la película. El porqué de mezclarlo con temas tan delicados para la sociedad que busca retratar y no darle el peso necesario, solo lo saben los creadores. El resultado es fallido y de una disonancia irreconciliable. Sería interesante, también, analizar el porqué del amor desmedido que despierta en gran parte del mundo. ¿Habremos caído nosotros en esa trampa en algún momento, sin siquiera notarlo?

 

EMILIA PÉREZ

 Dos estrellas

 Dirige: Jacques Audiard

 Actúan: Zoe Saldaña, Karla Sofía Gascón y Selena Gomez

 Duración: 132 min.