En la Fiesta del Pueblo
Con el permiso de la doctora Soledad García Morales, fundadora y directora del Círculo Cultural Regional Coatepecano, me permito participarles el siguiente sofismo, redactado para celebrar un aniversario más de la inauguración del ferrocarril Jalapa-Teocelo. Agradecemos la publicación en éste, en su semanario El Regional.
EN LA FIESTA DEL PUEBLO
México, Capital de la Nación, 1 de marzo de 1898.
—Señor presidente, la agenda para el mes de mayo ya está completada. Inicia con una gira al Estado de Veracruz. Tengo el reporte de don Teodoro de las obras que están por concluir. Don Porfirio, bigote atusado, el dedo pulgar debajo de la barbilla y el índice doblado en el mentón, pregunta: ¿cuáles obras? La contestación de Rafael Chousal, secretario particular, es inmediata: El ferrocarril Jalapa-Teocelo y la hidroeléctrica de Texolo, el ingeniero Manuel Fernández Leal, está muy entusiasmado de que va usted a visitar su tierra. —Ah, este Manuelito, qué eficiente secretario, el mejor economista, siempre añorando a su Jalapa.
Don Porfirio tenía presente que, en Jalapa, ocho años antes, el gobernador del estado, don Juan de la Luz Enríquez, había recibido la primera locomotora del ferrocarril Interoceánico para el enlace del puerto de Veracruz con la ciudad de México. El paso del progreso era agigantado y los inversionistas extranjeros apostaban sus capitales en este país, ya que el señor presidente de la república, garantizaba, con mano dura y bayonetas caladas, la paz social en esa, su reconstrucción nacional. También recordaba que al final de la administración de su leal compadrito el Manco González, éste lo había presentado con el general John Frisbie para que lo asesorara en todas las cuestiones ferroviarias, ya que le sobraban energías para domar el “caballo cerrero” llamado Méjico.
Prepara todo lo necesario para la gira, demandó el presidente. Chousal obedecía. Háblale a Frisbie para que nos acompañe. A Frisbie, don Porfirio le apreciaba todos los favores que le había hecho casi veinte años antes, al ponerlo en contacto con todos los grandes capitalistas de New Orleans, Saint Louis y New York. Esos servicios fueron recompensados con la concesión del ferrocarril Jalapa-Teocelo, y otras tantas rebanadas del pastel que saboreaban.
Señor, dice Chousal, están avisados y convocados todos los del gabinete y aquí le entrego el Itinerario para que lo revise: Estación del F.C. Mexicano, Perote, Xalapa, ahí transbordaremos rumbo a Coatepec, Zimpizahua, Las Puentes, Jico y Teocelo, en el PIOJITO. — ¿El qué? ¿El Piojito? — ¡Sí señor!, El Piojito. —¡Ah estos JAROCHOS!, buenos p’a los apodos. La logística de la gira está completa. El presidente está enterado de que la base económica de la región que visitará se fundamenta en la producción de 55,000 quintales de café, así como la producción de caña de azúcar y naranja, es por eso que los capitalistas extranjeros ven la zona como a una mujer desnuda en medio de la tropa.
El 1 de mayo de 1898 en Coatepec, Veracruz, el Piojito entra con los chiflos encendidos por la calle de Galeana. Descienden en la estación, al lado del salón-bar La Estrella de Oro. —Su pueblo señor, escuche la aclamación, (eso era rutina para él). —Señor, ¡es su pueblo!… su gente que quiere verlo de cerca. Están haciendo valla desde las seis de la mañana. Repiquetear de campanas, cueteros de Tecoxolco, valses de don Gilberto, el Mápel echando globos de papel, muchachas bonitas zapatos de raso bordados de seda, con paso gracioso, terno bonito y cinta colorada. Vaya acontecimiento. Señor presidente, pase al ambigú, aquí está su piscolabis. Era el ofrecimiento de Don Alejo Galván, que en ese momento lo introducía al bar. A qué don Alejo, usted siempre tan… insistente, mejor tráigame una cerveza bien fría, contestó don Porfirio, que por la sed se le formaban algodoncillos en las comisuras de los labios. Don Alejo continuó: señor, después de que salude a la concurrencia, nos vamos a mi casa que nos esperan con la mesa puesta. —Pos vámonos de una vez Alejito, porque como que ya me chilla la tripa y quiero pasar a saludar a mi tocayo Porfirio Díaz a las Puentes (ése era el bisabuelo del Arqui). Muy bien señor, pos vamos a darle, contestó don Ale.
Amigos, no se pierdan la continuación de este relato, y les recuerdo “No hay fiesta que se precie, sin el amigo que de la nota”.
Ánimo ingao…!!!!
Con el respeto de siempre Julio Contreras Díaz
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