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En Torno a la Fiesta de San Pedro y San Pablo.

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Hace ya un año, en el contexto de la fiesta de San Pedro y San Pablo, que la Arquidiócesis de Xalapa celebraba con gran gozo la entrega del Capelo cardenalicio a Mons. Sergio Obeso Rivera. Este 28 de junio su Eminencia Sergio Cardenal Obeso Rivera celebró su primer aniversario como Cardenal de la Iglesia Católica. El 29 de junio de 2018, en la Plaza de San Pedro, el nuevo Cardenal concelebró la Sagrada Eucaristía en la fiesta de San Pedro y San Pablo.

San Pedro y San Pablo son dos grandes personajes; ambos proceden del judaísmo, Simón era pescador y Saulo el perseguidor de la Iglesia. Luego de haber tenido un encuentro personal con Cristo se convierten en los Pilares de la Iglesia. Simón será llamado Pedro, es decir, la Piedra o Roca sobre la que se construye la Iglesia y Saulo, recibirá el nombre de Pablo, un apasionado de Cristo y predicador incansable del evangelio.

Estas dos grandes columnas de la Iglesia se conocieron, se encontraron en más de una ocasión, dialogaron e incluso discutieron sobre cuestiones decisivas; teniendo carismas diferentes supieron poner al servicio de Dios la riqueza de su propia diversidad. Los dos confesaron el mismo evangelio, incluso con su propia vida; ambos fueron martirizados en la capital del imperio, por ello la ciudad eterna conserva también sus restos mortales.

San Pedro es el príncipe de los apóstoles; su nombre es mencionado muchas veces en los escritos del Nuevo Testamento sea en los Evangelios, los Hechos de los Apóstoles como las Cartas de San Pablo. Sabemos que nació en Betsaida junto al lago de Tiberíades y que se trasladó a Cafarnaúm, donde se desempeñaba como pescador.

La imagen de Pedro es el de una persona sincera, intrépida, espontánea, generosa, capaz de grandes desafíos… al mismo tiempo, aparece como una persona débil; todos seguramente recordamos las tres negaciones y recordamos además cómo más adelante, Cristo lo perdona y confirma su elección en el famoso pasaje de la triple pregunta: ¿Pedro me amas? (Cfr Jn 21,15).

Simón Pedro fue la Piedra sobre la que la Iglesia fue fundada. Su capacidad de perseverancia y conversión quizás sean lo que hace de su historia un ejemplo para cualquier cristiano. La noche más oscura de Pedro fue sin duda aquella cuando negó al Señor. Después se arrepintió y Jesús con su gracia la ratificó para colocarlo como cabeza de la Iglesia, mártir y guardián de las llaves del reino de los cielos.

San Pablo era originario de Tarso de Cilicia; de él nos habla San Lucas en el libro de los Hechos de los Apóstoles, así como él mismo en algunas de sus cartas. Su nombre original

era Saulo. Desde pequeño fue trasladado a Jerusalén para estudiar a fondo la Ley mosaica a los pies del gran rabino Gamaliel (Cf. Hech 22,3). A partir del acontecimiento de Damasco (Hech 9, 1-18) su vida cambió y se convirtió en un apóstol incansable del Evangelio.

La vida y vocación de estos dos grandes apóstoles del cristianismo nos deja muchas enseñanzas; podríamos pensar en la experiencia de encuentro o en el llamado; se puede también destacar su radicalidad en el seguimiento de Cristo hasta derramar su sangre; pero también se puede subrayar el aspecto de la fragilidad. Pedro y Pablo, llevaban un estilo diferente de vida antes de encontrarse con Cristo, después de que han vivido esta experiencia de que Dios pasara por su vida, vivieron una transformación radical, uno se hizo pescador al servicio del reino de Dios; el otro de perseguidor de la Iglesia se convirtió en apóstol del Evangelio de Cristo crucificado. No nos cabe ninguna duda, de que lo que produce esta transformación es el poder de Dios.

En la fiesta de San Pedro y San Pablo, el Cardenal Sergio Obeso, celebra además el aniversario de su consagración episcopal. Felicidades Eminencia, ¡Que todo sea para gloria de Dios!

 

Pbro. José Manuel Suazo Reyes Director

 

Oficina de Comunicación Social

Arquidiócesis de Xalapa

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