En un mes
Entre Columnas
Martín Quitano Martínez
A la pregunta de si es
feminista, el presidente López Obrador responde: soy humanista. Así se
autodefine frente a temas relacionados con las demandas de las mujeres o respecto
de una situación a todas luces adversa en la que viven en muchos momentos de la
vida cotidiana. Parece decir que con el humanismo, él ve mucho más allá, no
solo una parte.
Entonces cabría preguntarse por
qué, en la condición superior del humanismo practicante del presidente, se hace
tan manifiesta su falta de empatía hacia demandas argumentadas y con datos
duros, que reclaman su atención a los variados y dolorosos problemas de
violencia en contra las mujeres que suceden en nuestro país.
Sin duda, el presidente es
un hombre testarudo y conservador, indispuesto al entendimiento de los gritos
femeninos que reclaman desde la plataforma de los “nuevos derechos”, a los que
observa como una más de las estrategias de los neoliberales para dañarlo.
Hay múltiples debilidades en
el ejercicio de este gobierno; de entre ellas, por el dolor que significa, por
la potencia y por la fuerza de los reclamos frente a los sufrimientos, está el
desdén gubernamental ante el amplio movimiento de las mujeres, que exigen ser
escuchadas y atendidas, que le plantan cara no solo a los gobiernos, en su
mayoría distantes y cómplices, sino a toda una estructura de “tradiciones”, de
comportamientos machistas, patriarcales, que deben ser superados.
Los gobiernos tienen
responsabilidades frente a los actos de impudicia y barbarie que todos los días
miramos contra las mujeres, las niñas y las adolescentes. Sin embargo, pese a las
reivindicaciones cada vez más presentes, la lejanía se observa y se palpa con
demostraciones de omisión o de franca provocación, al menospreciar o pasar por
alto la tragedia de la violencia de género, que no será erradicada con la
publicación de una carta de intenciones.
Para botones de muestra, el
cobijo a personajes denunciados como acosadores o violadores; para ellos la protección
desde el poder nacional con argumentos varios que solo buscan encubrir su
condición de agresores. Sumado a esto, se exhibe la falta de políticas públicas
respaldadas con presupuestos y con acciones claras que realmente muestren
voluntad y compromiso para enfrentar los problemas.
Es por los abandonos, que la
respuesta de las mujeres se endurece y agiganta. Frente a la desigualdad y
violencia por razones de género, un movimiento como el de las mujeres es
reconocido en su vitalidad y trascendencia, capaz de poner en jaque los
cimientos de este patriarcado que debe ser confrontado por todos.
En un mes, el 8 de marzo, vuelve
a conmemorarse el Día Internacional de
la Mujer. Volveremos a ver una jornada de lucha nacional por los derechos
de las mujeres, que marcharán en plazas y avenidas por sus derechos y contra el
olvido y las agresiones que padecen.
Su enojada presencia,
representa la suma de hartazgos frente a la inacción y la complicidad de
poderes y gobiernos que parecen no enterarse del agravio, que insisten en desestimar
el reclamo, actuando como lo que son, parte de la visión machista y patriarcal que
debe erradicarse.
LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
De
todos lados, la vida política estatal, atascada de adjetivos.
Twitter: @mquim1962
No
estoy aceptando las cosas que no puedo cambiar, estoy cambiando las cosas que
no puedo aceptar.
Angela Davis.