Coatepec

Enseñanza que trasciende

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Miguel Ángel Rodríguez Todd

Ambos decidieron consagrar sus vidas a Dios, ambos entendieron que un área para ejercer su vocación era la enseñanza y, decidida y entusiastamente, asumieron su papel de maestros para transmitir sus invaluables y profundos conocimientos a muchas generaciones de estudiantes.

Tuve la fortuna de conocerlos, en mi papel de discípulo, dentro de un aula. En ambos descubrí alegría y compromiso para compartir su saber. Ambos generosamente se brindaban más allá de lo que un acotado plan de estudios les obligaba y supieron, en todo momento, mantener centrada la atención de sus alumnos y explotar el potencial de cada uno de ellos respetándoles su individualidad.

En los dos observé ingenio y creatividad para incentivar la auto investigación en sus cátedras. Despertaban en nosotros, sus alumnos, el apetito voraz por saber, cada vez más, sobre los temas que nos impartían y optimistas nos aventurábamos hacia mayores profundidades de la sapiencia. Curiosamente impartían materias antagónicas pero, digo yo, complementarias. Una, dictaba clases de matemáticas y álgebra, relacionada con números y variables alfanuméricas; otro, disertaba sobre lógica y filosofía, vinculadas con las letras y el ordenamiento del pensamiento. Sin embargo, ambas asignaturas llegan a resultar apasionantes y, sin duda alguna, incrementan nuestro raciocinio.

Mi modesto reconocimiento a través éstas insignificantes líneas, para la Religiosa Consuelo Núñez y para el Presbítero Álvaro Fernández Ávila. La primera, destacadísima instructora del Colegio “José de Jesús Rebolledo” por varios años y épocas y que, hoy, como una gratificante bendición, tenemos nuevamente residiendo en Coatepec y, el segundo, cultísimo mentor de la Escuela de Bachilleres “Xalapa” y sobresaliente articulista por varios lustros de importante diario de la capital veracruzana.

Estoy convencido que todos somos un algo (o un mucho) de nuestros maestros. Más aún, cuando corresponden a casos como los que en estas líneas menciono, que destacan en grado superlativo por sus cualidades y virtudes. Mucho bien nos ha hecho a quienes tuvimos la fortuna de ser depositarios de sus enseñanzas y, con certeza afirmo, hemos y seguiremos aplicando en nuestro diario acontecer. Más me admira observar que la semilla que tan eminentes catedráticos sembraron en nosotros, ha sido fecundada y multiplicada, en los hijos de quienes fuimos sus alumnos. Tengo la seguridad que esa enseñanza transgeneracional es debida al enorme convencimiento, dedicación y hasta abnegación con que la “Madre” Consuelo y el “Padre” Alvarito transmitieron sus conocimientos.

Sólo espero que existan muchos otros “Consuelos” y “Alvaritos”, que esparzan con devoción y pasión sus conocimientos para construir un mejor Coatepec y así, en consecuencia, un mejor Veracruz y un mejor México. Mucho me gustaría.

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