CUARTO ACTOPLUMAS DE COATEPEC

ENTRE ESPADAS Y ESCUDOS

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ENTRE ESPADAS Y ESCUDOS

Cuarto Acto

PREFACIO

 

Por: Alejandro García Rueda

 

Antes de que la gran Tenochtitlán cayera en un estado de orfandad, los valerosos guerreros mexicas, entre la neblina y la llovizna, propinaron una gran derrota a las huestes de Hernán Cortés.

 

La de «la noche triste» no es la historia sobre cómo los españoles perdieron a más de la mitad de su gente, caballos y piezas de artillería importantes para el combate, es la victoria más estridente de un pueblo que supo hacer frente al poderío de las ballestas, las espadas y los escudos.

 

A poco más de 500 años de distancia, y con un régimen gubernamental que se encuentra a la mitad del camino, los mexicanos ya no languidecen frente al yugo del hierro de la espada montante, pero se mantiene en pie de lucha frente a lo que está por venir.

 

Como hace más de 500 años, las nuevas generaciones seguimos escribiendo las crónicas de nuestro tiempo. Es así como nos queda la memoria, como nuestra esencia perdura y como dejamos que la palabra sea —de nuestro pueblo— el poder de la verdad.

 

Según cuenta la historia, pasó al menos un año para que mexicas y españoles se encontraran con hambre y sed de lucha.

 

Con ese mismo ímpetu —pero sin ser si quiera antagonistas— El Regional y el autor del presente texto se reencuentran para escribir un nuevo capítulo en su historia.

 

En este momento, una puerta se abre para que quien esto escribe pueda entrar y expresarse brevemente en primera persona.

 

Salvo por la natural evolución personal, ideológica y profesional, sigo siendo el mismo. Aquí estoy de nueva cuenta, con mis filias, fobias, amores y fascinaciones, con sarcasmos, ironías e incluso algunas manías.

 

Agradezco a quienes hoy —como hace trece años— me abren la puerta de esta casa editorial, pero también a los lectores que desde hace más de una década han acompañado mis pasos. Es un error pensar que volveremos a ser los mismos, pero aquí estamos buscando hacer las cosas mejor que antes.

 

Quizá no seamos parte de civilizaciones distintas, pero pronto descubriremos por qué seguimos estando entre espadas y escudos.