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Entre la fe y la tragedia

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Pedro Peñaloza

“Quizá la más grande lección de la historia 

es que nadie aprendió las lecciones de la historia”.

Aldous Huxley

 

Primer acto. El presidente López Obrador no cree en la ciencia, aunque diga que confía en los científicos. Su perorata colinda entre la fe y el deseo. Camina por veredas y muchedumbres deseosas de tocarlo y hasta venerarlo, para él no existe el peligro del contagio. En realidad, poco importa lo que le comenten los expertos, él anuncia que seguirá con sus giras. Ese es el alimento de su liderazgo. Quizá desearía enfermarse y convertirse en esa víctima de lo que fue la “mafia del poder”, hoy exorcizada por los casi cánticos de la misa de siete. Será el Covid-19 quien lo atacará sin derecho a réplica. Entonces, los feligreses lanzarán loas a los poderes extraterrenales para que el diabólico virus no dañe al mesías. AMLO está convencido que el pueblo no sufrirá un estrago considerable, ya que con su bastón de mando lo protegerá y posiblemente no abrirá el mar rojo, pero sí pondrá diques que eviten que la otrora raza de bronce sea derrotada por ese enemigo importado. Faltaba más.

 

 

Segundo Acto. El hablantín y recién debutante de porrista de AMLO, Hugo López-Gatell, se enseñorea dirigiendo los ritmos de una gigantesca colectividad ignorante y maleable. El susodicho subsecretario se planta frente a los micrófonos del púlpito propiedad del sacerdote sexenal, para seguir las instrucciones de su jefe, aclaremos no el Secretario de Salud, quien es llevado como florero a las conferencias matutinas, sino del tabasqueño que lo ve con satisfacción y orgullo. Se trata de hablar de los riesgos de la epidemia, pero al ritmo que mandate el dueño de la verdad. López-Gatell anuncia con satisfacción inocultable que habrá una inversión de 3 mil 500 millones de pesos para la compra de equipo e insumos médicos para atender la pandemia, cifra pírrica si nos atenemos a la anemia estructural del sistema de salud del país, la cual será incapaz de atender la vorágine de enfermos en la fase 2 y menos en la fase 3, ya descritas por la OMS y repetidas por el subsecretario de marras. No importa que lo estados tomen sus propias medidas sanitarias y preventivas. Quizá estas 12 semanas exhiban la irresponsabilidad oficial, pero también quedará claro que el Covid-19 llegó de perlas para enmascarar la magnitud de la depresión del mundo capitalista y sus efectos devastadores, sobre la humanidad asalariada y empobrecida, como nos lo recuerda Francisco Colmenares, en su entrega del 18 de marzo en La Jornada.

pedropenaloza@yahoo.com

Twitter: @pedro_penaloz

 

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