ENTREVISTA A MIGUEL MALDONADO
ARS SCRIBENDI
Rafael Rojas Colorado
rafaelrojascolorado@yahoo.com.mx
(Con motivo de la presentación del poemario El vuelo de la rosa en el marco de la Feria del Libro Infantil y Juvenil de Xalapa, el pasado 28 de julio).
Mi agradecimiento a la coordinadora de entrevistas, Ketzalzin Almanza Colorado, por concederme un espacio en su agenda.
Miguel Maldonado es un poeta de la ciudad de Puebla. Nació en 1976 y forjó su carácter en trabajos de diversa índole y el estudio de las leyes, pero fue llevado a otros senderos por un susurro que emergía de la hondura de su ser, era la voz de la poesía. Hoy es autor de varios textos: Magia al corriente, La carne propia, Ciudadela, Bestiario, El libro de los oficios tristes, El vuelo de la rosa, entre otros. En el año 2016 ganó el premio de poesía Joaquín Xirau Icaza. Los invito a un diálogo con el poeta.
Primera parte
- ¿En qué momento de tu vida experimentas la inquietud por escribir?
Es una pregunta difícil, porque datar la fecha exacta en la que uno considera que le interesó la poesía o escribir no es fácil recordar. Hay distintos momentos en los que se piensa que esos fueron los que detonaron la decisión de dedicarse a la escritura. Recuerdo que en mis ratos de ocio escribía sin saber que era poesía, lo hacía por el solo hecho de expresarse. Estudiando te das cuenta de lo que estás haciendo, pero en su momento no sabes si lo que escribes cumple con las características de algún género. Ya después inspiraba poemas, breves líneas que por sí mismas contaban una historia. Pero yo creo que fue de muy niño, lo cual no significa que el hecho de que escribas de muy niño derive en que vas a ser escritor o poeta o novelista, porque también el acto de escribir pasa por un momento de toma de decisión, algo que asumes como forma de vida, dedicarte a la literatura. También puede suceder que un día decidas renunciar. Hay muchos casos en la literatura de grandes escritores que en algún momento de su vida deciden renunciar. Tenemos el caso de Rulfo, por ejemplo, gran escritor que sólo escribió unos cuantos libros y jamás volvió a hacerlo.
- Una vez que escribes por vez primera, ¿piensas que la escritura se presentaba ya como un camino a seguir o fue tan sólo un primer deshago emocional?
Ahora que lo veo a la distancia, yo considero que eran ciertos desahogos, porque todos tenemos una manera de expresarnos, y hay quienes lo hacemos en la escritura y otras personas de diversas maneras. En mi caso fue la escritura. Recuerdo que, en la universidad, cuando la clase me fastidiaba, me ponía a escribir. Ha sido una forma de expresión, por un lado, pero también de activarse, de sentirse cómodo en el momento. Estudié derecho, y escribí muchos cuadernos, pero en lugar de tomar notas de la clase me ponía escribir poemas y eran como un escape al aburrimiento que a veces me acompañaba.
- ¿Qué te inspira a escribir?
Como en todo, en un principio nacen inquietudes de juventud y no tienes experiencia, entonces surgen las ilusiones. Conforme pasan los años se tienen distintas experiencias y la literatura surge de la vida. Y la inspiración fluye por la íntima reflexión, la intuición, y poco a poco va tomando un lugar importante como lo es en El libro de los oficios tristes, el cual es un libro que está inspirado a través de la experiencia de vida, pero también a partir de la observación.
- ¿Qué escritor o escritores te despertaron durante la juventud una inquietud de crear tus propios versos?
De pequeño leímos, como todos los que teníamos padres que poseen una mínima biblioteca en casa, a los poetas modernistas, no tanto a los internacionales como Darío o Vallejo, sino a los modernistas mexicanos, Nájera, y en mi caso en particular leí mucho a Amado Nervo y a muchos otros poetas mexicanos; también a Villaurrutia. Hay alusiones o guiños a diversos poetas: a Lizarde, a Rilke, pero bueno, en mi caso particular, digamos, el poeta tutelar en una primera etapa de mi vida fue precisamente Amado Nervo.
- Cada vez que pones punto final a un texto, ¿expresas cierta libertad interna o experimentas un fuerte compromiso con tus lectores?
Hay textos que se hacen sin que se sepa de inicio que se está escribiendo un libro, y hay otros textos que –este es mi caso– uno sabe que está escribiendo un libro y hacia dónde va. Por ejemplo, en el caso de El libro de los oficios tristes, lo mismo en El vuelo de la rosa, sabía cuál era el tema, intuía las vertientes que iba a tomar el libro, así que entonces sabía el momento en que más o menos se acababa. En cambio, hay ocasiones en las que no sabes que estás escribiendo un libro ni cuándo lo vas a acabar. En estos dos casos en particular sí lo sabía y obviamente es un instante donde se combinan varias emociones: por un lado, el placer, el gozo de plasmar lo que tú deseabas, sientes este placer por haber logrado culminar un proyecto; también miedo, cuando escribes estás de alguna manera infatuado en el tema, de tal suerte que no sabes si los lectores lo van a ver de forma distinta. Los impresores lo llamamos “ceguera de taller”, estás tan metido en algo que ya no ves con la misma claridad y objetividad. Lo mismo cuando escribes: no sabes hasta dónde la infatuación en la que estás te permite mirar de mejor manera tu obra, entonces hay cierto temor de que quizás lo que has escrito no tiene las dimensiones de lo que esperabas. Pero esto se te va quitando con el tiempo: una vez que al libro lo dejas enfriar, que pasen algunos meses, va llegando un estado de ánimo distinto, y entonces allí es cuando conviene releerlo para darse cuenta de los excesos, o de las carencias, de las faltas; cuando estás imbuido escribiendo un libro, das por sentado muchas cosas y cuando lo dejas un tiempo descubres las cosas que habías dejado sueltas y que dabas por supuestas porque estabas involucrado con el tema (CONTINUARÁ).