…ESE MENTIROSO
A pesar del dificultoso viaje, la emperatriz Carlota llegó a Veracruz, y ahí divisó la bandera francesa ondeando en el mástil del vapor-correo Impératrice Eugénia, listo para llevarla a Francia. Su encargo era ir a las Tullerías y demandarle al Napoleón III, el patrocinio al Imperio de su amado Max, porque éste poco a poco se asfixiaba en Mexico. Fatigada, molesta y acongojada, se encerró en su camarote con quejidos y descontentos y ni siquiera en la Habana, por casualidad asomó la cabeza.
Al arribar al puerto de Saint Nazaire, el único jerarca que la esperaba era Don Juan Nepomuceno Almonte, apercibido para abordar el ferrocarril en Nantes y conducirla a París. Y fue ahí, donde la infortunada Carlota se sintió degradada, ya que el carruaje imperial no estaba en la estación Montparnasse; por “equivocación”, éste aguardaba en la estación D’Orléans y esa gravísima falta, la hija del poderoso y rico Leopoldo, no la toleraba.
La sentencia del Napoleón era no recibir a Carola, por eso mandó a avisarle, que primero fuera a Bélgica a visitar a sus familiares, porque él tenía asuntos más importantes que atender. Además no tenía cupo en su palacio para hospedarla y de plano, si optaba por quedarse, mejor buscara hotel, se acomodara, se diera un regaderazo y que ya no diera lata.
Ese desaire fue el colmo para Carola. A esa negativa, expresó que entraría a ver a Luis Napoleón por la fuerza y que no le importaban los guarros que lo custodiaban, porque no era posible que a la hija de Luisa María de Orleans, una noble cuya sangre borbona corría por sus venas, fuera humillada por un pinche plebeyo rico, arrogante y con poder. Ese 10 de agosto, pero del año de 1866, Carola mostró la carta original escrita a Maximiliano, con la “firmota” de Luis Napoleón, donde le pedía que se fuera a México, que instaurará el imperio, que contara con su incondicional apoyo, y que él, no se retractaría.
Ni con esa fehaciente prueba, el Napoleón III se conmovió, simplemente se rajó y con un rotundo no, despac hó a la visita. Triste y desconsolada como “la rama cuando no le dan”, Carola comprendió que nada tenía que hacer en París con ESE MENTIROSO y abandonó el lugar, para ya “medio loca”, ir esperanzada a Roma, al Vaticano, para derramar sus lágrimas en el hombro del Papa Pío Nono, pero eso será otra histerieta.
Amigos, feliz inicio de semana, y como dice el refrán: “A quien de otro se fía, válganle Dios y la Santa María”.
¡Ánimo ingao…!
Con el respeto de siempre Julio Contreras Díaz.
El DJ, les envía esto: nada de mentiras…!