ESE VIEJO RECADO
ESE VIEJO RECADO
René Sánchez García
La
semana pasada, más bien el miércoles, me dispuse a limpiar una gaveta de madera
de cedro, donde guardo desde hace muchos años, fotos amarillentas, boletas de
calificaciones escolares, boletos de autobuses de pasajeros, timbres postales,
monedas y billetes antiguos, así como un sinnúmero de cosas de papel y metal
que se han venido acumulando como recuerdos. Como pienso darle otro uso a dicha
gaveta, revisé cuidadosamente cada objeto con la finalidad de hacer una limpia,
asunto que me costó trabajo por sentimentalismo.
Entre todas esas cosas
halladas o vueltas a ver, me encontré con esa vieja carta que contiene en su
interior una hoja de cuaderno con tus líneas. Recuerdo bien que en la escuela
primaria sólo una vez participe en un acto a las madres, precisamente con una
poesía aprendida a base de cientos de repeticiones orales. Tu carta con esa
especie de recado informal me la aprendí de memoria. La leí en su momento
infinidad de veces, hasta que la pude guardar en mi memoria. Antes de
encontrarla había olvidado su contenido, que de nuevo viene a mi mente como si
fuera ayer.
Ese recado, bueno esa tu única
carta, la leí muchísimas veces. Está escrita con bolígrafo con tinta azul.
Contiene exactamente tres párrafos, donde escribiste 52 palabras. En ella hay 5
faltas de ortografía que siempre te las perdoné. Usaste indistintamente
mayúsculas con minúsculas en tu breve mensaje. Encontré 10 comas, 2 punto y
coma, y 5 puntos finales. No tiene fecha de expedición, me guio sólo por el
sello postal del timbre o estampilla. En la parte superior del recado
escribiste mi nombre y al final no pusiste el tuyo. Sólo eso hay.
El mensaje tuyo, que por
primera vez lo doy a conocer, me dices que vives en un lugar muy bonito, que
pronto iniciarás un trabajo, que te sientes feliz allí, y que es como una nueva
vida para ti. Pero en ninguna de las líneas me preguntas cómo estoy, que hago
desde que nos vimos la última vez. Tampoco al final del recado tiene un hola o
un adiós. Siento que esos dos años, tres meses, catorce días y nueve horas en
que convivimos, los has olvidado. Lo que deseaba encontrar no lo escribiste.
Sé que nunca contesté tu
mensaje, pues olvidaste poner tu dirección. Pero te juro que lo deseaba hacer
para recordarte todos los momentos de convivencia. Recuerdo que me pedías
pasara por ti para llegar a la escuela, que te esperara a la salida, que
cargara tu mochila llena de libros y libretas, que te ayudara con las tareas, que
te invitara una nieve de fresa, incluso dijera mentiras a tu mami, así como
otros muchos que ya no vienen a mi memoria, pero que pasaron y no creo que tú
los hayas olvidado así de pronto.
Pero no te preocupes, no tiré
tu viejo recado. Me atreví a alterarlo en su contenido y con bolígrafo azul
escribí: “Hola amigo, cómo estás,
discúlpame por escribirte hasta ahora, pero quiero que sepas que te recuerdo
mucho, así como todo aquello que pasamos juntos como compañeros de escuela. Cuéntame
de tu vida y qué haces ahora. Qué me dices de mi pueblo y de los amigos y
compañeros que extraño tanto como a ti. Te prometo escribirte pronto. Salúdame
mucho a tu cachorra mordelona “Tita”. Hasta pronto, cuídate mucho. FGH.” Como puedes notar, ahora tu viejo recado se ve más emotivo.