ESTRATOCRACIA DE LÓPEZ
ESTRATOCRACIA DE LÓPEZ
Por Héctor Guerrero
Vaya días que hemos tenido
últimamente con el tema del Ejército, la Guardia Nacional, el caso Ayotzinapa,
los desplantes del General Luis Cresencio y, por supuesto, las famosas
Guacamayas.
Cada vez nos queda más claro
que eso de rendir cuentas no es cualidad de las fuerzas armadas y pues ahora
que cuentan con autoridad y poder casi absoluto y con más de 111 mil millones
de pesos de presupuesto, pues menos, mucho menos.
Las democracias más avanzadas
del mundo, incluso del que se ufana ser el Ejército más poderoso del mundo, la
seguridad está a cargo de un civil.
Nuestro sistema de seguridad
está más cerca de países como Colombia, Arabia Saudita, Corea del Norte,
Tailandia, Yemen, Angola, Nicaragua, Camboya, Kazajstán, Eritrea, Irán,
Vietnam, Chad o Siria.
La mayor parte de los países
desarrollados, con sistemas de seguridad consolidados y bajas tasas de
inseguridad –como Estados Unidos, Canadá, Alemania, Australia, Nueva Zelanda,
Corea del Sur, Japón, Reino Unido o los países nórdicos–, tienen en común el
mando civil total en las fuerzas de seguridad pública.
Los otros tres modelos, en
especial el mando militar y el concurrente son, salvo algunas excepciones, más
característicos de países autoritarios y poco desarrolladosque es donde López
nos está colocando.
Aquí en México seguimos
atrapados, insistiendo en tener a un militar encargado de la seguridad
nacional, a pesar de que la historia reciente, por lo menos en los últimos 20
años de intervención militar en seguridad pública, no han logrado poner fin a
la violencia del crimen organizado en México, sin mencionar las incontables
atrocidades cometidas por soldados y marinos, ejecuciones, desapariciones
forzadas y tortura, gozando de total impunidad.
Los militares, con el gobierno
de López, son dueños de empresas privadas, contratistas de obras públicas y
participan en diversos tramos de la administración gubernamental reservados a
los civiles. Y por si fuera poco, vienen con una aerolínea.
Hoy los militares tiene
facultades para detener e interrogar a civiles, resguardar la escena del
crimen, recoger y preservar evidencias, detener a migrantes indocumentados y
obtener órdenes judiciales para rastrear la actividad y la ubicación de
teléfonos celulares.
Y pues ya sabemos que esto
termina en graves faltas a los derechos humanos, desde la detención arbitraria
de civiles, con pruebas inventadas, los han mantenido en bases militares sin
imputarles ningún delito, los han sometido a golpizas, simulacros de
ahogamiento, descargas eléctricas y, a veces, han amenazado con violarlos, a
menudo para extraer confesiones por la fuerza, de acuerdo con informes
revelados a diversas ONGS.
Soldados y marinos también han
ejecutado a civiles no armados, en ocasiones de forma deliberada, y han
perpetrado desapariciones forzadas y sucede también con el actual régimen
Durante los primeros tres años
de la presidencia de López Obrador, el Ejército informó que, en 640
enfrentamientos con civiles armados, mató a 515 personas, detuvo a 381 e hirió
a 89, y que 21 soldados habían muerto durante ese período.
Y esos son datos que solo
ellos conocen, pues generalmente, las autoridades no realizan investigaciones
independientes sobre el uso de la fuerza letal por parte de militares en las
operaciones de seguridad pública. Así que todo siempre ha sido muy conveniente.
Todo esto está sucediendo a pesar
de que La Corte Interamericana de Derechos Humanos en repetidas ocasiones
dictaminó, incluso en 2018 en un caso contra México, que los militares solo
deberían intervenir en tareas de orden público en circunstancias
extraordinarias, con el fin de apoyar a los funcionarios civiles, pero no de
reemplazarlos, y bajo una estricta fiscalización para asegurar que haya
rendición de cuentas. Recomendaciones que hoy simplemente no valen
El Ejército siempre, desde su historia, le ha apostado al
olvido, a dejar pasar los asuntos y hacer su pacto de silencio ya lo que sigue.
Así es, el abrumador silencio les ha salido rentable.
Aguantar, resistir la crítica,
a la opinión pública, antes que enfrentarla.
Hoy estamos sufriendo las
consecuencias de la instalación de un
gobierno populista, la opresión del poder civil, y el auge de poder militar.
Con la mano en la cintura,
Luis Crescencio Sandoval se negó a ir a la Cámara de Diputados a comparecer por
el asunto de las Guacamayas y no solamente eso, el general los llama a su
oficina para después cancelarles, lo peor los diputados defendiendolo, los
lacayos de Morena, asi se deja claro
quien manda en la actual administración y que los militares no están
dispuestos a rendir cuentas al poder legislativo, al que desprecian igual que
al civil.
No es sensato pedir un regreso
inmediato a los cuarteles, pero también es cierto que algo ocurre al interior
de la Sedena y no lo debemos pasar por alto.
El Ejército es parte
fundamental, estratégica de nuestra sociedad, pero no por eso vamos a dejar de
exigir cuentas, muy al contrario, pues como ya dijimos, es la dependencia que
más presupuesto recibe.
Y hoy gozan de un poder sin
precedentes.
La estratocracia está a la
vuelta de la esquina, nadie de nosotros quiere eso, es nuestra responsabilidad
desde nuestras trincheras consolidar nuestra democracia, con una ciudadanía más
fortalecida, más participativa.
Los mexicanos queremos una
república civil no una militar.
Tiempo al tiempo.
@hecguerrero