Evocando el boxeo
Rafael Rojas Colorado
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Después de ver el ‘show’ (porque eso fue y no otra cosa) entre el filipino Manny Pacquiao y el estadunidense Floyd Mayweather el pasado dos de mayo, al que las televisoras osaron llamar “la pelea del siglo”, pensé que el tiempo y la tecnología han modificado notablemente el deporte de las orejas de coliflor, y me fue inevitable evocar a aquellos boxeadores de los años cincuenta y sesenta como: Vicente Saldivar, Efrén “Alacrán” Torres, Jesús “Chucho” Castillo, Rubén “Púas” Olivares, a “El Barretero de Tula” Julio Guerrero, Octavio “Famoso” Gómez, Romeo Anaya, Rafael Herrera, José Medel, Ultiminio Ramos, Roberto “Manos de piedra” Durán, y Mohamed Alí, como máxima figura de todos los pesos. En fin, la lista sería interminable. Pero con el recuerdo les rendimos merecido tributo a sus hazañas deportivas, las mismas que se convirtieron en un volcán en erupción cuando subían al cuadrilátero a pelear con valentía y determinación.
Es evocadora la voz de Chalano, ante la afición reunida en la arena, presentando a los oponentes. El alarido del público cimbraba las instalaciones al momento de ovacionar a su favorito. Lo mismo sucedía cuando en el clímax de la pelea se originaban los emotivos cambios de golpes que ponían de pie al aficionado que veía sangrar, tambalearse y desplomarse a la lona a esos guerreros de mil batallas.
La técnica, la fortaleza, el punch y el estilo fueron algunos de los atributos que el boxeador exhibía dentro del cuadrilátero, pero sobre todo el pundonor y ardiente valor que siempre los sacó a flote, hasta morirse en la raya si era necesario. En las batallas se desbordaba la pasión cuando a través de las cruentas batallas el peleador emitía el imán que le iba esculpiendo el camino hacia la fama y la gloria, ganándose un lugar en el corazón del aficionado, quien lo convertía en ídolo del pueblo; tal fue el caso de Rodolfo “Chango” Casanova, José “Toluco” López y Ricardo “Pajarito” Moreno, Raul “Ratón” Macías y Rubén Olivares, quienes tanta emoción regalaron con sus brillantes actuaciones a sus seguidores.
Fue una nostálgica etapa en la vida de México, iluminada en las noches por los salones de baile, las carpas, los oficios y los voceadores; una vida de barrios, colonias y suburbios en la que predominaba la pobreza y que sirvió de cuna para mecer el coraje de muchos chamacos que se hacían notar en las peleas callejeras; esa bravura y el horror a la pobreza los condujo a los gimnasios (en el argot de la época, “establos”) para pulir el estilo con las perillas, el costal y la buena dirección de hombres conocedores del oficio como: Eleuterio “Coneja” López, El chilero Carrillo, Pancho Rosales, Arturo “Cuyo” Reyes, Ángel Casillas, entre otros.
La añoranza de esos tiempos nos acerca a los protagonistas del boxeo, a través de una imagen televisiva en blanco y negro; aquellos mosaicos en los que un grupo de amigos acercaban sus oídos a un radio Punto azul o RCA Víctor a través del cual la emoción era mucho más apasionante.
Las peleas de box también nos acercan los rostros de entusiastas comentaristas que amenazan con perderse en la bruma del olvido, como Jorge Sony Alarcón y Antonio Andere, quienes con el tono de su voz y un vasto historial de los peleadores imprimían un toque especial a la pasión y emoción de las peleas de boxeo, convirtiendo las arenas en manicomios de locura. Fue la época de oro del boxeo mexicano escrita con los puños y el corazón de sus protagonistas. El recuerdo de aquellas verdaderas batallas cuerpo a cuerpo, dispuesto siempre a parangonarse con el espectáculo del presente, perdurará por siempre.