Feminicidios y agresiones
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Por René Sánchez García.
De unos meses atrás a la fecha, casi todos los medios informativos tradicionales, así como las distintas (o benditas) redes sociales, han venido informando abundantemente y criticando de manera severa, los múltiples asesinatos que se han perpetuado a niñas, adolescentes, estudiantes y ciudadanas en todo el país. De igual manera, las notas dan cuenta de las agresiones y acosos que sufren las mujeres dentro de las escuelas, en sus centros de trabajo, en los medios de transporte colectivo, en los centros de diversión y principalmente en las calles, a cualquier hora del día.
Desesperadas ellas o manipuladas (como suele suceder), pero bien consientes de la situación que impera, se han empezado manifestar en las calles, exigiendo primordialmente respeto para su persona e igual que las autoridades tomen cartas de solución en dicho asunto. Hace pocos días, cientos de mujeres jóvenes protestaron frente a palacio nacional en la ciudad de México y en distintos sitios emblemáticos, mismos que se atrevieron a pintarrajear, lo que causó cierta molestia en sectores culturales, religiosos, partidistas y principalmente de quienes manejan la economía.
La situación que viven actualmente las niñas, mujeres y ciudadanas en todo el país y en el mundo es realmente alarmante. Resulta difícil verter opiniones u ofrecer soluciones, pues el problema de estos feminicidios y agresiones no es nuevo. Históricamente en todas las sociedades del mundo ha existido la tendencia a restarle valor a las opiniones, actividades y manera de pensar de las mujeres. Por cientos de años se le ha relegado a ellas y ocupan un lugar secundario o complementario dentro de la sociedad y en la toma de decisiones. Impera aun la idea machista de que sólo ella debe atender la casa y los hijos.
Lo cierto es que éste fenómeno vuelve a poner entredicho a la familia y a la escuela, que son las dos instituciones fundamentales para la construcción y difusión de los valores humanos. Las estadísticas publicadas indican que las primeras agresiones que sufren las niñas son a manos de los padres, tíos, primos y hermanos. Después le siguen los profesores, quienes de acuerdo con los datos, abusan de las pequeñas y las adolescentes al otorgar calificaciones. Qué decir de quienes manejan los contenidos de la fe religiosa, quienes han sido acusados por años de pederastas.
Hoy nuestra sociedad se encuentra en un verdadero caos, por lo quien busca soluciones se topa con estructuras añejas de poder y corrupción, difíciles de entender y combatir. Les otorgo a las niñas, estudiantes, jóvenes, empleadas y trabajadoras la razón de alzar la voz, ellas son las que sienten en carne propia este tipo de agresiones. Se trata de estudiar yá el fenómeno de una manera conjunta, donde la familia y la escuela tienen el mayor peso, pues deben seguir fomentando los buenos valores. También el Estado debe brindar más seguridad a éste sector de la población, que no sabe cómo enfrentar éste tipo de agresión; pero principalmente regular el contenido de los programas de televisión y lo que aparece a diario en las redes sociales. La sociedad debe ya comprometerse cabalmente a constituirse en vigilante permanente. Finalmente, las niñas y las adolescentes deben tomar conciencia de una vez por todas, que la vida no es de ensueño como la que nos ha enseñado la fantasía capitalista de Walt Disney.
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