FIESTA DEPORTIVA
ARS SCRIBENDI
Rafael Rojas Colorado
El estadio xalapeño se vistió de fiesta, la pirotecnia expresaba sus más bellos matices, el cielo se abrillantó en todos los tonos formando lluvias e infinidad de figuras luminosas en el cielo, no era para menos, se celebraba el 50 Aniversario de que la antorcha olímpica, en su odisea hacia la ciudad de México, pasó el 7 de octubre de 1968 por la bella ciudad de Xalapa.
El evento inició con honores a la bandera, el himno nacional y una ceremonia en la que el antropólogo Manuel López Fierro, apoyado por sus colaboradores, invocó el nacimiento del fuego sagrado, el mismo que inviste el corazón del guerrero deportivo, conduciéndolo a plasmar hondamente sus huellas en cada actuación competitiva.
A las 17:30 horas se encendió la antorcha y comenzó el recorrido por las principales arterias de la ciudad, cada participante se iba invistiendo de orgullo y honor al portar simbólicamente el fuego olímpico. Los veteranos atletas recibían la ovación de la gente que los observaba en cada paso que avanzaban; tanto las cámaras fotográficas como los celulares, captaban imágenes que perdurarán en la memoria colectiva de los ciudadanos de Xalapa y la región.
La llama de la antorcha hacía contraste con el alumbrado público que empezaba a iluminar las calles de la capital del estado. El grupo de corredores retornaba nuevamente hacia el Heriberto Jara Corona, en el alma de muchos de ellos, se conjugaba en un instante aquel lejano ayer, cuando investidos en la juventud, portaron el fuego del olimpismo, ahora inmersos en la emoción, a 50 años de distancia hacían alusión a ese momento histórico, reafirmando con esta acción, que el fuego representa la paz universal a través del deporte.
Correr en la pista entrelazándose niños, jóvenes y adultos detrás de la antorcha, fue sumamente emotivo, otorgando el honor de encender el pebetero al héroe de mil batallas, Antonio Villanueva Osorio, conocido mucho más por su nombre competitivo “Chicles”, él lo hizo hace 50 años y hoy la vida le vuelve a rendir tributo a su grandeza, aun cuando su físico ya está mermado por el acontecer del tiempo, pero en su alma todavía anida el profundo amor hacia la vida.
La llama que rememora el fuego olímpico y que es el símbolo de la hermandad entre los pueblos, ardía, mientras los atletas recibían sus medallas y diplomas de participación en el evento que seguramente hará historia. Las notas musicales de las bandas Marching Band, de la secundaria no. 3, Marching Band halcones y el folclor del Ballet internacional de nuestro estado, fluían armonizando y haciendo mucho más sensible este momento en el que se unía el pasado y presente en un abrazo de fraternidad.
Se le rinde un merecido reconocimiento a su altruismo y labor de organización al amigo Ángel Luis Ceja García, lo mismo al profesor Lorenzo Acosta Amaya y al profesor Mario Celis Díaz.
Cuando el evento finalizó, solo el recuerdo envolvía con la emoción esos inolvidables momentos que anidarán por siempre en quienes vivenciaron esta hermosa aventura deportiva. rafaelrojascolorado@yahoo.com.mx