FUERA MÁSCARAS: EL CLUB DE TOBY EN LA CÁMARA DE DIPUTADOS
LA AGENDA DE LAS MUJERES
FUERA MÁSCARAS: EL CLUB DE TOBY EN LA CÁMARA DE DIPUTADOS
Por
Mónica Mendoza Madrigal
Tuvieron que llegar muchas y
tuvieron que ser feministas para que en el Congreso de la Unión –Senado y
Cámara de Diputados incluida– se concretaran al fin los esfuerzos de muchos
años de impulso a las leyes en materia de paridad y de violencia política que
venían siendo empujadas desde tiempo atrás pero que no habían podido “pasar”,
entre otras cosas, porque el tamiz de la Consejería Jurídica del sexenio
anterior no las consideró pertinentes y ahí simplemente todo ese gran esfuerzo
“se atoró”.
Y es que las reformas de
2019 que hicieron realidad la Paridad en Todo son la coronación en la ley de un
proceso que busca que las mujeres puedan ocupar los mismos espacios de
representación que los hombres, porque esa proporción se asemeja a la vida
cotidiana –en la que en realidad somos más las mujeres que los hombres- y por
tanto, los espacios de toma de decisiones deben estar integrados acorde con esa
pluralidad.
Pero la Paridad estaba ya
integrada a la Constitución como un principio desde 2014, en una reforma
político-electoral que estableció la obligatoriedad de que los partidos
garantizaran una integración igualitaria en sus candidaturas legislativas,
tanto para las obtenidas por el principio de mayoría relativa como para las de
representación proporcional, permitiendo a las autoridades electorales rechazar
los registros de aquellos partidos que no cumplieren con este principio.
Sin embargo, lo que no hizo
esa reforma fue establecer el método mediante el cual los partidos elegirían a
esas candidatas, por lo que el proceso electoral inmediato –que fue el de 2015–
evidenció que, aunque si bien sí las postularon para la mitad de los cargos,
las enviaron a los llamados “distritos perdedores”.
Estos espejismos disfrazados
de paridad son una serie de trampas pensadas para seguir manteniendo el control
político del poder “de a de veras”, como sucedió en el proceso de 2018, en el
que nos llenamos de síndicas que encabezaban las planillas de hombres
candidatos a las alcaldías, mismas que –por cierto– cuando llegaron al cargo,
vivieron y siguen viviendo dosis muy altas de violencia política en todas sus
manifestaciones.
Este es uno de los aspectos
que fue subsanado con la nueva reforma de 2019, en la cual se establecen los
llamados “bloques de competitividad” y se determinan las reglas para que la
paridad sea horizontal y vertical, garantizando así la competencia electoral en
municipios y distritos.
Pero las resistencias
patriarcales para no ceder el poder son práctica común desde tiempos
inmemoriales y hay que reconocer que tienen una muy alta capacidad de
adaptación y de reinvención, porque cada que se imponen nuevas reglas,
encuentran resquicios para filtrar una misoginia que no está dispuesta a ceder
ni un ápice en lo que a su juicio les pertenece: el poder.
Así que aún no terminábamos
de celebrar el gran logro que bocetaba una realidad política diferente, cuando
de pronto se quiso ver que la aprobación paritaria contenía letras chiquitas
que exceptuaban de su cumplimiento a los cargos unipersonales y entonces, vaya,
hasta la Junta de Coordinación Política del Senado se pronunció, señalando que
el INE no tenía facultades para determinar que también las candidaturas a las
gubernaturas habían de ser paritarias.
Aunque los senadores –y
atrás de ellos, sus partidos- hicieron una gran exhibición de que la misoginia
no tiene límites, no estaría de más invitarles a que vayan asumiendo lo que
parecería obvio: las candidaturas presidenciales para 2024 también deberán ser
paritarias.
Así que nos fuimos a la
elección de 2021 con el mayor número de candidaturas en disputa en toda la
historia electoral del país, con la mitad de mujeres y de hombres como
aspirantes y obtuvimos los resultados que – por cierto – en algunas latitudes
aún no terminan de revisar.
Dado que se votó de manera
directa por más hombres que mujeres en las diputaciones federales, las leyes
aprobadas sirvieron para equilibrar la integración con las plurinominales,
cumpliendo gracias a ello con la proporcionalidad paritaria que las nuevas
reglas políticas demandan.
Pero todavía no terminábamos
de ubicar a quienes serán nuestras nuevas aliadas para seguir adelante con el
empuje de la agenda de los derechos humanos de las mujeres, cuando los partidos
decidieron que todas las coordinaciones de las bancadas en San Lázaro…estén
encabezadas por hombres.
Adiós paridad, fuera
máscaras. Todo lo que en el discurso es mera verborrea cuando pronuncian sus
vacuas frases de “somos un partido aliado de las mujeres”, “haremos de sus
causas las nuestras”, aderezadas por moñitos naranjas y tuits que de tan falsos
ofenden o dan risa, quedó rezagado y de nuevo el “Club de Toby” será el que
tome las decisiones políticas en la que será la segunda Legislatura federal
paritaria.
¿Qué quiere decir que solo
hombres encabecen las bancadas? Pues que habrá una Junta de Coordinación
Política con pura testosterona y sin el menor ápice de perspectiva de género
para la toma de decisiones que impactan a más de la mitad de la población, pues
serán ellos quienes definan los órdenes del día, los accesos a tribuna, las
presentaciones de iniciativas y desde luego, sus aprobaciones.
Ahí es cuando la gran ola
paritaria choca contra techos de cristal que habrá que derrumbar.
@MonicaMendozaM