GOBERNAR POR MIL AÑOS
GOBERNAR POR MIL AÑOS
Donde quiera que la ley termine, la tiranía
comienza.
John Locke.
Martín Quitano Martínez
Es siempre necesario hablar de
aquello que como país nos ha pasado en gobiernos anteriores y que ha
significado la conformación de condiciones que cansaron hasta el hartazgo a
millones. No aceptarlo sería negar hechos evidentes.
Es irrefutable reconocer las
contradicciones que se formaron como elementos de un modelo económico y político
de componendas que privilegiaron en gran parte la expoliación, la definición en
mayor escala de una utilización de los ejercicios públicos para beneficios
privados, amasando fortunas en detrimento de mayorías, estableciendo alianzas
que fomentaron la tragedia en la que nos encontramos.
Tantos abusos cometidos,
generaron el agotamiento y enojo social, acusando recibo del abandono a las
reivindicaciones y luchas que, pese a todo, forjaron procesos e instituciones,
contrapesos y oportunidades alternativas, en una larga lucha democrática. Este
aciago periodo permitió también consolidar una fuerza social que argumentó la necesidad
de dar paso a formas alternas de concebir y hacer la política y la
administración pública. Las promesas, los compromisos se movían entre la
racional justificación de tener opciones ante el evidente deterioro y las de
naturaleza ética, justificadas ante la insolidaridad y el individualismo que
cada vez se imponían de forma más amplia.
La realidad cruda de la
inseguridad, de la corrupción y las arbitrariedades eran razón pura y dura para
apostar por otras opciones. Millones miraron con genuina esperanza los compromisos que se hacían,
frente a un país tan desgarrado; el discurso de concordia, de respeto
institucional, de justicia, de estado de derecho, de anticorrupción y respeto
al medio ambiente, de desmilitarización y de paz, frente a la sinrazón y
contubernios de clases políticas que tanto dañaron.
La oferta de la campaña 2018,
de lograr nuevos y ejemplares comportamientos públicos, cumpliendo las
responsabilidades que se asumirían, ha sido sin embargo, abandonada. Hay
suficientes evidencias que muestran no solo la continuidad de aquello que tanto
se criticó, sino peor aún, que se profundizan, incluyendo los niveles de
discordia y desencuentros públicos y sociales que han metido a nuestro país en
una vorágine de desvaríos y tragedias que rompen los discursos que cada día se miran más lejanos
de aquello que prometieron y de lo que dicen haber realizado.
Una clara muestra de la
esquizofrenia gubernamental en la que nos encontramos, se observa con las garantías
legales y democráticas pasadas por alto, de resguardos de los procedimientos
electorales que son claramente violentados en lo general por la mayoría de las
clases políticas, lo cual no sería sorpresa, pero más por aquellos que insisten
en presentarse como diferentes.
Allí quedan las imágenes y
confesiones de acarreos y presiones para acudir a su conveniencia política de
miles de ciudadanos, empleados y actores económicos. No es nuevo, pero sí es
ilegal y obsceno, realizado por los que presumen su alta moral. A un año del
difícil proceso de la elección mayor, la espiral de abandono de todos los
marcos legales y particularmente de ética política por aquellos que insisten en
ser distintos, es cada vez más evidente.
Un claro ejemplo es que quien encabeza
la “transformación” lidera en estos momentos una campaña de descalificaciones
sobre una aspirante opositora, con todo el peso del Estado, mostrando con
crudeza un rostro no solo ilegal, sino prepotente y autoritario, justo igual a
aquel contra el que se manifestó hace años con aquella famosa frase de “cállate
chachalaca” respecto de la intromisión abierta del presidente Fox y que ahora
pareciera no recordar ni él, ni sus seguidores.
Parapetados en que el fin
justifica los medios, y que poseen la verdad revolucionaria y transformadora,
actúan desde la intransigencia, la soberbia, la
arbitrariedad, la coerción y el amedrentamiento porque al final del día
se sienten predestinados para gobernar por mil años.
DE LA BITÁCORA DE LA
TÍA QUETA
Es más barato derribar árboles que mejorar
un proyecto, Xalapa es la muestra.
twitter: @mquim1962