Ars ScribendiPLUMAS DE COATEPEC

HASTA SIEMPRE: AMIGO, PEDRO

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HASTA SIEMPRE: AMIGO, PEDRO

A finales de los años setenta, cuando el fraccionamiento de la zona dorada no existía, todo era monte y finca, cruzabamos para llegar a lo que sería la Unidad Deportiva Roberto Amorós Guiot, apenas la estaban devastando. La preparatoria Joaquín Ramírez Cabañas, no estaba bardeada, su cancha de basquetbol se notaba semiabandonada. Allí conocí al adolescente, Pedro Hernández Ramírez.

 

Bajo el vivo sol de medio día se le encontraba solitario lanzando el balón a la canasta. Sus zapatos tenis muy gastados, chor y un sudadero azul marino que ya perdía el color por el uso. Comenzamos a intercambiar palabras. Más tarde nos unió la práctica del atletismo, a menudo visitaba mi casa y comenzó un largo camino de convivencias que iban de lo deportivo a pasar ratos agradables con nosotros en las convivencias familiares.

 

Recuerdo el 13 de noviembre del año de 1982, correríamos el medio Maratón de Coscomatepec–Huatusco, en aquel entonces no existía la facilidad para viajar como en la actualidad. Se le dijo que llegara a mi casa temprano, me despertó de madrugada, serían las cuatro horas, estaba vestido de blanco, como si fuese hacer la primera comunión, terminó durmiendo en un sillón de la sala y salimos a las siete del amanecer en una camioneta de batea. La aventura de Huatusco fue buena, los coatepecanos nos trajimos la mayor parte de la premiación: trofeos, diplomas y efectivo, la ganó Pedro Ruiz. Enumerar los entrenamientos a campo traviesa no terminaría de hacerlo, pues fueron demasiados, recorrimos caminos, senderos, melgas y montañas con diversos climas abriéndose paso en el vergel, sin descartar la pista de arcilla. La última vivencia deportiva que tuvimos fue hace pocos años portando la antorcha olímpica en su aniversario cincuenta de su paso por Xalapa hacia la ciudad de México, él nos vino a invitar y fuimos con mi esposa a ser parte de esa fiesta deportiva.

Pedro siempre entrenó con mucha fuerza de voluntad, la misma que lo acompañó en la competencia de la vida. De humilde familia, pero profundo deseo de conquistar un sueño, un proyecto de vida, pisó la universidad y se formó como ingeniero. Se enamoró de Araceli Valdivia Mercado y juntos soñaron una vida que les concedió dos lindas hijas –Auri Gizeh y Alida Koster– cuyo carácter se esculpió en el deporte y el estudio ¿Qué más podía pedir a la vida? Le concedió lo más preciado que posee un ser humano: una familia. Pedro Hernández Ramírez no estaba en la luz de los reflectores, pero estaba en la luz de la amistad de todos sus innumerables amigos por su sencillez, gratitud y buen ser humano. En los años de juventud le decía karateca, por su afición a las prácticas marciales, en si todo un ejemplo de hombre de familia. Consiguió un trabajo para subsistir y en su coche blanco sedan recorrió calles, colonias y barrios de Coatepec cumpliendo la responsabilidad que le exigía su trabajo, su presencia fue popular para la ciudadanía.

Es triste, pero se tarda mucho en decirle a un amigo lo que se le aprecia, estas letras llegan tarde, porque ya no las puede leer, sin embargo, el alma reclama expulsar los sentimientos, para que no se ahoguen en el perpetuo silencio.

 

Amigo Pedro, hoy me despido de ti en absoluto silencio, porque las voces ya están ausentes de la resonancia de la vida, ya no pueden ser escuchadas en este mundo. La sustancia del espíritu es otro lenguaje. Pero elevo al cielo una oración por tu eterno descanso, vuela mucho más allá del éter lo más alto posible y mil gracias por tu amistad.

 

rafaelrojascolorado@yahoo.com.mx