Hay juego
HAY JUEGO
Entre Columnas
Martín Quitano Martínez
twitter: @mquim1962
Las elecciones no resuelven por si mismas
los problemas, aunque son el paso previo y necesario para su solución.
Adolfo
Suárez
Hasta hace algunos meses, los
escenarios del 2024 parecían concentrar solo una puesta en escena: la
continuidad como exitosa obra de superioridad política, con una narrativa
poderosa que controlaba la discusión pública y arrasaba con las menguadas
fuerzas argumentativas provenientes de una oposición raquítica en el reconocimiento
y respaldo social para con una clase partidaria baja y que no presentaba/presenta
mucho o nada.
Desde el oficialismo, se
mostraba una fuerza regodeada en las lecturas y acciones que se asumían en una
inexorable situación de cara al gran debate electoral del próximo año. La
“poderosa” construcción de corcholatas totalmente palacio dominaba las mesas,
las conversaciones, frente a la
disminuida oposición; pese a datos numéricos electorales que mostraban
posibilidades de disputa, pocos ánimos respaldaban la emergencia de opciones
opositoras, menguada por la nula referencia a quien pudiera encabezar las
fuerzas opositoras.
Las corcholatas inician sus
recorridos como un paseo por las nubes, solo ensombrecido por las disputas y
golpes internos que pudieran generarse. Era una superioridad indiscutible, más
allá de las confrontas y raspaduras, ya que en el fondo se sabía que existían
las condiciones para superar cualquier pesar interno en función de la centralidad y fuerza del gran elector.
Los grupos políticos
opositores, las burocracias partidarias, eran unos espectadores más de la
escena bufonesca de las corcholatas, en medio de señalamientos sobre su
ofensiva inactividad. A pesar de éstos, surgió la movilidad y participación de
sectores sociales cada vez más proactivos en manifestar sus confrontas contra
el oficialismo, generando una discusión pública y social de mayor
profundización de la polarización, acompañada de miradas desencantadas de no contar
con asideros o referencias de liderazgos individuales.
Es ese el momento político que
aprovecha la senadora Xóchitl Gálvez para saltar a la escena nacional. Montada
en un error de cálculo del presidente se roba los reflectores con su normal
desparpajo ante los agravios y logra concentrar simpatías y refrescar el cuadro
mohoso, intrascendente y áspero en el que se movían los partidos opositores.
Por eso tan eficaz su surgimiento
como elemento disruptivo en la centralidad del oficialismo y el pasmo opositor.
Su imagen y lenguaje informal, con un buen manejo de redes y comunicación
masiva enfrentando al presidente, han provocado para miles de ciudadanos una
bocanada de aire fresco, un elemento de agrado y la visualización de una
oportunidad conjunta de disenso en un escenario en el que parecía que todo
estaba decidido.
Todavía no hay un programa o
una plataforma electoral consolidada, consensuada entre los partidos
opositores, pero para muchas personas se han abierto posibilidades hasta hace poco vistas demasiado
lejanas e inclusos en algunos casos canceladas. Y eso es bastante más de lo que
se esperaba.
El monopolio de la discusión y
la agenda pública se ha desdibujado, porque pareciera ya no estar concentrado en un solo lado, porque
incluso en el palacio nacional se habla bastante de la senadora, aunque sea
para denostarla. El asunto es si ante la andanada de ataques y
descalificaciones, la oposición y particularmente la senadora, serán capaces de
trascender este primer impulso mediático y consolidar su candidatura, panorama
que no ven sus adversarios, porque se sabe que la carrera de cara al proceso
del 24 no es de velocidad sino de resistencia.
El gran aparato oficial sigue
rodando como una maquinaria dispuesta a revalidar sus triunfos sin importar la
legalidad. Ante ello, la unidad de una oposición hasta hace poco oxidada y
desprestigiada es el valor más apreciado. El reto es complejo pero los ánimos
del debate han mejorado y a fin de cuentas eso le hace bien a nuestra alicaída
democracia.
El tablero esta puesto. Parece
que ahora si hay juego y ojalá sea para bien de la República; más aún cuando
todos debemos de entender que la intolerancia no puede ser la que domine el
presente y el futuro de nuestra convivencia. Muchos y angustiantes problemas
requieren de salud democrática y de participación más allá de verdades
absolutas y abandonos de convocatorias excluyentes.
DE LA
BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
Chilpancingo =
ausencia de Estado