“Ya me cansé”
Miguel Ángel Rodríguez Todd
He leído y escuchado infinidad de señalamientos al Procurador General de la República, Jesús Murillo Karam, por el simple hecho de haber expresado su cansancio ante la serie de rigurosos cuestionamientos que la prensa le hizo sobre los avances en las investigaciones de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa. No defiendo sus conclusiones, que quede claro. Simplemente me parece que el hecho de no ocultar su agotamiento no es motivo para ser linchado verbalmente por la opinión pública.
Los políticos y los servidores públicos, al igual que los sacerdotes, son, como nosotros, seres humanos. No olvidemos que tienen esa condición y que, como tales, debemos de señalar sus aciertos y sus fallas. Es decir, exigirles el cabal cumplimiento de sus responsabilidades pero sin olvidar que son personas de carne y hueso. Olvidamos que, como nosotros también lo hacemos, suelen equivocarse. Nadie está exento de cometer errores, lo malo es hacer sistemático nuestro mal comportamiento y, peor aún, intencionalmente hacerlo en busca intereses particulares.
Hoy, al ex gobernador de Hidalgo no le perdonamos su cansancio, como si no fuera de humanos cansarse. Es como recriminarle que diga tener frío, hambre, sed, sueño o miedo. Personalmente me inspiran mucha mayor confianza aquellos personajes que se presentan con la vulnerabilidad de seres humanos, a aquellos que pretenden dar la imagen de un halo de superioridad, por encima de lo terrenal. Creo más en el orden y la disciplina que en la hiperactividad que no permite tiempos de comer, convivir con la familia o incluso, de dormir. Hace años, platicando con un hombre que al paso de los años había acumulado sabiduría, me decía con arrepentimiento que en su época de juventud y vigor, en la que sólo tenía en mente trabajar y trabajar, llegó a concebir la idea que el dormir no era más que un invento de algún hombre flojo. Esta persona, lamentaba haber tenido esa percepción que lo llevó a pasar días enteros sin dormir con tal de alcanzar las metas que voluntariamente se fijaba en sus rendimientos de trabajo y concluía, con mucho lamento, haber deteriorado su salud física y mental y que, además de todo, mermó considerablemente su productividad.
Insisto, creo más en el servidor público que respeta horarios de trabajo, de comidas, de descanso y de convivencia familiar. Aquél que no respeta esos tiempos, me parece refleja desorden y, si en lo suyo no es capaz de tener orden, mucho menos lo tendrá en los asuntos públicos y ajenos.
Espero encontrar mayor cantidad de políticos y servidores públicos que se presenten como seres humanos sin complejos, ordenados y endebles, si se quiere, pero capaces de sublevarse ante las adversidades con la firme convicción de brindarse con lo mejor de ellos mismos para darnos, a sus conciudadanos, los resultados que demandamos para tener mejores condiciones de vida. Mucho me gustaría.