HUELLAS IMBORRABLES
HUELLAS IMBORRABLES
Por Sandra B. Lindo Simonín
Tener hijos(as) es una
decisión importante, y no se debe tomar motivada por las prisas, ni por “tener
por tener“. Sino que si se tiene un hijo(a) es para criarlo, darle cariño,
atención, amor, educación…
Ser hijo(a) de unos padres
emocionalmente inmaduros deja huellas profundas. Tanto, que son muchos los
niños(as) que acaban asumiendo responsabilidades de adulto y que crecen antes
de tiempo forzado por esa incompetencia parental, por ese vínculo frágil,
descuidado y negligente que desdibuja infancias y arrasa autoestimas.
Nadie puede elegir a sus
padres, eso lo sabemos, y aunque siempre llega un momento en que como adultos
tenemos ya pleno derecho a optar por el tipo de trato que queremos establecer
con ellos, un niño(a) no puede hacerlo. Porque nacer es casi como caer de una
chimenea. Hay quien tiene la suerte de ser alcanzado por unos padres
maravillosos, hábiles y competentes que les permitirán crecer de forma segura,
madura y digna; y habrá quien tiene la mala fortuna de aterrizar en brazos de
unos padres inmaduros que determinarán de forma implacable los cimientos de sus
personalidades.
Los padres con una
personalidad claramente inmadura e incompetente pueden favorecer en ocasiones
la crianza de niños tiránicos e igual de inmaduros. Sin embargo, también pueden
propiciar que los propios niños asuman el rol de ese adulto que los padres han
rehuido ejercer. Es así como algunos pequeños acaban responsabilizándose de sus
hermanos menores, ocupándose de las tareas del hogar o asumiendo decisiones que
no son acordes a su edad.
Algo en lo que todos estamos
de acuerdo es que tener hijos(as) no nos convierte en auténticos padres. La
maternidad, como la paternidad más sana y significativa, se demuestra estando
presentes, facilitando un afecto real, enriquecedor y fuerte para que ese niño(a)
sea parte de la vida y no un corazón roto y vinculado solo al miedo, a las
carencias y a la baja autoestima.
Todo niño y niña necesita,
más allá del simple alimento y la ropa, es esa accesibilidad emocional, madura
y segura donde sentirse conectado(a) a unas personas para entender el mundo y a
su vez, entenderse a sí mismo. Si esto falla, todo se desmorona. Las propias
emociones del niño(a) quedan invalidadas por el padre emocionalmente inmaduro o
por esa madre que, preocupada solo por sí misma, descuida los sentimientos y
las necesidades emocionales de los hijos.
Ser o no ser, esta es la
cuestión. Ser padres es una gran responsabilidad, porque detrás
de esta responsabilidad y seriedad solo hay niños(as) con infancias rotas que
pueden ser potenciales adultos con niveles altos de frustración y con
dificultad para mantener relaciones saludables con otras personas.