Entre Columnas

Intolerancia-exclusión-discriminación

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Martín Quitano Martínez

mquim1962@hotmail.com

 

Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz.

Benito Juárez García

 

Intolerancia es el comportamiento social e individual que ajusta su actitud de vida, pensando que solo son válidos sus pensamientos, sus ideas, su  perspectiva de las cosas, sin reconocer y principalmente sin respetar los pensamientos, ideas o perspectivas de vida de otros que piensan distinto, estableciendo con ello procesos que desfavorecen la convivencia social y acentúan iniciativas discriminatorias hacia personas o grupos de personas diferentes, de modo más violento cuando se trata de minorías.

 

El deterioro del entramado social en nuestro país se hace más evidente cuando se amplían los espacios de la intolerancia, cuando los diálogos, esenciales para garantizar mejores condiciones de nuestra vida democrática, resultan cada vez más difíciles de lograr; los oídos sordos, el fuerte ruido que caracteriza en ocasiones nuestra vida cotidiana acentúa las construcción de intransigencia que obnubila la razón, que imposibilita la imaginación.

 

Descalificar al distinto es un evento cada vez más presente en una sociedad mexicana en crisis, misma que en lugar de ampliar y fortalecer sus marcos institucionales, se tribaliza cerrando sus opciones, como si su identidad estuviera en riesgo ante el reconocimiento de la pluralidad.

 

La crisis honda que vivimos es un buen garante para hacer de la intolerancia un verdadero espacio de cultivo. La historia nos ha mostrado que las crisis han fraguado procesos discriminatorios que violentan derechos y perfilan verdaderas batallas de la condición humana; han sido momentos en muchas sociedades donde se pone a prueba nuestra humanidad, nuestra capacidad para razonar, para respetar.

 

Las voces de la intolerancia cada vez toman más palestras, ganan más espacios; se trata muchas veces de los espacios vacíos que deja la inoperancia y la ineptitud de los gobiernos, incapaces de regular y encausar la debida convivencia entre distintos, de establecer marcos a la diversidad o de ajustar los actos de todos a la vigencia del estado de derecho. Estos problemas acrecientan y profundizan los hartazgos, carencias que derivan en la exigencia de sanciones que no se encuentran desde las instituciones.

 

Un ejemplo es la justicia por propia mano de ciudadanos que reclaman ante la evidente corrupción de una impartición de justicia constreñida a factores de poder e interés o evidentemente incompetencia.

 

Muy peligrosa es siempre la intolerancia justiciera que deja clara nuestra debilidad institucional, más aun es la intolerancia que se institucionaliza, que se legaliza y se cultiva desde la construcción de la falta de respeto ante los derechos de todos a ser diferentes, a gozar de los marcos legales para pensar, actuar o ser simplemente distintos.

 

Garantizar legítimamente la diversidad sexual, reconocer las posibilidades de que en esa diversidad se pueden construir esquemas legales de integración emocional y sentimental que reconocen la decisión de individuos que no optan por los esquemas tradicionales y acepta otras posibilidades de vida en pareja y familiar realmente existentes, debería ser un paso institucional y legal  normal y esperado para un país progresista como aspiramos que sea el nuestro.

 

En contraposición, en nuestro país se ha convertido en un debate venenoso, en un rechazo de grupos sociales alentado abiertamente por las iglesias, donde se sufre el asedio de argumentos y actos que favorecen la discriminación y la exclusión, que ponen en entredicho la condición constitucional del estado laico y retan sin mesura alguna la posibilidad de construir un andamiaje legal que reconozca esencialmente derechos que darían oportunidad a una tolerancia social que tanta falta nos hace.

 

Los discursos y actos que proclaman la exclusión y la discriminación cobijados en nuestra precaria situación institucional y peor aún, enmedio de condiciones generales sociales donde el pasto está demasiado seco, configuran un riesgo más para nuestro país.

 

Frente a ello hace falta sensatez, humildad y adhesión por el prójimo, estableciendo la reflexión y el respeto por las diferencias que simplemente son consustanciales a nuestra natural condición humana.

 

DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA

Frente a tanta necesidad de los veracruzanos, lastima un subejercicio de más 8 mil millones en 2015, sobre todo sabiendo por qué no se ejerció.

 

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