JERÓNIMO VIVE
JERÓNIMO VIVE
Jerónimo no ha muerto, vive en la luz de la
iglesia católica. Cuando este personaje que tradujo la biblia de la lengua
hebrea y griego antiguo al latín, llegó a la cita con la hora suprema, es decir
su cuerpo fue incapaz de seguir peregrinando en la vida cotidiana, su vida
biológica estaba cumplida llegando a su fin un 30 de septiembre del año 420,
pero es el sagrado instante en el que nace para no morir nunca más, pues su
nombre significa “El que tiene nombre sagrado”; aunque ya conocía la luz
espiritual de Cristo.
Estudioso
de la gramática, astronomía, por supuesto de la literatura, haciendo hincapié
en el conocimiento de los clásicos griegos. Fue imposible evitar entrar en
contacto con la sabiduría de Marco Tulio Cicerón, del poeta latino Virgilio,
quien tejió sus versos con la sabiduría del campo. Tácito, entre otros más, el
pensamiento de estos intelectuales fueron caminos por los que transitó
enriqueciéndose de conocimientos que le embellecían el alma, al grado de
ganarse, no solo el reconocimiento de pensadores de su tiempo, sino del mismo
Pontífice Dámaso, del que llegó a ser su secretario particular. Observando el
entorno y aprendiendo lo que necesitaba se ganó un lugar en la sociedad de su
tiempo.
Alguna
vez, quizá en una similitud con Cristo Jesús, también se internó en el desierto
en busca de paz interior, de una renovación interna, no lo consiguió, él estaba
esculpido para convivir con la sociedad, le gustaba el teatro e incluso el
circo romano entre otras diversiones propias de la energía que exigía su edad.
Como todo un apóstol del saber, caminaba en el mármol del conocimiento y la
sabiduría. Cuentan que en un sueño emergieron ciertas revelaciones divinas
señalándole un camino de amor a Dios, y renunció a continuar aprendiendo de los
maestros centrados solo en el saber. La teología le abre las puertas del
corazón de Dios y los pasajes bíblicos se convirtieron en andenes por los que
fue conociendo costumbres, profecías y conductas ancestrales del pueblo que
buscaba una tierra prometida. Se interesó en el evangelio de los hebreos, que
serviría de punto de partica para que el evangelista Marcos, ya con el camino
allanado, se inspirara y escribiera su evangelio en el nuevo testamento de las
sagradas escrituras.
Jerónimo
fue un intelectual que un día se propuso cambiar el curso de su conducta,
reconociendo sus limitaciones, los defectos, era necesario corregirlos si en
verdad deseaba transitar por un camino más recto, más libre de los gustos
terrenos. El ayuno, el estudio y la oración, fueron armas espirituales para
conseguir su propósito, para ser un hombre diferente de lo que fue en su
juventud. L experiencia de los años le cincelarían su alma para erguirse firme
en busca de la verdad divina.
La
leyenda del león que todos conocen respecto a San Jerónimo, al parecer fue un
error; porque esta le pertenece al monje San Gerásimo del Jordán, quien es
protagonista de esta sublime historia humanitaria.
Tata
Jerónimo está vivo, no se olviden, no se cansa, al lado de Gregorio, Agustín y
Ambrosio, seguir sosteniendo los pilares de la iglesia católica con la fuerza
de la fe y la luz del conocimiento filosófico y teológico.
rafaelrojascolorado@yahoo.com.mx