Juramento de Hipócrates, letra muerta
René Sánchez García.
Sucedió a las 0.40 horas de la madrugada del pasado sábado 21 de febrero del año de 2015. Un hombre, paisano nuestro, de nombre Josué Saúl López Morales, de 35 años de edad, comerciante, casado y padre de familia fue agredido brutalmente en la calle de Nicolás Bravo, según comentan, con un arma punzocortante, que le produjo una herida considerable en el pecho, misma que puso en riego su existencia de manera inmediata. Gente noble y generosa que pasaba por el lugar llamó de inmediato a la Cruz Roja y a la Policía Municipal, cuyos miembros acudieron y le prestaron los primeros auxilios.
“Aplicaré todas las medidas necesarias para el beneficio del enfermo, buscando el equilibrio entre las trampas del sobretratamiento y del nihilismo terapéutico”.
“Recordaré que la medicina no sólo es ciencia, sino también arte, y que la calidez humana, la compasión y la comprensión pueden ser más valiosas que el bisturí del cirujano o el medicamento del químico”.
Fueron estos elementos de auxilio y del orden, quienes de inmediato vieron que lo más cercano para aliviar este dolor humano era precisamente acudir al Hospital Civil, mismo que se encuentra en dicha calle. Pero resultó que las instalaciones se encontraban cerradas, incluyendo los servicios de emergencia. Tocaron fuertemente a la puerta de dicho hospital, al servicio exclusivo de la gente popular, tal y como lo definen las altas autoridades de salud nacionales, pero nada absolutamente. Pasaron los minutos, llegaron a dicho lugar los familiares del herido y entre todos ellos y otros más exigían los servicios de auxilio médico. Fue entonces que las puertas se abrieron al fin.
“Debo tener especial cuidado en los asuntos sobre la vida y la muerte. Si tengo la oportunidad de salvar una vida, me sentiré agradecido”.
“Recordaré que no trato una gráfica de fiebre o un crecimiento canceroso, sino un ser humano enfermo cuya enfermedad puede afectar a su familia y a su estabilidad económica”.
Josué Saúl López Morales, aún con vida, fue introducido al Hospital mencionado y por varios minutos permaneció sentado en una de las sillas de la sala de espera. Es casi seguro que en la mente de Josué Saúl, como sucede con todos los moribundos a punto de partir, pasaron por su mente todas las escenas importantes de su vida, quizá desde la infancia hasta su etapa madura; o bien, en esos momentos sus últimos pensamientos fueron para sus padres, su esposa y sus pequeños hijos, quien a manera de despedida pedía al Señor larga vida, tal y como él siempre soñó tenerla. Fue allí sentado donde expiró, sin que el médico de guardia (según dicen las noticias de los diarios informativos del domingo) o las enfermeras le brindaran los primeros auxilios profesionales, que un día juraron ante Dios, brindarlos a cualquier ser humano de esta tierra.
“Intentaré prevenir la enfermedad que pueda, pues la prevención es preferible que la curación”.
“Recordaré que soy miembro de una sociedad con obligaciones especiales hacia mis congéneres, los sanos del cuerpo y mente, así como los enfermos”.
Esta es la historia que hoy sábado deseaba a ustedes amables lectores contar. Espero la recuerden por siempre, amigos coatepecanos.
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