La Anunciación y la Visitación
El otoño inició. En el reino de Judea, el anciano Zacarías esta mañana acude al templo de Jerusalén para cumplir con sus obligaciones religiosas. Toda su vida ha clamado con tener un hijo, pero su esposa Isabel no puede concebir debido a que es estéril y grande de edad. Al viejo Zacarías, sacerdote probo, hoy le ha tocado encender el incienso dentro del santuario y rinde culto a su Dios. La asamblea del pueblo, en oración, espera afuera.
A 150 kilómetros al norte, en Nazareth, ciudad de la provincia de Galilea, la casa de Joaquín y Ana, está adornada. Esperan la cortesía de José, joven gentil de oficio carpintero que, cumpliendo con todos los rituales, viene a pedir en matrimonio a la hija, a María. Los esponsales deben llevarse a cabo en un plazo no mayor de seis meses. Todo indica que la fiesta será agradable y juntos hacen reverencias a su señor Dios.
En la penumbra del interior del santuario, Zacarías inicia el rezo, al mismo tiempo acomoda en el altar los fragmentos de resina y los enciende. Se inunda el ambiente con agradable aroma; una intensa luz invade el espacio. En medio de ella, aparece un ángel que se dirige al viejo religioso y le informa del embarazo de su esposa. Aunque Zacarías es un hombre piadoso, no cree en la noticia. Él sabe por sentido común que Isabel no está grávida, el impedimento es la edad. El ángel revela su identidad al asustado anciano: “Soy Gabriel, tú esposa Isabel gesta un niño y lo deben bautizar con el nombre de Juan”. El mismo Gabriel salda la incredulidad de Zacarías, dejándolo mudo. Isabel se percata de que está en cinta y se llena de alegría por la bendición que su Dios le concede, vocifera el milagro como la gracia del Altísimo.
Inicia la primavera. El ángel Gabriel en Nazaret, visita la casa de Joaquín y Ana. Sabe que María aún no se desposa con José. Le informa que está embarazada. En la conmovedora escena, María, también incrédula, responde que no es posible porque ella no conoce varón. Con esta ANUNCIACIÓN, Gabriel expresa la promesa de que concebirá un hijo al cual debe llamarle Jesús y que será hijo del Altísimo, reinará en el trono de David y su reino no tendrá fin. También le informa que su prima Isabel en su ancianidad, cumple el sexto mes gestando. El rostro de María está iluminado y con extraña sensación declara que ella es sierva del Señor. José se entera y como hombre justo decide por la separación discreta.
El afecto de María hacia su prima es intenso. Con 40 días encinta, camina hacia una aldea de Judea, cerca de Jerusalén, sabe que Isabel está en su casa a poco tiempo de dar a luz. En esta VISITACIÓN, al escuchar el saludo de María, Juan, en el seno de su madre salta de gusto. Isabel sale exclamando “Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre”.
Amigos, la VISITACIÓN DE MARÍA a su prima Isabel, fue consagrada por la iglesia católica en el siglo XIII. Para hacer coincidir las fechas, el Concilio Vaticano II, fijó el 31 de mayo para celebrar esta fiesta. Así es que “Si quieres que tus penas se vuelvan alegría, no dejes de adorar a María”.
¡Ánimo ingao..!
Con el respeto de siempre Julio Contreras Díaz
Escuche la versión audio: