LA AUTOESTIMA PASO A PASO
LA AUTOESTIMA PASO A PASO
Salvador
Farfán Infante
Como se mencionó con anterioridad, el
desarrollo de la autoestima comienza desde el vientre materno y continúa en la
primera infancia mientras se establece un vínculo amoroso, una relación de afecto
verdadero entre el bebé y los padres o
responsables del niño en esta etapa. En los
niños mayores las experiencias sociales, así como los éxitos y las decepciones,
determinan una buena o deficiente percepción de sí mismo.
Se considera que una buena autoestima es
esencial para un desarrollo armónico; sin embargo, éste no es lineal o una
situación simplista de estímulo y respuesta. La intensidad, la duración y la
frecuencia de experiencias sanas y amorosas en el medio familiar son
determinantes en la evolución y el auto concepto positivo del infante.
Un ambiente familiar en donde constantemente se
entremezclan conductas y pensamientos opuestos, por ejemplo, una exagerada
manifestación de amor con conductas violentas, descalificación y desaprobación
con algún integrante de la familia y la propuesta de ser cada día mejor,
conducen a un estado de confusión emocional que frecuentemente desemboca en la
repetición de estos patrones de conducta, en ambivalencia y en la formación de
una autoestima defectuosa y poco saludable.
Un problema de esta naturaleza debe ser
identificado a tiempo y siempre ser objeto de reflexión para proponer
alternativas de solución conjunta.
Del nacimiento a los 18 meses
Durante los primeros 18 meses de vida los niños
pasan casi todo el tiempo en contacto y conocimiento de sus padres o tutores;
se familiarizan con su ambiente, hacen patentes sus necesidades y esperan que
sean satisfechas de manera casi inmediata. Estas expectativas desempeñan un
papel esencial en el desarrollo de la autoestima, puesto que un bebé aprende
durante este tiempo que es diferente de sus padres, que él es una persona
importante para ellos y que sus necesidades son tomadas en cuenta.
Durante el embarazo y los meses posteriores al
nacimiento los bebés establecen vínculos de afecto o de desaprobación con sus
padres. Interactúan con ellos en los momentos en que se les cambia la ropa,
cuando se les ofrece alimento o juegan. Estas primeras ligas emocionales
representan la piedra angular de una buena autoestima y de las futuras
relaciones sociales.
Si el desarrollo de los vínculos amorosos
comienza desde la tierna infancia, su consolidación requiere que sean
constantes, ya que este tipo de cuidados constituye el núcleo de la relación
que se tendrá posteriormente con los padres.
En la medida en que los bebés van descubriendo
su entorno almacenan recuerdos y experiencias para el porvenir. En términos
simples, a cada recuerdo y vivencia, se asocia un sentimiento o una emoción.
Cuando los bebés comunican sus necesidades y éstas son satisfechas, descubren
que pueden modificar su medio ambiente. Los niños necesitan la presencia
constante, la confianza y la atención de sus padres con el propósito de
sentirse a gusto mientras observan, exploran
e interpretan el lugar donde viven.
Se dice que un lugar es confiable cuando la
respuesta de los padres a las necesidades de sus hijos es atenta, flexible y
positiva. Darle al bebé la atención necesaria lo ayuda a darse cuenta de que el
ambiente donde vive es estable, lo que favorece el desarrollo de confianza en
los demás. Las respuestas positivas de los padres ayudan al bebé a percibir si
su medio ambiente es seguro y entonces, es capaz de explorarlo. A esta
experiencia se le llama sentimiento de eficacia personal. La confianza que un
infante tiene en su capacidad de lograr cualquier cosa desempeña un papel
importante en la construcción de la autoestima, en tanto que adquiere también
una imagen positiva de sí mismo al quedar satisfecho con sus logros personales.
De los 10 a los 12 meses los bebés empiezan a
comunicar activamente sus sentimientos. Sus emociones llegan a convertirse en
una herramienta de comunicación social. La capacidad de comunicar sus emociones
va a la par de la autorregulación de éstas. Los bebés aprenden esta cualidad
observando a los otros y modulando sus expresiones emocionales en relación con los
otros; es decir, sus padres, quienes se erigen como modelos de identificación.
El aprendizaje de las expresiones emocionales
ayuda a los bebés a adquirir habilidades sociales; por ejemplo, a expresar alegría
y también a ejercitar la paciencia cuando se trata de esperar la llegada de uno
de los padres ausentes. De acuerdo con estas reflexiones, los padres
constituyen la influencia más importante y significativa en la adquisición de la
autoestima y buena parte del bienestar que sus hijos vayan a tener en la vida
futura. Así pues, son los padres en quienes
recae la tarea de enseñar a sus bebés que son
bien aceptados, apreciados y queridos.
Fuente: Habilidades para la vida. Guía para
educar con valores.
Centros de Integración Juvenil